Serenatas en Gibara

 

Las serenatas en Gibara

Por: Lic. Eugenio Ernesto González Aguilera.

La serenata gibareña tiene su origen en el segundo cuarto del siglo XIX; era frecuente, «sobre todo los sábados y domingos por la noche», escuchar a los trovadores cantar a «sus adorados amores» junto a los ventanales torneados o bajo los balcones de la naciente Villa Colonial.

Con el transcurso de los años y la aparición de las Sociedades de Instrucción y Recreo, surgen nuevos trovadores y por suerte prolifera la serenata como una costumbre que en su devenir sociocultural se convierte en una práctica frecuente de las expresiones amorosas, y con el surgimiento de un grupo de poetas que impulsan el ámbito literario de la Villa, la poesía se convierte en colaboradora inseparable de las serenatas que finalmente también adquieren la complicidad de las flores.

La Villa de San Fulgencio de Gibara en su etapa de esplendor económico y social tomó la costumbre de emplear la serenata  y se aferró a ella. Familias de rango, como la que habitó en la casa que es hoy el Museo de Arte de Gibara , hacia la segunda mitad del siglo XIX, llamaban a los trovadores, para cantar junto a la ventana de una dama de prestigio o una joven agraciada, o a dar serenata para felicitar a una cumpleañera. Otras veces la  canción nocturna tenía por  motivo la celebración del «santo» de alguien en la familia.

Estas serenatas se organizaban con anticipación o se improvisaban a última hora; llegando el instante preciso, por lo general a media noche, se acercaban a la ventana y, tras el rasguear de primas y bordones, se ofrecía el concierto galante a la luz distante de la luna. Resultaban apropiadas para estos casos, aquellas canciones o criollas a tono con las intenciones del organizador de la serenata.

Terminada la canción, generalmente la homenajeada asomaba su rostro por la ventana y escuchaba luego un poema de amor a la vez que recibía un ramo de flores con su mensaje emblemático. Luego determinaba si aceptaba escuchar a través de la ventana otras canciones y poemas, o si  invitaba a pasar a los músicos y al pretendiente, por supuesto con el consentimiento familiar, de ser así, venían algunos brindis para ambientar y continuaban las canciones y boleros; a veces se estrenaba la obra de uno de los trovadores y los aplausos de la familia agasajada resultaba ser el mejor visto bueno para el autor, y daba fe de las intenciones y la cultura del galán que lo contrataba.

Las Serenatas de ayer son el reflejo del sentir de generaciones que pusieron en ellas el alma y las pasiones del ser humano. Son un tesoro del patrimonio intangible de Gibara y de la espiritualidad de los gibareños que reflejaron el amor y le cantaron al amor en su forma más bella.

Eugenio González: escritor e investigador gibareño y colaborador del museo y otras instituciones de la localizad.