José Abreu Cardet

La guerra de independencia y las mujeres cubanas

En los últimos años se ha realizado un esfuerzo considerable para destacar el papel de las mujeres insurrectas. En los muchos estudios efectuados no se ha podido demostrar con éxito que ellas participaron en los combates de forma regular. Matar era cuestión de hombres, por lo menos, aparentemente era así.

Informes como el del jefe del destacamento español de Abreus, en Las Villas son bastante escasos. Este militar sorprendido de lo que había sido testigo, escribió el 21 de junio de 1870 a sus superiores(1): “El primer fuego se tuvo mediando unos doce metros del enemigo lo que permitió ver á una porción de ellos vestidos de voluntarios, armados con carabinas Remington, algunas mujeres y entre ellas una que haciendo uso de un revolver se batian en primera línea (…) y se oía la voz del cabecilla Pepe Gonzalez animándoles á la lucha”.(2)

Por mucho que los historiadores buscamos a estas mujeres de revólveres y fusiles hemos encontrado muy pocas. Por lo que se le ha dado a las mujeres insurrectas el papel de: enfermeras, cocineras y propietarias del sexo y la ternura que entregaban a sus esposos y amantes. Se les ha excluido de la conspiración que dio inicio a la guerra de 1868. El papel de la holguinera Rafaela Grave de Peralta ha quedado en el olvido. No se recuerda que ella convirtió su casa en un centro de tertulias literarias y conspiraciones. Mucho menos lo que significó la fortuna que le legó su fallecido esposo que sirvió para consolidar el papel de la familia Grave de Peralta en el universo conspirativo. La hazaña de la también holguinera Juana de la Torre que, en la noche del 12 de octubre, junto a una esclava y un anciano de igual condición se enfrentó a una enfurecida tropa colonial que quería detener a su amante y compañero de conspiración Manuel Hernández. Se encerró en su casa atrayendo a los esbirros mientras el lograba escapar por las calles oscuras de Holguín.

Antes de tocar en las puertas de los bohíos de la mambisa para conocer su papel en las contiendas independentistas debemos de entender la acción bélica en la Mayor de Las Antillas. Existía una diferencia relevante entre los contendientes. La guerra de 1868- 1878 se desarrolló en la porción oriental y central de Cuba. Lo relativamente reducido del territorio le daba mayores posibilidades a las fuerzas coloniales de ocupar el terreno. Por su condición de isla podía la armada vigilar las costas.

La emigración revolucionaria contaba con pocos recursos y estaba dividida, lo que impedía mantener una ayuda constante a los independentistas. La metrópoli movilizó un inmenso ejército. En la contienda de 1868 llegaron a trasladar a Cuba para aplastar a los insumisos más de 208 597 militares. (3) Organizaron el Cuerpo de Voluntarios integrado por vecinos fieles a la metrópoli. Reclutaron una fuerza auxiliar mercenaria llamados “guerrilleros”. Muchos de ellos campesinos, incluso, mambises arrepentidos que conocían muy bien las tácticas de sus antiguos compañeros y el terreno donde se desarrollaban las operaciones.

A esto había que agregar otro factor legal que influyó en lo que hoy conocemos como inteligencia. Toda persona apresada con un arma en las manos combatiendo al gobierno podía ser condenada a muerte. El machete era valorado como un equipo bélico, al que le ocupaban uno podía ser considerado como enemigo y ejecutado luego de un consejo de guerra verbal y al parecer casi siempre más formal que real. El machete era tan común entre los campesinos como el sombrero. Prácticamente cualquier vecino de los campos podía ser juzgado como insurrecto.

Pero si ese individuo prestaba algún servicio considerado importante no se le ejecutaba. Los jefes españoles aprovechaban esas circunstancias para proponer a los detenidos que los guiaran hasta los campamentos y prefecturas de sus compañeros a cambio de respetarle la vida. No pocos de los prisioneros aceptaban el trato. Esto le daba una ventaja a los hispanos en el campo de la información sobre sus enemigos.
Otro aspecto importante era el factor demográfico. La población de la capitanía general era reducida. La cifra exacta de habitantes varía según los autores pero todos están de acuerdo que para la primera guerra no rebasan el millón y medio. (4)

El mambí pasaba por una rigurosa selección natural. Debían de vivir en los bosques, proporcionarse ellos mismos sus alimentos, andaban mal vestidos y nutridos, sin medicinas ni médicos que los atendieran de una forma regular. Tenían que poseer un convencimiento de las ideas independentistas que lo acercaran al fanatismo. El que no tenía condiciones físicas y aptitud para soportar esta vida moría o debía de presentarse al enemigo. No hay muchas personas capaces de resistir esas condiciones. Además no recibían salario. El único privilegio que tenían era el de tener prioridad para la codicia de los fusiles hispanos en un combate o en el pelotón de ejecución Por lo que las fuerzas mambisas, en especial, en la guerra de 1868 eran reducidas.

El ejército insurrecto es guerrillero, no cuenta con logística suficiente para hacer una guerra regular a sus enemigos. La mejor táctica de los insurrectos era la fuga, palabra muy mal vista por los estudiosos de la guerra. La esencia de la contienda eran las partidas, que solo entraban en combate cuando se encontraban en condiciones muy superiores a sus contrarios por el número o las ventajas del terreno. Las causas de los fallecimientos de los militares coloniales lo demuestran.

Entre el 1º de noviembre de 1868 y el 1º de enero de 1878 fallecieron por heridas 11329. Aunque no hace aclaración al respecto, pero es posible que se incluyan los accidentes, muy frecuentes en la guerra, de enfermedades murieron 123 555, fueron licenciados por heridas 1614 respecto a los accidentes se puede hacer el mismo razonamiento que las muertes, licenciados por enfermedades 37 726. (5)

Algunos historiadores afirman que fue una guerra más contra los microbios que los hombres. Esto es incierto. En Cuba vivía una numerosa inmigración peninsular que bien alimentada y cuidada lograba sobrevivir por muchos años al clima que mataba a los soldados. Lo mortífero era la resistencia insurrecta.

