Por el Ms. C. José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Belisario en los estertores de la guerra de 1868

Movimiento 26 de Julio en Holguín; sabotajes, entrenamiento y centros de contactos

El general y los esclavos

Belisario en los estertores de la guerra de 1868

Belisario Grave de Peralta y Zayas, nació en Holguín el 16 de abril de 1841 en el seno de una antigua familia de terratenientes. En octubre de 1868 bajo las órdenes de su hermano Julio, se unió al ejército mambí. Hombre de arraigo en la jurisdicción de Holguín en 1877 había alcanzado el grado de Coronel.

A finales de 1877 en el campo de la revolución reinaban las sediciones, regionalismo, contradicciones políticas y ambiciones personales. En el bando español se habían concentrado una gran cantidad de tropas bajo el mando del General Arsenio Martínez Campos. Este dirigía una poderosa ofensiva político militar. Al mismo tiempo que lanzaba a operar decenas de columnas trataba de ganarse a los mambises. Había anulado la guerra a muerte y tomo otras muchas medidas para en lo militar debilitar la resistencia mambisa.

En el campo de la insurrección surgen con más fuerza cada día los que pretenden acabar la guerra lo más rápidamente posible, e ir a un acuerdo con España. En Camagüey, el mal germinó incontenible. Los miembros de la cámara, que radica en esos territorios influyeron decididamente en los jefes y oficiales para llegar al colapso final de la guerra.

En diciembre de 1877, en Camagüey, se pidió una tregua, el pretexto era reorganizar el gobierno. Martínez Campos, encantado, accede de inmediato. Se siguió adelante. La cámara se autodisolvió y se formó un llamado Comité del Centro. Los acontecimientos se precipitaron vertiginosamente, de las conver¬saciones y treguas se pasaron a los hechos. El 10 de febrero se firmó el pacto del Zanjón en Camagüey. La guerra llegaba a su fin en el heroico territorio agramontino.

En esos mismos días que entre saraos y alegrías se festejaba la paz indigna, en Oriente, Maceo batió al batallón San Quintín, una de las mejores unidades de combate española. Enterado con sorpresa de la falsa paz del Zanjón, Maceo pide una reunión en Baraguá de los principales, jefes de la revolución. Holguín no está escaso de pacificadores y traidores. El ocho de marzo Belisario informa¬ba a Vicente García:

El presidente de la junta local de Holguín Dr. Collado se había entendido con los españoles en negociamientos de no se que género y arrastró algunos jefes y oficiales y tro¬pas presentándose al enemigo…

En estos tiempos difíciles Peralta está en la nómina de la vanguardia. Maceo, quien lo ha combatido por su regionalismo y sediciones lo tiene en cuenta en los momentos de mayor peli-gro para la revolución. Le envía una comunicación dónde le expresa:

En breve Oriente habrá decidido su suerte, si se inclina a la paz puede obtenerla hon¬rosamente y provechosa: y si no estará en estado de continuar una lucha en la que fa¬vorecidos por mil circunstancias puede, o alcanzar el triunfo, o hacerla intermina¬ble…

Otros jefes como Vicente García, Modesto Díaz, Francisco Javier de Céspedes, Luis Figueredo, reciben similares comunicaciones, citándolos para una reunión que se efectuaría en Baraguá.

El ocho de marzo le expresaba Belisario a Vicente García: “…Yo me encuentro en este campamento del General Maceo en Baraguá en espera de una conferencia que debe celebrar con Martínez Campo”. Allí se le unen al Titán de Bronce y otros jefes de Oriente. Maceo les informa de su decisión de continuar la lucha y que efectuaría el 15 de marzo una conferencia con Martínez Campo en Baraguá.

El 15 de marzo muchos de los jefes y oficiales orientales están física o moralmente representados por la decisión férrea de Antonio Maceo. Aquel día los cubanos, en la palabra de Maceo, hablaron en un solo idioma: la independencia.

Se llegó a un solo acuerdo con Martínez Campo: se romperían las hostilidades.

Los cubanos crearon un gobierno presidido por Manuel Calvar y se dispusieron a combatir. Antes de que termine el plazo de la tregua, ya Vicente García tenía listas sus tropas para volver a la pelea. El 22 de marzo escribió en su diario:

Organicé una columna de infantería y la puse a las órdenes del coronel Peralta para que marchando sobre la parte norte de Las Tunas se emboscasen en el camino de Maniabón.

