En las colonias cañeras se asentaron los haitianos los que celebraban las fiestas de sus santos todos los años. En la actualidad los descendientes continúan el ritual de sus antepasados. En espera de cada 17 de diciembre, comienzan a sonar los tambores y a escucharse canciones en su idioma natal que anuncia la llegada de este día. El rito comienza a las seis de la tarde, el sacerdote comienza a invocar al sol, a la tierra pidiendo permiso a los astros divinos para desarrollar la celebración y se rompe el coco, en dependencia de cómo caigan los pedazos se conoce la decisión, si este se concede se le pide la bendición a los grandes espíritu y se trasmite a las demás personas que no tienen estas facultades. Los que participan llevan ofrendas (coco, maní, velas, platanito, maíz, tabaco) que se le ofrece al santo y a los muertos. Luego se vuelve a pedir permiso para hacer el sacrificio (para lo que se emplea un chivo) que debe ser antes de las diez de la mañana. Se enciende una llama que no puede apagarse hasta terminar el rito y las personas dan la vuelta alrededor de ella. Se utiliza ron, vino, pan, refresco y dulce. El día 18 a las 12 del mediodía se tiran de nuevo los cocos y se sabe si los santos quedaron satisfechos o no.
Música: Utilizan instrumentos como tumbadoras, cencerros, triángulo y azadón.
Etnología: Afro-haitiana
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