Las tropas coloniales realizaban prolongadas caminatas tras estas volátiles guerrillas. Muchas veces dormían a la intemperie en medio de una constante tensión ante el hostigamiento de las partidas que le disparaban desde la oscuridad de las malezas. En no pocas ocasiones no podían cocinar bien sus alimentos, insertados en aquella persecución constante. Se veían obligados a tomar agua de charcos de sabanas o arroyos intermitentes en la época de sequia, de ríos fangosos en tiempos de lluvia. Debían de desplazarse por zonas pantanosas o con ríos y lagunas donde se criaban los mortíferos mosquitos trasmisores de la fiebre amarilla. Agreguemos a esto que las dimensiones del ejército y el agotado tesoro de la península impedía organizar una buena atención sanitaria a las tropas. Era esa resistencia obstinada de los independentistas y las constantes operaciones del ejército colonial lo que provocaba aquella hecatombe sanitaria que fueron las guerras de Cuba.

La resistencia de los mambises tenía un sólido piso y múltiples causas que sale del marco de este texto analizar. Pero una de ella era la familia. En primer lugar las mujeres que podían ahogar las apetencias sexuales de sus hombres, brindar un asunto que está fuera de toda lógica de las ciencias sociales, pero cualquier humano entiende: un hogar. Niños, mujeres, ancianos en fin la familia que acompañaba a cada mambí y hasta perros y gatos que, en ocasiones, eran trasladados a las improvisadas residencias de los insurrectos construidas en apartados bosques y montañas, tejían la decisión de permanecer en los campos de Cuba Libre. Alrededor de estas mujeres se formaba el grupo duro de la resistencia: los que no se presentaban ni rendían. Mientras existiera un puñado de insurrectos España debía de mantener su inmenso ejército desplegado en la isla.

Estas mujeres mambisas, en su mayoría, eran: campesinas, hijas de peones, antiguas esclavas de muy escasa educación. Actuaron con una obstinación difícil de explicar sus causas, pero muy real. Ellas fueron en buena medida las victimarias de aquellas decenas de miles de quintos que murieron en hospitales de diarreas y vómitos. No es pensable la resistencia insurrecta sin la presencia de estas insumisas.

Estas mujeres hacían todo lo posible para no caer prisioneras. El día 15 de enero de 1870 una columna española que operaba en Las Villas informaba pudo ver: “…a varias familias que como cabras saltaban por las peñas, así como a cinco armados que perdió de vista en la espesura del monte.” (6) Mujeres, niños y ancianos huían desesperadamente con los cinco mambises, seguramente sus parientes.

Todas estaban sometidas a una vida rodeada de peligros y pobreza extrema. Hay diversas narraciones que así lo acreditan. El día 1º de setiembre de 1870 una tropa española que operaba en las Villas informa que el día anterior capturaron: “… la familia del Capitán insurrecto Agramonte compuesta de 13 mujeres y niños en su mayor parte enfermos llenos de miseria y desnudos…”.(7)

En los informes españoles constantemente aparece la presencia de mujeres unas capturadas, otras presentadas.

Qué fue de aquella multitud de mujeres negras, mulatas, blancas y de todos los colores que conforman la sociedad cubana y se sumaron a las fuerzas libertadoras. Cuántas murieron en los campamentos y caseríos insurrectos de hambre o enfermedades provocadas por las privaciones. Cuántas fueron violadas, asesinadas por las fuerzas colonialistas. Quizás nunca lo sabremos, fue aquella historia de la guerra de 1868 la de los vencidos donde siempre hay más olvido que recuerdos. Sirva este breve texto de homenaje a las mambisas sin nombre que hicieron un país. Es este también un intento de evitar la construcción de una hagiografía femenina de nuestras mambisas batalla perdida en el mundo masculino donde hemos escrito una historia de santos y diablos, de buenos y malos. Las mujeres las han sufrido en parte al ser consideradas como madres, esposas, amantes o hijas de ilustres varones pero muy raramente se le ha dado lugar como patriotas capaces de tomar decisiones propias. ¿Es creíble que estas mujeres sufrieron esas terribles condiciones de la guerra tan solo por seguir a sus esposos? ¿Y las solteras y viudas que continuaron en los campos de Cuba Libre?

Ese análisis del papel de las mujeres es tan simplista que no existen mujeres traidoras y a las que han situado en ese papel han sido más por su sentido ingenuo que por malas intenciones, como la que se dice que denunció la conspiración del 68 al capitán general. No hay mujeres esclavistas, integristas, machadistas, batistianas , contrarrevolucionarias… Es un criterio no siempre expresado pero parece flotar el los airás del intelecto que las que alcanzaron tales clasificaciones fue mas bien por que siguieron al marido o el amante que militaban en esas corrientes políticas no por decisión propia.

Incluso por suerte ni siquiera le hemos dado un lugar en la hagiografía a las mujeres. Ellas han estado excluidas de ese universo de héroes inmaculados desvinculados de la vida real y excluidos de cualquier análisis que no sea la apología. Cada uno tiene sus seguidores. Hay historiadores cespedistas, maceistas, vicentistas, peraltistas, martianos y un largo, etc. Por suerte que sepamos no hay historiadores anistas, es decir seguidores de Ana de Quesada o Ana Betancourt, ni marianistas, los de Mariana Grajales o Lucistas de Lucía Iñiguez que es de imaginar que debían ser bautizados así cuando nos decidamos hacer una hagiografía sobre nuestras mujeres.

Se ha recordado a las mujeres mambisas, se ha escrito sobre sus sufrimientos materiales y espirituales, de su fidelidad a la patria y a sus esposos mambises. Pero raramente se ha mencionado el papel que desempeñaron como base de la resistencia. Las mujeres que llevaron a cabo esa hazaña de ser base de la resistencia soporte de aquella multitud de mambises anónimos fue, en esencia, la parte más humilde de la población cubana. Campesinas, hijas de peones, antiguas esclavas. La mayoría no sabían escribir ni leer, no dejaron diarios, cartas ni ningún tipo de testimonio, no pasaron más allá del anonimato, un término terrible para la reconstrucción de una memoria histórica.

Tuvieron un papel relevante en el enfrentamiento bélico pues fue aquella una guerra de resistencia y de escasos combates como lo demuestra la cifra de fallecidos. Ellas fueron las misteriosas propietarias de esa resistencia. Las dueñas de las guerras por la independencia.