Al día siguiente una confiada columna enemiga avanza por el camino que están acostumbrado a pasear su prepotencia por aquellos terrenos, otrora campos de batallas y hoy testigos de una insurrección que se deshace. Pero lo que desconocía el jefe de aquella fuerza enemiga es que con la Protesta de Baraguá: “Renació la disciplina, el ejemplo insuperable de orden, de sentido del deber, de humildad, de acatamiento a la ley, de las instituciones de la república…”

Esto quedó en evidencia cuando el coronel holguinero carga contra el enemigo, matando e hiriendo con los mismos bríos de otros tiempos. Los españoles sorprendidos, se reorganizan contraatacan y logran recuperar sus muertos. Belisario volviendo a la socorrida táctica guerrillera, se retiró con dos heridos. El 25 volvió a batir una columna en Maniabón. El 30 envió una pequeña guerrilla para hostigar al enemigo que se encontraba en Paso de Arroyo Boniato. El dos de abril recibió una comunicación del General García que le pedía que se reuniera con él.

Ese mismo día le escribió: Enterado por mis espías de la presencia del enemigo en gran cantidad de las dos armas custodiando un convoy me dispuse a batirlo pero lo escabroso del camino en la parte del ajizal me hizo cruzar al lado opuesto y ante de que se percatasen del rastro mande romper fuego ocasionándole cuatro muertos vistos y varios heridos. Por nuestra parte hubo dos heridos del regimiento Jiguaní…

El cinco de abril se reunió en Murcielaguito, con Vicente García que se siente satisfecho de las operaciones realizadas por el holguinero. Pero no sólo tiene que combatir contra los españoles, los capitulados, los arrepentidos tratan de ganárselo. Su propio hermano Francisco, que se ha entregado al enemigo, le escribió en tres ocasiones para atraerlo a la traición. La última carta del ocho de abril, después de detallarle la precaria situación de la revolución, expresaba: “No te sacrifiques sin resultado, los españoles tienen hoy de sobra con que atender y destruir a Maceo y sus consejeros, esos grupos diseminados de insignificantes valimiento no cuentan con ninguna simpatía…”

Pero Belisario desoyendo el llamado de amigos y enemigos continuó en los campos con sus hombres. La situación del ejército Libertador es cada vez más crítica. A las operaciones militares se unen la política, tanto de los españoles como de los presentados, que tratan de atraerse a la paz bochornosa a los intransigentes. Abundan las deserciones, las presentaciones. Las noticias que llegan de la emigración son desalentadoras, Maceo que cumpliendo una misión del gobierno cubano se trasladó a Jamaica para pulsar el ánimo de los emigrados, informó del desconcierto que reina entre esos patriotas, por lo menos en Jamaica que fue con los que tuvo contacto.

Entre mayo y junio la mayoría de las fuerzas insurrectas deponen las armas. Vicente García encargó a Belisario que efectuara la firma del fin de las hostilidades de las tropas holguineras y tuneras, lo que se realizó el 24 de mayo de 1878:

Reunidos en virtud de órdenes de sus respectivos superiores, los coroneles cubanos y españoles Belisario Grave de Peralta y Don Alejandro Morales, en representación de la: fuerzas de ambos ejércitos que operan en la jurisdicción de las Tunas, hemos estipulado en uso de las facultades que se les han otorgado… para la capitulación militar…

Aunque ese día se firma de hecho la capitulación, Peralta esperará hasta el seis de junio para hacerla efectiva, ¿Por qué tanto tiempo? ¿Quizás confiaba en un renacer de la lucha? ¿Trámites para reunir todas las fuerzas? La pregunta no tiene respuesta todavía.

La tropa bajo su mando estaba integrada por «un Brigadier, doce jefes, 31 capitanes y oficiales, 73 sargentos, 350 individuos de tropa y 218 hombres más… Belisario dirigió una de las últimas fuerzas mambisas que depusieron las armas en el Norte del Oriente de Cuba en 1878.

