Al Apóstol de Cuba, José Martí, se le rinde tributo en cada acción de sus hijos donde se honre la patria o se sobresalga por los valores humanos. Su presencia entre quienes siguen la obra del más universal que nació en esta Isla, se encuentra perpetuada en pensamiento y obra de cada hombre de bien.

Joya arquitectónica y cultural de la Ciudad de los parques es el Museo Provincial “La Periquera”, que entre su vasta colección de piezas con elevado valor histórico, exhibe una de singular significación por su vínculo con el patriota cubano nacido en la Calle Paula, La Habana, el 28 de enero de 1853.

El velo utilizado para cubrir el rostro del cadáver de nuestro Héroe Nacional, durante su traslado desde el camposanto de Remanganaguas, hasta la necrópolis de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde se procedió a identificarle oficialmente, el 23 de mayo de 1895, bajo una fuerte custodia de las tropas españolas, es ese símbolo atesorado con mucho recelo en el insigne inmueble holguinero.

En Remanganaguas, poblado ubicado en el actual municipio santiaguero de Contramaestre, se produjo el 20 de mayo de 1895, el primero de los cinco enterramientos sucesivos a los que se vieron sometidos los restos del evolucionario cubano, tras su trágica caída, el día anterior, 19 de mayo.

El Acta Notarial número 89, rubricada en Holguín el 31 de marzo de 1925, por el doctor Francisco Frexes Bruzón, entonces notario del Colegio de Oriente, da fe de la legitimidad y origen del velo, validado además por el libro de visitantes que acompañó la primera exposición pública de esta reliquia, en el Centro de Veteranos de Holguín, el 4 de abril de 1925.

 “Fue el paño que se exhibe en el local de esta delegación, y que ha sido donado por el Capitán del Ejército Libertador, Señor Agustín Mesa y Mesa, el mismo que cubrió el rostro del Gran Maestro José Martí, desde el cementerio de Remanganaguas, hasta el Cementerio General de Santiago de Cuba”, consta en la primera página del texto notarial, puesto en disposición de consulta gracias a la comparecencia en la vivienda de Mesa y Mesa, de los señores Delfín Aguilera y Ochoa, presidente de la delegación de Veteranos de la Independencia, así como Prisciliano de la Cruz Toranzo y Manuel Dositeo Aguilera, sus secretarios de Correspondencia y actas, respectivamente. El veterano mambí confirmó aquel día que fue su suegro, Bonifacio Campos Villalón, maestro de obras de albañiles del panteón de Santa Ifigenia, quien se lo donó, después de haberlo cuidado con prudencia por muchos años.

En argumentación de sus memorias, Mesa esclareció que la inscripción: “El velo de Martí”, que aparecía al centro del paño como en amarillentas manchas, fue escrita con lápiz por la esposa de Campos Villalón, Caridad Delgado.

El acta notarial número 89 oficializó el día la entrega de la “preciosa reliquia al Consejo de Veteranos de la Independencia, Delegación de Holguín, los mejores custodios y conservadores”, señala el documento original.

El cuerpo del Héroe Nacional de Cuba fue enterrado en cinco ocasiones en Remanganaguas (1895), un día después de la caída en combate; ante las dudas surgidas por su muerte se produce el sepulcro en el Nicho 134 Galería Sur, del Cementerio Santa Ifigenia, en el propio año de su deceso, para posteriormente trasladarlo al Templete, en la propia ciudad oriental, hasta que en 1947 se traslada al Castillo de los Generales, y cuatro años más tarde, en 1951, sus restos reposarían finalmente en el Mausoleo martiano en Santa Ifigenia.

Al menos hasta 1945 parece haber permanecido expuesto el libro de visitas en el Centro de Veteranos de Holguín, pues no todas las firmas están fechadas. Sobre las hojas envejecidas, con tinta de pluma y casi ininteligibles, se suceden nombres de mujeres y hombres, quienes dejaron para la posteridad no solo sus rúbricas en señal de respeto, sino, también, premonitorias palabras, espontáneos versos y los mejores votos de un nuevo y honroso renacer para la patria.

(Con información de Juventud Rebelde)