NOTAS
1– Se ha respetado la ortografía y redacción original de las citas textuales.
2–Servicio Histórico Militar, Madrid, España, Legajo 1, Ponencia 64, Doc 2293, Comª de Armas De Abreus, 21 junio de 1870.
3–Manuel R. Moreno Fraginals y José J. Moreno Masó, Guerra, migración y muerte. El ejército español en Cuba como vía migratoria, Fundación Archivos de Indianos, Asturias. Ediciones Jucar.(1993), pp 99 y 132).
4– Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos 1907, (1908) Oficina del Censo de los Estados Unidos, Washington., p 30).
5–Jorge Ibarra Cuesta, (2008) Encrucija de la guerra prolongada, Santiago de Cuba, Editorial Oriente. p. 27).
6– Servicio Histórico Militar, Madrid, España, Legajo1, Ponencia 6, Doc 1782 Columna de operaciones, Diario de operaciones desde el 10 al 16 de Enero de 1870.
7—Servicio Histórico Militar, Madrid, España, Ponencia 5, Legajo 1, Armario 2 Tabla 1, Doc 1126, Columna de Operaciones de Cinco Villas

Roberto Valcárcel destacado arqueólogo holguinero, cubano

Roberto Valcárcel Rojas nació en la ciudad de Holguín, Cuba el 12 de Noviembre de 1968. Graduado de historia de la universidad de Oriente de Santiago de Cuba en 1991 se ha especializado en arqueología. Actualmente trabaja como investigador a tiempo completo del Departamento Centro Oriental de Arqueología en Holguín.

Terminó en el 2012 un doctorado en Arqueología en la Universidad de Leiden, Holanda. Es autor de numerosos libros y artículos sobre arqueología. Se ha especializado en temas de organización social indígena e interacción colonial temprana. No hay duda que este arqueólogo ha dejado una profunda huella en los estudios del pasado cubano y de las Antillas. En lo personal es propietario de una gran modestia pese a que a alcanzado tan relevantes éxitos en edad temprana y además siempre dispuesta a colaborar con sus colegas, decidimos andar por los motivos y aspiraciones de Roberto. Elaboramos un cuestionario que el amablemente respondió. Ponemos a disposición del lector esta indagación sobre un arqueólogo cubano. Las preguntas las identificamos con las iniciales del autor de esta entrevista JAC y las respuestas con las del entrevistado RVR.

José Abreu Cardet, (JAC). Roberto, un resultado de investigación que coordinaste junto a un amplio grupo de expertos cubanos y extranjeros de varias universidades y centros de investigación, denominado «Nuevas investigaciones arqueológicas en El Chorro de Maíta. De espacio a indígena a escenario de dominación colonial», ganó recientemente uno de los premios nacionales de la Academia de Ciencias de Cuba. Ese es, entre otras cosas, un buen motivo para esta entrevista. ¿Que significa esto para ti?

Roberto Valcárcel Rojas, (RVR). Pocas veces los estudios de arqueología ganan estos premios, no porque no sean buenos sino porque los investigadores no presentan sus trabajos o porque se hace difícil conseguir el impacto que se pide. Hay que insistir en esos premios pues dan la visibilidad que la arqueología necesita para consolidarse en nuestro actual ambiente científico y social. En este caso el premio reconoce el valor de la investigación que ha seguido el Departamento Centro Oriental de Arqueología en este sitio, iniciada por el Dr. José Manuel Guarch Delmonte y el equipo de investigación de esta institución.

Ellos acumularon muchos de los datos sobre los que hemos vuelto, incorporando nuevas informaciones, para reinterpretar el lugar. Nuestra visión ahora es muy diferente pero crece sobre lo que ellos hicieron. También sirve para agradecer a tantos colegas (1) dentro y fuera de Cuba que participaron en esta aventura académica, y que confiaron en nosotros. Demuestra la capacidad de la arqueología cubana para concretar o involucrarse en proyectos amplios, interinstitucionales y multidisciplinarios, y prueba que tan lejos podemos llegar desde una investigación seria y como podemos cambiar la historia o construir una imagen de momentos o aspectos totalmente desconocidos de esta.

JAC- ¿Como te acercaste a la arqueología? Como se forma un arqueólogo en Cuba?

RVR- Supe que había arqueología en Cuba cuando entre a la universidad. Allí estaba interesado en temas de historia antigua y en combinar mis estudios de historia con los de historia del arte… una visión con poco futuro pues en Santiago de Cuba, en la Universidad de Oriente, se buscaba la especialización en Historia de Cuba. Esta posición algo confusa era el resultado de entrar a estudiar historia sin mucho interés, más bien movido, de modo muy adolescente, por los temas antiguos que muestra la literatura y el cine; también, sobre todo, porque no tenía las calificaciones necesarias para seguir arquitectura que era lo que inicialmente pensaba hacer, e ir a la universidad era la única opción ¨correcta¨ en aquel momento.

María Nelsa Trincado dirigía el Museo y el Laboratorio de Arqueología de la Universidad y era todo un símbolo de excelencia académica y rigor profesional, temida y admirada por sus estudiantes; quería reforzar su grupo de trabajo y me convenció de la posibilidad de combinar las cosas que me gustaban desde la arqueología. Que ella te eligiera ya era un elogio así que hacia el tercer o cuarto año pase a ser uno de sus alumnos ayudantes y a leer arqueología y participar en trabajos de campo en distintas partes de Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo.

Tenía excelentes compañeros –todavía sigo escribiendo y trabajando con Jorge Ulloa-, la aventura extra de los viajes a cuevas, montañas, parajes remotos de Oriente, la posibilidad de aprender de María Nelsa y atisbar cosas del mundo académico e intelectual santiaguero donde ella y sus estudiantes se movían, con Olguita Portuondo, o en la Casa del Caribe, donde estaba Joel James, Jorge Luis Hernández. En fin, era muy bueno cuando aun no se sabe bien que es lo que uno quiere hacer. Mi tesis fue una caracterización estético formal de asas de vasijas indígenas, en su mayoría de Guantánamo, pertenecientes a la colección Cross. No creo que aun sea un texto de utilidad, excepto por lo que informa sobre la historia de esta colección y ciertos datos de la crónica hispana, pero me obligó a investigar sobre arqueología cubana, leer fuentes etnohistóricas y acercarme a los asuntos de interpretación de imágenes.