Fuentes consultadas.
1.-José Luciano Franco: Antonio Maceo, Apuntes para una historia de su vida. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. I, p. 132.
2.-Archivo particular de Juan Andrés Cué Badá, Santiago de Cuba.
3.-Archivo Nacional de Cuba, Donativos y Remisiones, Legajo, 466, signatura 7.
4.-Sergio Aguirre: Raíces y Significación de la protesta de Baraguá, Editorial Político, La Habana, 1978.
5.-Beatriz Suárez: El Cantón Independiente de Holguín, (Inédito).
6.-Archivo Nacional, Donativos y Remisiones, caja 474, no. 23.
7.-Constantino Pupo Aguilera, Patriotas Holguineros, Holguín, 1956, p. 109.

Movimiento 26 de Julio en Holguín; sabotajes, entrenamiento y centros de contactos

Brazalete: perteneció a Emma Ricardo, pieza de construcción artesanal, hecha de tela roja y negra que data de 1953 mide 23cm de largo y 9cm de ancho. Lo confecciono la Emma cuando estaba incorporada al ejército rebelde en la zona de la capitanía de los berros

CÉLULAS Y COMPARTIMIENTOS 

El Movimiento 26 de Julio en Holguín se fundó en 1956. Tiene tres periodos, el primero comprende el año 1956, el segundo, el último semestre de 1957 y el tercero 1958. Estamos publicando varios artículos sobre esa organización en el año 1956 en Holguín. Los revolucionarios trataron de realizar una organización celular y con cierta compartimentación.
El movimiento 26 de Julio en Holguín: armas para matar y triunfar
Movimiento 26 de Julio en Holguín: fundación y primeros integrantes

Estos no conocerían a los máximos dirigentes de la organización y sólo tendría contacto con el jefe de la célula que le trasmitiría las órdenes emanadas de la dirección superior. La mayoría de los miembros del movimiento en aquellos momentos no aplicaron las medidas de seguridad que exige la lucha clandestina con toda la rigurosidad que demandaba el caso. La mayoría conocían quienes eran sus jefes, donde se reunían, como localizarlos. Los mismos miembros de la dirección hablaban públicamente contra el régimen y aprovechaban cada momento para expresar su desacuerdo contra la dictadura en plena vía pública, en la radio o en la prensa.

Casas de seguridad, es decir, casas de individuos que aparentemente no simpatizaban con el movimiento donde pudieran refugiarse los revolucionarios en un momento determinado, no existieron. Los combatientes se mantienen, en general, haciendo una vida pública normal. Por determinados hechos se dieron casos de que algunos pasan a la clandestinidad durante varios días, pero siempre acababan por regresar a la vida pública.

Aunque sin aplicar las medias de seguridad necesarias y que caracterizan este tipo de organización en Holguín se llegaron a crear algunas células, por ejemplo: Waldo Pérez, Idelgrade Zapatero, Sergio Góngora afirmaron en una entrevista con el autor que llegaron a tener sus respectivas células. En algunos barrios rurales también se creó este tipo de organización. En las células rurales si se cumplió más estrictamente la medida de seguridad, pues los miembros de la filiación no conocían a la dirección del movimiento.

Los jefes del Movimiento y los hombres de acción eran bien conocidos por la represión, prácticamente todos ellos habían sido detenidos en alguna ocasión. Incluso en épocas tan tempranas como en abril de 1956, cuando el ataque al cuartel Goicuría varios miembros de la dirección son detenidos. El servicio de inteligencia militar enemigo llegó a conocer los nombres de los militantes más activos.

Sin armas, sin recursos con que realizar sabotajes importantes los militantes del Movimiento se dedicaron a realizar cuanta acción pública pudieran para desprestigiar al régimen de Fulgencio Batista e incorporar al pueblo a la Revolución. Esto no fue un acuerdo, ni una orientación específica, sino una forma de actuar de la mayoría de aquellos combatientes. Aunque era indudable que esto fue sumamente provechoso en cuanto al proselitismo y la agitación, descubría ante los cuerpos represivos a los más aguerridos militantes.

CENTROS DE CONTACTO Y REUNIONES.

En la lucha clandestina es indispensable tener lugares donde realizar contactos y reuniones para ofrecerles información a los militantes. En Holguín estos lugares sirvieron para recoger o dar orientaciones, entregar propaganda, dinero, localizar un compañero, realizar esporádicos encuentros, hablar sobre una orientación y en fin servir de vínculo para resolver los numerosos y complejos problemas que se presentan en una lucha clandestina.