Quede entusiasmado con la iconográfica, la mitología, la semiótica y con las grandes figuras de la arqueología cubana y del Caribe, asuntos que usualmente enganchan a mucha gente. Después de graduarme matricule historia del arte y seguí tres años de la carrera con la ambición de trabajar temas de estética e iconografía relacionados con objetos indígenas, hasta que las carencias del periodo especial (2) y las dificultades para viajar y permanecer en Santiago me vencieron. Sin embargo, en estos primeros años laborales, como parte del personal del Registro de Bienes Culturales en Holguín, aproveche para visitar todos los museos arqueológicos que pude y pasar tiempo leyendo los papeles de José García Castañeda, textos valiosos que quedaban en su biblioteca y seguir todos los posgrados disponibles.

Descubrí a Irving Rouse en inglés, tan olvidado por nuestra arqueología por política y por ignorancia, y los temas de cerámica arqueológica, que por cierto asumí de modo experimental pues comencé a hacer cerámica para aprender todo lo que implica esta industria, pero también para vender a los turistas y tener algo de dinero. Era una combinación increíble de sensación de pérdida, por la falta de futuro que significaba vivir en aquellas durísimas condiciones, y de esfuerzo por encontrar un camino en la vida profesional y personal.

Mis padres me sostuvieron ciegamente, como siempre han hecho, porque mi salario de recién graduado no era nada; sin ellos, su confianza, y sin la energía y la inocencia de tener veinte años, no se que habría pasado. Muchos de mis compañeros emigraron, gente muy buena y cercana, otros se fueron a trabajar en el turismo, o se perdieron en puestos burocráticos, en alguna pequeña escuela cercana donde se podía ir aguantando, o en lo que pudieron encontrar, mantengo vínculos solo con unos pocos.

Además de esfuerzo tuve la suerte de vivir en la ciudad de Holguín donde está el Departamento de Arqueología fundado por José Manuel Guarch Delmonte. La buena recomendación que suponía ser estudiante de María Nelsa y las mismas necesidades de personal del Departamento me dieron la oportunidad de entrar en la institución, parte de la antigua Academia de Ciencias de Cuba, en 1993. Era un ambiente diferente a todo lo que había tenido como experiencia profesional anterior, aun en el contexto de crisis, y viéndolos a ellos, conversando con Guarch, que fue el tutor de mi maestría, o trabajando con investigadores como César Rodríguez Arce, me convencí de que eso era lo que quería hacer.

Fueron años donde descubrí la arqueología de ¨verdad¨, al menos para los parámetros cubanos, por el tanteo que da acumular experiencias prácticas, seguir entrenamientos de investigación en el entorno de la Academia, con expertos como Pedro Pablo Godo o Jorge Febles, leer obras internacionales actualizadas, conocer gente que intentaba hacer lo mismo que yo y escribir mucho. Era trabajar todo el tiempo posible y sin mirar a los lados, solo por beneficios intelectuales, como la mayoría de nuestros profesionales de las ciencias sociales. Creo que sigo más o menos igual, solo que ahora tengo la energía extra de que mi esposa y mi hijo me aceptan así y me alientan, algo que no tienen todos mis colegas.

Como vez este es un camino muy personal para hacerse arqueólogo; cada arqueólogo cubano tiene su propia y particular historia. Como no tenemos carrera de arqueología desde ¨casi nunca¨, los que quieren hacer esto van dando tumbos detrás de una visión o un sueño, en los mejores casos, o llegan a un lugar donde necesitan de alguien que lidie con objetos arqueológicos y toman el puesto y hacen lo que creen o se cree, que le corresponde a un arqueólogo.

Por tal razón tenemos gente increíblemente buena, otros que hacen lo que pueden, y en general una profesión irregular, con muy poco apoyo y, con excepciones, con un mínimo de reconocimiento en tanto no se entiende cual puede ser su utilidad para un país en permanente pelea con la pobreza y con una historia que para muchos perfectamente se puede seguir con documentos.

He dicho antes que hacer arqueología es un privilegio, entre otras cosas por las experiencias de vida que puedes conseguir. También, en nuestro caso, por las personas que puedes conocer; hay de todo pero muchos de nuestros arqueólogos son gente muy útil y positiva, ejemplos de inspiración y espíritu que te dejan creer en el lado bueno de las cosas. Son muy necesarios en estos tiempos donde parece que casi todo, de algún modo, falla.

Que significó para ti el doctorado en la Universidad de Leiden?

Cuando obtuve mi doctorado al fin sentí un nivel serio de pertenencia a un entorno académico especializado, me sentí arqueólogo. Antes me veía como un aficionado al tema con ciertos conocimientos y una base universitaria en historia. No creo que muchos de nuestros investigadores que aun no son doctores no sean verdaderos arqueólogos pero personalmente, algo que solo aplica para mí pues tiene que ver con mi propia experiencia, me sentía poco capacitado para presentarme en entornos académicos internacionales y seguir investigaciones con requerimientos de alto nivel. Por supuesto un doctorado crea nexos profesionales que te ayudan en tu carrera futura.

Ahora tengo acceso a investigadores, instituciones, publicaciones y recursos sin los cuales es difícil un trabajo de impacto; también han cambiado mis metas e intereses y la escala en que estos se mueven. Creo que lograrlo ha sido un esfuerzo grande pero fructífero, especialmente si consideramos que vivo y trabajo fuera de La Habana, y que en general esto supone menos oportunidades y más problemas, además de los que llevamos todos los cubanos que enfrentamos un entorno académico internacional.

Llegue a Leiden, en Holanda, porque conseguí mostrar mi trabajo fuera de Cuba y hacer esto es un consejo que extiendo a otros colegas, aunque ahora casi todo el mundo tiene conciencia del asunto, que sería menos complicado si la interacción académica internacional no se viera con tantos prejuicios. El Grupo de investigaciones del Caribe de Leiden, es el más importante en Europa para investigaciones arqueológicas en el área y trabajar con sus integrantes y con su líder, Corinne Hofman, fue y sigue siendo una experiencia muy valiosa.

Allí puedes tomar una conferencia con gente que nunca imaginarias conocer y hacer estudios cuyos límites los ponen tu capacidad de crear. Antes mi trabajo se estructuraba en torno a Holguín y Cuba, a tono con nuestra visión regional, la cual se centra en las Antillas Mayores. En Leiden se ha construido una perspectiva que conecta todo el arco insular, incluyendo las para nosotros lejanas e ignotas Antillas Menores, con el espacio circuncaribe y no ignora incluso zonas más alejadas. Metodológicamente esto se sostiene en un esquema multidisciplinario en continua actualización, que dispone de todos los recursos necesarios y busca permanentemente fuentes de inspiración conceptual a partir de la comparación con otros espacios geográficos y académicos del mundo.

En el camino del doctorado no solo me enfrente a un gran tema de investigación, del que creo salió una imagen y una experiencia diferente y necesaria para nuestra arqueología e historia (la del mundo de los espacios coloniales tempranos); además mejore mi fe en lo que hago y construí nuevos lazos caribeños, con colegas puertorriqueños, como Reniel Rodríguez y José Oliver, o con investigadores de otras partes como University College London y The Alabama University, como Jago Cooper, Marcos Martinón Torres y Vernon James Knigth. Son personas, visiones, experiencias que te hacen más fuerte en todos los sentidos pues la arqueología no se hace en solitario, y que te ayudan a plantearte nuevas preguntas y concebir nuevas respuestas. Lo único que lamento es no poder haberlo hecho antes.

JAC–. Existe una expresión de que Holguín y en especial Banes, es una especie de paraíso o capital arqueológica de Cuba por la cantidad de sitios que existe, aunque se han descubierto otros sitios de gran interés en diversos lugares del país. Estamos ante un mito creado por los holguineros o una realidad?

RVR–. Es cierta la gran cantidad de sitios arqueológicos en el municipio Banes, también en el de Mayarí. Sin embargo, el término de capital arqueológica es totalmente relativo y simbólico. Depende de que parámetros uses para definirlo y del entorno de valor en que tales parámetros sean articulados. Considerando el número de sitios otras regiones de Cuba pueden reclamar esa denominación perfectamente.

No obstante Banes puede alegar aspectos de excepcionalidad que sin dudas prueban su relevancia en el panorama patrimonial y arqueológico cubano y caribeño (el carácter especial de las colecciones del museo Bani, la existencia del museo de sitio El Chorro de Maíta y su carácter único para entender el mundo colonial temprano, etc.). Pudiéramos decir que este análisis no lleva a nada pues siempre habrá argumentos a favor y en contra sin embargo, y con esto quiero dejar claro mi compromiso con Banes, en cualquier discusión habrá que considerar la enorme relevancia de este espacio. Para mi Banes es único por la importancia que en la identidad local tienen la arqueología y el pasado indígena de la región, y por su relevancia en la construcción de los diversos esquemas de interpretación arqueológica del universo patrimonial indígena en Cuba.

Mas allá del término, que muchos cubanos no holguineros aceptan, particularmente los que visitan Banes y sus museos, es bueno que esta conciencia sobre la importancia de Banes se movilice para proteger un patrimonio arqueológico que pese a ser tan reconocido está muy afectado y en permanente riesgo por diversos factores. Es necesario recordar que estos museos banenses necesitan de restauración y actualización y que además de su contribución cultural, ofrecen un aporte económico notable por su proximidad a zonas turísticas importantes, lo que debiera tenerse en cuenta al considerar su sostenibilidad.

JAC–. La divulgación de la arqueología en ocasiones cae en dos extremos. Uno es el convertirse en una atracción para el turista, en algo folclórico e incluso en un producto de films de aventura como los de Indiana Jones, y por otro lado la producción de textos de una alta especialización prácticamente ilegible para el común de los mortales, incluyendo entre ellos a muchos historiadores. Tú lograste en el capítulo del libro Historia de Cuba publicado en Archivo General de la Nación de República Dominicana un acercamiento a un público más general, sin ceder en la rigurosidad científica. Crees tú que se pueda generalizar esta forma de escribir el resultado de las investigaciones arqueológicas.

RVR–. Es posible y muchos autores lo hacen. Diría que es muy necesario pues constituye uno de los modos de lograr no solo una mejor comprensión del pasado sino un modo de convertirlo, al incidir sobre la conciencia colectiva, en una herramienta que perfeccione el presente y el futuro, y que garantice la sostenibilidad de la práctica arqueológica. Si los resultados de la investigación arqueológica no son comprensibles tampoco se podrá entender el valor de hacer estas investigaciones, de enseñar la disciplina a nivel profesional, de sostener económicamente estos estudios, etc.

El asunto, en su conexión con la historia, también tiene que ver con las limitaciones interpretativas de nuestra arqueología. Muchas veces nos quedamos en trabajos que solo describen objetos y no pueden llegar a la gente que los uso o produjo y a sus circunstancias de vida. Lógicamente estas descripciones de hachas y cerámicas, imprescindibles en ciertas fases del trabajo de investigación, dicen poco a los historiadores que con frecuencia nos ven como una rama menor de la historia o de la historia del arte.

Los lenguajes de presentación y los temas a tratar deben elegirse con cuidado pensando en el público y en los contactos disciplinarios que se quieren crear pero lo que no se puede hacer es pensar que la arqueología crecerá como disciplina escribiendo solo para otros expertos. Hay que buscar no solo un acercamiento más completo a los individuos y sus sociedades sino un espectro mayor de modos de presentar los datos arqueológicos a fin de reforzar el impacto social de una investigación que nos llevara, y esto no deben olvidarlo los historiadores, a capítulos del pasado no registrados documentalmente y que son tan valiosos como cualquier otro momento para construir una historia integral, que supere la ruptura que tradicionalmente se ha impuesto al verlo todo desde el prisma de la llegada-invasión europea.