En Holguín sirvieron como lugares para realizar contactos, el puesto de frutas de Francisco Riverón en la Plaza del Mercado, el restaurante que administraba Arturo Pérez llamado La Cubana situado en la calle Frexes 99, entre Mártires y Máximo Gómez, el Club Casana, la fonda de Revellón en la Plaza del Mercado, la cafetería La Cubanita en Maceo entre Luz Caballero y Martí, una casa situada en la calle Prado número 19. También se realizaban contactos y reuniones en la casa de Ildegrade Zapatero en Cervantes entre Arias y Agramonte y el expendio que tenía este en la plaza del Mercado, en la bodega de Luis Peña. Se realizaron reuniones y contactos en otros lugares, pero más bien esporádicamente. El centro de contacto más importante que tenía el Movimiento 26 de Julio en Holguín era el expendio de frutas de Paco Riverón.

Francisco Riverón, de origen campesino, se había establecido en la ciudad alrededor de 1948 después de probar suerte en varios trabajos logró establecer, con la ayuda de algunos amigos, un puesto de venta de frutas y viandas en la Plaza del Mercado. Esta había sido construida en el siglo XIX para satisfacer las necesidades de venta y compra de productos en la ciudad, en ese año de 1956 estaba poblada de puestos de venta al por menor, acudían a ella cientos de campesinos trayendo los productos del campo con la esperanza de llevar algún dinero para su casa, llegaban allí también gran cantidad de compradores. Todo esto hacía que constantemente circulara numeroso público en esta área, lo que facilitaba el movimiento de los revolucionarios alrededor del puesto de Francisco Riverón.

Cualquier miembro del Movimiento 26 de Julio podía acercarse al puesto de ventas con el pretexto de comprar alguna fruta y mientras se la comía entregar o recibir cualquier orientación. También, por medio de mensajeros que tenía el puesto para llevar productos a clientes, repartían propaganda. La policía en ese año no llegó a conocer en detalles de las actividades clandestinas de Riverón ni de la utilización de su negocio como centro de contacto.

Otro de los centros de contacto era el restaurante La Cubana. Este bar restaurante se encontraba en la calle Frexes entre Mártires y Máximo Gómez, el administrador del restaurante era Arturo Pérez, miembro del Movimiento 26 de Julio que vivía al fondo del restaurante con su familia.

En el restaurante paraba la ruta de Ómnibus Consolidados la Cubana y al lado la Ruta 80; ambos hacían el recorrido de Santiago de Cuba a La Habana. Esto hacía que, generalmente, se encontraba gran cantidad de público. Era en este ambiente bullicioso donde se realizaban los contactos, en ocasiones, estando allí miembros del ejército.

Fue también un centro importante de repartición de propaganda. Arturo Pérez recibía la propaganda y la dividía en paquetes y por una contraseña acordada se la entregaba a los compañeros que la iban a buscar. En este lugar estuvo Frank País.

En una posada que se encontraba en la Plaza del Mercado, conocida como la fonda de Revellón, en ocasiones, se reunían los miembros del Movimiento. Allí había un expendio de comida y unos cuartos que se alquilaban. Cuando un miembro de las células de los barrios rurales o de otro municipio se tenía que quedar en Holguín se le llevaba a comer y a dormir allí. Este lugar tenía la ventaja de que tanto la comida como la habitación eran relativamente baratos lo que no representaban un gran desembolso para el Movimiento.

También se efectuaron contactos en la cafetería La Cubanita situada en la calle Maceo entre Martí y Luz Caballero. Uno de los centros más importantes, tanto de contacto como de reuniones era el Casana Club, situado en la calle Maceo frente al Instituto pre universitario y el Parque Infantil. De los empleados del Casana, tres de ellos René Elías Borges (Baracoa) encargado, y los camareros Raúl Sánchez y Víctor Paneque eran miembros del Movimiento 26 de Julio.

Cuando un grupo de revolucionarios tenía que efectuar una reunión ocupaban una mesa del salón y los empleados, miembros del Movimiento, les servían algunas bebidas alcohólicas. Así pasaban por un grupo de amigos que se reunían a tomar. En sus recorridos por los municipios de la antigua provincia de Oriente, Frank País se reunió en el Casana con la dirección del Movimiento en Holguín. Allí también se ocultaron armas. Se aprovecharon los momentos en que estaba cerrado para enseñar el manejo de una pistola.

Para sus actividades en este centro los combatientes contaban con un encubrimiento perfecto. El propietario del Casana era un incondicional al régimen. Aunque este llegó a sospechar que allí se realizaban actividades subversivas fue convencido por los empleados de lo “incierto” de esto.

El centro de reuniones habituales y que llegó a ser un verdadero cuartel del Movimiento 26 de Julio era la casa de Prado 19, entre Fomento y Progreso. En esta casa residía el matrimonio formado por Nelson Peña y Juana Badía García.

Nelson Peña era albañil y fue incorporado al Movimiento 26 de Julio por Pedro Díaz Coello y su cuñado Francisco Badía. Fue a principios de 1956 cuando él y su esposa alquilaron, por 20 pesos mensuales la casa de Prado 19.

La casa “…era de teja y corredor y un pasillo hacia atrás que tenía sala, saleta, cocina, comedor y tres cuartos… (1) En esa casa vivían el matrimonio y sus tres hijos.

Muy pronto Pedro Díaz Coello y Francisco Badía convirtieron la vivienda en un verdadero cuartel del Movimiento. Se efectuaron reuniones, visitaban la casa compañeros en busca de información. A veces Pedro Díaz Coello se quedaba a dormir en un cuarto que le habían reservado. Una noche fue detenido por la policía allí. En muy pocas ocasiones se guardó en este lugar propaganda, armas o cualquier otro material comprometedor. Prado 19 era en esencia un centro para realizar reuniones y contactos. Fue visitada por compañeros del Movimiento de otros municipios. Uno de los lugares frecuentados por los revolucionarios holguineros eran dos bancos situados en el parque Calixto García. Estos bancos situados frente al Terraza Club y la tienda los Retazos en la zona del parque frente a la calle Libertad. Los revolucionarios holguineros llegaron a identificar este lugar como “El Banquito”. Allí casi todas las noches acostumbraban a ir compañeros del Movimiento 26 de Julio, militantes del Partido Socialista Popular y desafectos al régimen, en general.

Las conversaciones convergían siempre hacia la agitada vida política del país. Era un centro de propaganda y difusión de las ideas revolucionarias. El banquito sirvió también para crear unidad de acción entre los compañeros que se enfrentaban al régimen.

Los empleados no comprometidos con el movimiento clandestino del Casana Club, La Cubana, el puesto de frutas de Paco Riverón, así como los vecinos de Prado 19 seguramente sospechaban de la labor clandestina que se efectuaba en esos lugares. Sin embargo, no se producen denuncias. Era una solidaridad silenciosa y no siempre reflejada en los estudios históricos.

ACCIÓN Y SABOTAJE

El jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente era Frank País. En el municipio de Holguín fueron jefes de acción y sabotaje Víctor Paneque y Manuel Borjas Borjas. El frente de acción y sabotaje se encargaba fundamentalmente de los sabotajes y los entrenamientos.

Para los sabotajes se presentaba una primera dificultad la falta de recursos de todo tipo para llevarlos a cabo. Los explosivos, que es el material esencial para este tipo de acción, fueron muy escasos. En vista de esto los sabotajes que se realizaron fueron fundamentalmente el de romper cristales de tiendas e instituciones oficiales, producir cortos circuitos en el tendido eléctrico, quemar puentes de ferrocarril, lanzar grampas en carreteras y calles para ponchar los autos.

La mayoría de estas acciones fueron realizadas por un grupo de militantes que se habían agrupado alrededor de la dirección del Movimiento 26 de Julio y que estaba integrada por los más activos y decididos combatientes entre ellos se encontraban: Luis Peña, William Aguilera, Gilberto González Rojas, Eddy Suñol Ricardo, Delio Gómez Ochoa, Antonio Pérez Herrero, Manuel Borjas Borjas, Waldo Pérez y otros. Se destruyeron a pedradas utilizando la protección de la noche los cristales de la compañía telefónica, compañía eléctrica y varios edificios públicos.

Se hicieron intentos para destruir o inutilizar las líneas que conducían la electricidad a la ciudad de Holguín. Estos consistían en tratar de unir los cables por medio de una cadena lo que creaba un corto circuito y provocar un apagón en la ciudad.