JAC–Es indiscutible que la arqueología es cara, quizás muy cara en un mundo con una crisis que no acaba de finalizar. Mientras los historiadores con una laptop o un lápiz y un papel pueden llevar a cabo una colosal investigación sin moverse de un archivo o una biblioteca y luego publicar su texto en internet, sin acercarse a las cada vez más encarecidas publicaciones en papel, los arqueólogos necesitan trasladarse a remotos lugares, residir allí durante días, meses o años, con un gasto muy superior. Además recurrir a técnicas muy caras para demostrar sus teorías. Que piensas del futuro de la arqueología en los países pobres. Vez alguna solución para sufragar las investigaciones.

RVR–Es un futuro difícil y un reto enorme, donde los arqueólogos y gestores del patrimonio tienen una gran responsabilidad. Sin dudas se perderá mucho del patrimonio y con él lo que representa en términos reconocimiento de la historia de la humanidad. Lo veo como una batalla con muchísimos frentes. Los arqueólogos deben demostrar el valor de lo que hacen para ganarse un espacio y a la vez deben buscar apoyos que muchas veces están mas allá de su propio país, apelando a intereses académicos externos y a organismos internacionales.

Hay que motivar a las comunidades para que estas se sientan conectadas con su patrimonio y a su vez exijan el cuidado y protección de este. Hay que impactar las esferas de gobierno demostrando que el patrimonio es una herramienta que da cohesión al país, que es un rostro que debe mostrar lo mejor de nosotros y servirnos para interactuar con otros, y que bien manejado puede ser una fuente generadora de ingresos, como está demostrando La Habana Vieja.

Quizás parte de la solución este en ordenar mejor los pocos recursos disponibles, priorizando las investigaciones de mas impacto, los contextos de más valor, dejando libertad a soluciones descentralizadas donde las autoridades locales tengan más capacidad para actuar según sus prioridades, aunque sin olvidar intereses nacionales. Para Cuba el caso de Holguín es un buen ejemplo; la arqueología ha sobrevivido por un conjunto de factores que incluyen su vínculo con la identidad regional, su conexión con las tradiciones de investigación histórica, una relación directa con autoridades políticas y culturales, y un trabajo que logró crear espacios donde se prueba el valor social y económico del patrimonio y de la disciplina.

JAC—Como valoras hoy tu libro Banes precolombino publicado en el 2002?

RVR–Fue un libro sacado de mi tesis de maestría y me asombro que le gustara a un jurado de historiadores, que le dieron el premio de la ciudad. Lo escribí rápido, compilando y analizando los datos sobre Banes generados por la arqueología hasta aquel momento. Creo que como visión de los procesos asociados a la ocupación indígena de ese espacio sigue siendo útil. Hoy me parece algo simple, algunas cosas estaban equivocadas, como ciertos aspectos de la valoración del sitio El Chorro de Maíta, que posteriormente pude estudiar en detalle y rectificar.

No obstante, he tenido opiniones muy positivas de colegas cuyo criterio respeto mucho así que no puedo ignorar las alegrías que me dio ni la energía que saque de él. También marcó un giro en mis intereses, hacia temas de análisis de organización social usando aspectos de cultura material que inicialmente pretendía valorar desde el punto de vista iconográfico. A falta de recursos conceptuales para seguir este enfoque, tuve que buscar una nueva línea de trabajo y empecé a ver en los ídolos y ornamentos indígenas no un medio de interpretación mitológica o de principios chamanicos o totémicos, sino indicadores de organización y complejización sociopolítica.

JAC—En los últimos años estas empeñado en demostrar lo erróneo del criterio sobre el fin de la cultura aborigen en Cuba. Crees que se ha cambiado la mentalidad sobre ese asunto?. Que estás haciendo sobre este tema?
RVR–La sociedad indígena despareció, eso es claro, pero no despareció su cultura y los indígenas no murieron todos en unos pocos años del siglo XVI víctimas de la explotación laboral, las matanzas o las enfermedades, quedando excluidos de nuestra conformación nacional.

Se integraron de modo continuado durante varios siglos con otros componentes de la población cubana formando parte del individuo étnicamente diverso que somos hoy. En algunas partes del país ese individuo fenotípicamente puede ser más cercano a rasgos indígenas, como en ciertas áreas de Bayamo o Guantánamo, pero en otras aparentemente se halla ausente, aunque si evaluáramos a nivel genético tales poblaciones, de apariencia muy africana o europea, nos daríamos cuenta-como ha sido comprobado en los últimos años a partir de investigaciones de este tipo- que tienen componentes indígenas pese a una imagen de blanco, negro, mulato, etc.

Culturalmente el indígena sigue presente en nuestra habla, en nuestras leyendas, en la toponimia, en múltiples elementos de la medicina tradicional y en objetos de la cotidianeidad cubana -básicamente campesina-, como hamacas, bohíos, etc..Seguimos viviendo en gran parte un paisaje que ellos nos legaron en detalles de sus trasformaciones o manejo.

Esta opinión la comparten muchos especialistas y debe perfeccionarse y ampliarse cuando investiguemos mejor este proceso y los mecanismos que los descendientes de indígenas (catalogados como indios por la nomenclatura colonial) usaron para integrarse en el universo cultural y humano de Cuba, o que usó el poder colonial para invisibilizarlos.

Una parte del asunto es entender que se ha levantado una historia que niega y subestima esta presencia y su impacto real en nuestra cultura. Hay una tendencia, nacida en la misma construcción de la conciencia nacional cubana bajo el orden de la oligarquía criolla, donde no hay espacio para el indio; este sigue ausente, aun cuando esta visión es actualizada desde posiciones más progresistas, cuando se asume al negro, pues carece de suficiente voz en términos poblacionales y no es relevante para el nuevo discurso político.

Se han priorizado las raíces necesarias y aparentemente más relevantes en función de intereses que han ido cambiando con el tiempo y lo indígena ha sido dejado fuera, retomándosele ocasionalmente para modernizar el discurso independentista y nacionalista. Hay aquí una continuidad colonial en la concepción de lo cubano y de nuestra historia, pues al negarse lo indígena, posponerse su estudio, y compactar varios milenios de historia precolonial con alguna frase sobre antiguos habitantes y sobre las gestas de Hatuey y Guama, se perpetua una visión incompleta de lo que fuimos y somos, falsa en términos históricos y discriminante en términos de etnicidad.