También se intentó dinamitar las bases de las torres. Estas acciones fueron realizadas por compañeros de las células de la ciudad y de las Cruces de Purnio, pero no se obtuvieron los resultados que se esperaban. La escasez de explosivos y la resistencia de las torres que sostenía los cables eléctricos impidieron su destrucción. La desproporcionada altura de los torres y lo difícil de hacer llegar a ella una cadena frustraron la mayoría de las sabotajes contra el fluido eléctrico. Las células de Cacocum, Mir, y las Cruces de Purnio incendiaron algunos puentes del ferrocarril.

Estos puentes eran de maderas, se impregnaba la base de gasolina y se incendiaban. Aunque no se llegaron a inutilizar completamente. También se regaron grampas dobladas de forma que el caer siempre quedara una parte de la punta hacia arriba para ponchar los autos. En esto se destacó especialmente Luis Peña, la célula de Mir colocó en la carretera central piedras de grandes proporciones para detener el tráfico.

Los efectos materiales los sabotajes realizados en Holguín en 1956, en realidad, fueron pocos. Si bien el factor fundamental fue la falta de recursos materiales es indudable que el efecto político se dejó sentir. El hecho de que a menudo aparecieran petardos, aunque no hubiesen estallado, que se encontraran un puente incendiado, los intentos de destruir una torre de conducción de electricidad y otras acciones, independientemente del resultado de estas, crearon una atmosfera de inseguridad en las fuerzas represivas y dejaba sentir la presencia de la Revolución.

Era también una forma de que el pueblo paulatinamente se fuera incorporando a la lucha. A esto hay que sumarle los acontecimientos nacionales: el movimiento estudiantil y obrero, las diversas acciones del Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular en otras ciudades. Todos estos hechos nacionales y locales hicieron que al finalizar el año 1956 Holguín se encontrara en un ambiente de inseguridad.

LOS ENTRENAMIENTOS

Uno de los principales objetivos del Movimiento 26 de Julio en Holguín era preparar a sus miembros para cuando se efectuara la llegada de Fidel, que se encontraba en México, incorporarlos a la lucha armada. Para esto se realizaron algunos entrenamientos. El jefe de acción y sabotaje era el responsable de dirigirlos.

Generalmente cuando se realizaba un entrenamiento iban menos de diez compañeros, tanto por la falta de recursos para trasladarse, como para no despertar sospechas en los cuerpos represivos. Se realizaron en las Cruces de Purnio, barrio rural situado a unos 20 km de la ciudad de Holguín, Sao Arriba, otro poblado en las cercanías de la capital provincial, en la finca de los padres de Pedro Díaz Coello, en la zona de Nipe y otros lugares.

Eran zonas donde había bosques o sabanas para poder realizar los ejercicios sin ser importunados por curiosos. Además, residían en las inmediaciones de esos parajes miembros o familiares de los militantes. En las Cruces de Purnio había una célula, en Sao Arriba Víctor Paneque tenía familia y en Nipe residía la madre de Pedro Díaz Coello, Zoila Coello Labrada, que era además una activa colaboradora del Movimiento 26 de Julio. Esto permitía que en caso de ser descubierto poder tener un pretexto de su presencia en esos lugares. Para trasladarse utilizaban autos de miembros o colaboradores del Movimiento.

La preparación consistía en primer lugar en enseñar el manejo de armas de fuego. Se utilizó para esto un M-1, un Springfield y una pistola. A los miembros del Movimiento se les enseñaba el manejo teórico, pues nunca se efectuó un disparo con ellas por la falta de parque, se realizaron disparos con fusiles calibre 22 y escopetas de cartucho.

Se enseñó también como utilizar el arma en la lucha cuerpo a cuerpo, como avanzar, protegerse en el combate, etc. Se enseñó teóricamente la utilización de explosivos y la confección de cocteles molotov.

Muy pocos miembros de las células creadas en los barrios rurales participaron en estos entrenamientos. Pero los compañeros de esas células que participaron se encargaron de enseñar lo que habían aprendido. Así Eddy Suñol, jefe de la célula de las Cruces de Purnio se le encomendó enseñarles a sus compañeros el manejo de armas de fuego. Algunos compañeros por su cuenta, con el pretexto de que estaban cazando se dedicaron a practicar tiro con fusiles deportivos.