Los estudios en El Chorro de Maíta demuestran que aun en el siglo XVI, en el entorno de la encomienda, un sistema de trabajo forzado que desarticulo la sociedad indígena y causo gran parte de las muertes, los indígenas encontraron soluciones para sobrevivir y mantener sus tradiciones y cultura. El estudio sobre la Virgen de la Caridad en la zona de Nipe y Barajagua, junto a Ángela Peña y Miguel Ángel Urbina, señala al protagonismo de los indios en los entornos rurales del siglo XVII.

Las exploraciones actuales en la zona de Managuaco y Las Cuevas, a pocos kilómetros de la ciudad de Holguín, sugieren que podría haber descendientes de indígenas allí, como indican los documentos históricos en el siglo XVIII. Si miramos otros espacios cubanos como Trinidad, Santi Spiritus, Camagüey, Bayamo, incluso La Habana, vamos a encontrar cosas parecidas. La arqueología esta conectándose con la historia para ir completando un escenario que es muy distinto al que promueve la historia tradicional. No pretendemos hallar indígenas desnudos, con pinturas corporales y azagayas en el siglo XIX, pero sus descendientes, gente con y sin conciencia de sus ancestros aunque portando sus genes y su cultura, estaban allí y siguen estando.

Aquí me refiero a los que podríamos considerar los descendientes de indígenas radicados en Cuba pero el indio también debe verse en relación a un continuado proceso de entrada de indígenas de diversas partes de América, que se documenta hasta el siglo XIX. Este otro fenómeno, que completa la diversidad étnica del indio como categoría colonial, no puede ser ignorado para entender dicha problemática.

JAC—¿Existe en estos momentos un interés por la arqueología, hay un lector de obras de carácter arqueológico sin ser un especialista?.

RVR–He tenido la experiencia de jóvenes que me preguntan como pueden estudiar arqueología, donde encontrar libros y revistas para saber sobre el tema. La gente llega al Departamento de Arqueología buscando información y los amigos me piden que les confirme si lo que sale en Discovery Chanel es cierto. En algunos países del mundo la arqueología es una profesión popular pues conecta aventura, ciencia, misterio, descubrimiento, antigüedad; vemos a diario como ciertos programas televisivos explotan estos elementos.

La capacidad de ir a lo desconocido y de hallar cosas, la curiosidad humana, tiene una gran oportunidad en la arqueología. No hay historias malas en estas circunstancias; siempre se dice que nuestro universo indígena no tenia templos o grandes tumbas y que esto hace imposible captar el interés de la gente sin embargo, Guarch Delmonte demostró como hacer ambientes interesantes y atractivos en la aldea de Yaguajay, o en el parque Bariay, y todavía las historias del Taguabo y Maicabo se escuchan en Antilla y siguen emocionando a la gente con su mezcla de espíritus indígenas y cuevas donde se revelan secretos.

Eso se puede contar si se sabe como hacerlo y seguro que alguien querrá escucharlo o leerlo. Existe el lector potencial pero no hay escritores suficientemente informados y pocos arqueólogos pueden conseguir el tono literario que se requiere. Fuera de Cuba tenemos ejemplos clásicos como el libro Dioses, tumbas y sabios, Alexandro, etc..en el Caribe un caso muy interesante, recientemente valorado por Teresa Zaldívar (directora del Museo El Chorro de Maíta)en su tesis de maestría, es el del escritor dominicano Marcio Veloz Maggiolo, que narra en algunas de su novelas y cuentos detalles de su muy brillante carrera como arqueólogo.

JAC—AL cabo de los años como ves la labor arqueológica de José García Castañeda y María Nelsa Trincado.

RVR–Descubrí a José García Castañeda a través de su biblioteca y si el se leyó los libros que tenía allí hay un Pepito que no conocemos. Hay que respetar a los actores de la arqueología prerrevolucionaria. Con la institucionalización de la arqueología en Cuba, en 1962, esta adquirió un espacio y una visibilidad que no poseía antes. Hay un mundo previo de gente que se dividía entre la profesión que le pagaba el día a día y aquella que movía su espíritu; hoy a veces tenemos que hacer eso pero en aquellos tiempos era lo común.

Había una vocación de investigación que en el caso de García Castañeda se conectaba con un interés de superación cívica de la sociedad holguinera, que no podemos ignorar ni dejar de elogiar. Fue un pionero en buscar el impacto social de la arqueología y consiguió, más que cualquier coleccionista de la época, hacer de esa cultura material a la que él y su padre dedicaron tanto tiempo, un objeto permanente de investigación cuyos resultados divulgaba a través de notas, folletos, artículos. Gracias a esas notas nosotros y arqueólogos que nos precedieron, tenemos información de sitios o áreas de sitios hoy destruidos, o podemos seguir opiniones que dan claves para entender tales espacios.

María Nelsa representa una línea de pensamiento y practica de la arqueología muy poco conocida. Su profesor Felipe Martinez Arango vivió en México y allí se relacionó con la arqueología de este país y trajó algo de sus métodos. Ellos aplicaron análisis de estudios cerámicos que seguían lo que proponía Irving Rouse (norteamericano y normativista pero a la vez un líder en temas de investigación cerámica mundial y uno de los padres de la arqueología caribeña), en un momento en que la arqueología cubana se enfocaba en seguir comportamientos económicos a tono con una reflexión propia del materialismo histórico, o seguía patrones de escuelas del campo socialista.

Por otro lado María Nelsa cultivo el vinculo con la arqueología social latinoamericana, una corriente de investigación alineada con las ideas marxistas pero descalificada en ese momento por la visión más ortodoxa de la arqueología cubana. Esto supone que estaba algo sola en el panorama arqueológico nacional pero de cualquier modo, con una personalidad fuerte y como profesora de historiografía cubana, prehistoria y con un conocimiento profundo de historia del Caribe y temas de antropología, capaz de vincular esto con la arqueología, era una persona difícil de cuestionar. No publicó mucho y lo que dejo se debería leer mas, no tanto por los datos que recoge como por la inspiración que brinda. Es un ejemplo importante del valor de conectar arqueología e historia, algo que los que fuimos sus estudiantes intentamos seguir haciendo. Fue una suerte haberla encontrado y es triste que no pudiéramos aprovechar a fondo todo lo que podía aportar, pues le quedo mucho por hacer y enseñar.

JAC–Cuáles son las prioridades de la arqueología cubana hoy?

RVR–Debemos mejorar la conexión con el sistema de manejo del patrimonio y a través de este, y de cualquier mecanismo disponible, promover a nivel de nuestra legislación nacional medidas que lo protejan mejor y definan la necesidad del trabajo arqueológico. Hay que crear y justificar trabajo para los arqueólogos. A más largo plazo hay que mejorar la formación profesional, y seguir buscando el establecimiento de una carrera y nuestra propia escuela, así como la organización nacional de la disciplina y su práctica; conseguir acceso a fondos internacionales e insertarnos realmente en los circuitos académicos mundiales.

También luchar porque se haga menos difícil la cooperación internacional y los trabajos conjuntos en Cuba. De cualquier modo creo que lo más inmediato, al menos en muchos lugares e instituciones, es buscar como sobrevivir los cambios socioeconómicos que está viviendo el país ahora mismo. Evitar la desmembración de centros y grupos de trabajo y perder lo que tanto ha costado crear. Debemos buscar ajustes efectivos sin dejar de pensar en como crecer.

El hospital, cementerio y el ayuntamiento de Holguín (1868 1878)

Durante la guerra de 1868 a 1878 uno de los problemas más serios que tenía que enfrentar el ayuntamiento de Holguín era el de la salud pública. La falta de higiene la mediocre alimentación, la constante tensión en que vivía la población, el hacinamiento de muchos vecinos que eran trasladados de los campos a las poblaciones desataron epidemias.

El ayuntamiento se encargó de sufragar en la medida de sus posibilidades el hospital. Ante el incremento de la mortalidad intentó mejorar la situación del cementerio y en general a todos los cementerios que se encontraban en el área del municipio. En ocasiones se presentan situaciones insólitas como dificultades para pagar la limpieza de la letrina de la cárcel. Asunto que se dará en varias ocasiones durante la guerra de 1868. (1)

También se establecieron medidas sanitarias ante la aparición de epidemias. El Cabildo, además de utilizar sus recursos para enfrentarse a las epidemias tenía la posibilidad de solicitar ayuda de las autoridades superiores. Casi siempre para solicitar estas ayudas se da una reunión ordinaria o extraordinaria del cabildo, se discutía la propuesta y si era aprobada se enviaba a la superioridad.

Un ejemplo de esto fue la solicitud de ayuda realizada el 17 de diciembre de 1869 al capitán general. El argumento que se utilizaba en este caso era el gran número de familias presentadas o aprendidas y las secuelas de una epidemia de cólera. Se hacían dramáticas descripciones de la situación por la que se solicitaba la ayuda. En una solicitud que hemos tomado como ejemplo en la guerra de 1868 se especifica que hay una multitud de familias en la miseria tanto por el cólera como la guerra. El cólera: «…se sufría por más de cuatro meses.» (2)

Sobre la situación de las familias se afirmaba que al cabildo llegaban: «… cada día familias desnudas y extenuadas por el hambre…» (3) Esta situación se repite a través de toda la guerra de 1868. A continuación ponemos un ejemplo de una crisis causada por una epidemia. En la reunión del 26 de marzo de 1870, se informa que la jurisdicción se encontraba atacada por epidemias de cólera, viruela y sarampión. Se encuentran en una situación crítica Gibara, Mayarí, Guabasiabo y Camazán. No hay recursos para ayudarlos por lo que se solicita ayuda al Capitán General. Una solicitud similar ya se había hecho en diciembre de 1869 sin lograr nada. (4)

En el funcionamiento del cabildo debemos también de analizar la creación de comisiones integradas en ocasione por miembros del cabildo o por vecinos prominentes. Esta comisión funcionará durante casi toda la guerra. Una de las medidas aplicadas por esta comisión fue dividir la ciudad en dos zonas que tendrían como límite la calle San Pedro cada zona sería atendida por un médico. (5)Por ejemplo el 7 de febrero de 1870 se crea una comisión encargada de realizar una inspección en los lugares afectados por epidemias. (6)

Hubo preocupación por el establecimiento de médicos y farmacéuticos y la existencia de farmacias en la comunidad. Otro asunto importante es que se apoyó el envió de enfermos a leprosorios y hospitales fuera de la comarca. Como fue el caso del traslado de enfermos al hospital de leprosos de Puerto Príncipe y el de enfermos al sanatorio de Alguea. Todo esto por parte del ayuntamiento. Podemos definir que en sentido general hay un interés por la salud de sus vecinos, pero se cuenta con pocos y en ocasiones ningún recurso.

El intento de restablecer un orden que ha sido profundamente afectado por la guerra lleva también a que en una reunión se planteé la situación del cementerio donde algunos vecinos realizan siembras entre las tumbas. Se decide prohibir tales acciones. (7)

El ayuntamiento holguinero hizo lo posible por mejorar las condiciones higiénicas durante la guerra de 1868 pero la falta de recursos ponía límites a estos intentos. La situación empeoró cuando en plena contienda Gibara se separó de Holguín y formó un municipio.


Notas.

1–Archivo Provincial de Historia de Holguín, Fondo Ayuntamiento Legajo 66, número 1973.

2–Archivo Provincial de Holguín. Fondo Ayuntamiento, Legajo 66, Expediente 1973.

3–Archivo Provincial de Holguín, Fondo Ayuntamiento, Legajo 66, Expediente 1973.

4–Archivo Provincial de Holguín, Fondo Ayuntamiento, Legajo 66, Expediente 1975.

5–Archivo Provincial de Holguín, Fondo Ayuntamiento, Legajo 66, Expediente 1973.

6–Archivo Provincial de Holguín, Fondo Ayuntamiento, Legajo 66, Expediente 1973.

7–Archivo Provincial de Holguín Fondo Ayuntamiento Legajo 66 Expediente 1977.