De todos los miembros del Movimiento 26 de Julio en Holguín en 1956 solo dos tenían experiencia militar y conocía el manejo de armas. Teniendo en cuenta esto los entrenamientos por muy rudimentarios que fueran tenían un valor práctico para la lucha: el enseñar el manejo de armas de fuego a los militantes. Era también una forma de probar a los hombres, de mantener la moral y la cohesión de la organización.

NOTAS

1.-Juana García Badía, Entrevista, Archivo de la Sección de Historia del DOR del PCC provincial, Holguín.
Entrevistas realizadas por el autor a: Francisco Badía, Manuel Borjas Borjas Hernán Pérez Concepción Adrián Betancourt, Gaspar Carballido, Antonio Cimarro, José González del Río, Ofelio González, Sergio Góngora, Delio Gómez, Waldo Pérez Mulet, Arturo Pérez Cuenca, Raúl Sánchez Concepción, René Elías Borje (Baracoa), Hernán Pérez Concepción, Manuel Angulo Farrán, Enrique Subirat, Edison Hidalgo y otros.

 El general y los esclavos

La élite que en octubre de 1868 organizó la sublevación contra España era un grupo de terratenientes, profesionales y de otros oficios y orígenes pero eran lo que en la Cuba de 1868 se consideraba en el sentido social un blanco. Entre los conspiradores no había negros, ni mulatos que tuvieran un papel clave en la organización y dirección de la revolución y mucho menos esclavos.

Fue la decisión de la parte blanca y propietaria de la población cubana la que prevaleció en la dirección de los alzamientos de octubre, noviembre de 1868 y febrero de 1869. El grupo regionalista caudillista de Manzanillo lo expresó muy claramente en su programa político. Este fue cuidadosamente elaborado por un grupo de terratenientes blancos, el 6 de octubre, en el ingenio El Rosario. El lugar era todo un símbolo de las ideas que lógicamente debían de prevalecer en el. La independencia de la isla se organizaba por un grupo de propietarios de esclavos. La versión final de este programa, leído el 10 de octubre en La Demajagua, también un ingenio azucarero donde laboraban esclavos, expresaba“… deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud”. (1)

Siempre se ha interpretado ese razonamiento de Céspedes como una especie de intento de atraerse a los grandes hacendados esclavistas del occidente. Quizás en el criterio podía existir ese trasfondo, pero en esencia es la opinión de un grupo de propietarios de esclavos. Es cierto que las cifras de esclavos en el oriente eran muy reducidas. Pero también debemos de comprender que el capital de esta gente era escaso por lo que el campesino o terrateniente que tuviera uno o dos esclavos tenía una propiedad de cierta importancia respecto al total de sus riquezas. Además propiedad que le era rentable, pues de otra forma no los hubiera adquirido. No podemos olvidar esa realidad. En el mismo documento se expresa el criterio que se tenía respecto a los negros: “…la isla de Cuba no puede prosperar porque la inmigración blanca, única que en la actualidad le conviene, se ve alejada de nuestras playas por las innumerables trabas en que se le enreda”. (2)

Es un concepto por entero racista. Muy en boga en el pensamiento de la burguesía cubana de la época. Toda la documentación generada por el gobierno revolucionario constituido en Bayamo, luego de la captura de esa población, tiene el sello de ser emitida por propietarios de esclavos.

La actitud oficial del gobierno establecido en Bayamo sobre la esclavitud quedó plasmada en una orden del día 29 de octubre publicada en El Cubano Libre: “Queda prohibido desde este momento a todos los jefes y subalternos del Ejército Libertador admitir esclavos en sus filas, a menos que sea con facultad de sus dueños o mía”. (3)

En un bando del 12 de noviembre de 1868 respecto a la esclavitud se disponía que serían juzgados y ejecutados los soldados y jefes de las fuerzas libertadoras que: “…se introdujeren en las fincas ya sea para sublevar o ya para extraer sus dotaciones de esclavos”. (4)

El 27 de diciembre de 1868 Céspedes firma un decreto de abolición condicionada de la esclavitud en el que expresa: “Quedan declarados libres los esclavos que sus dueños presente luego con ese objeto a los jefes militares reservándose a los propietarios que así lo desearen el derecho a la indemnización”. (5)

Todos estos documentos merecen varias lecturas. Es cierto que refleja el criterio de la dirección revolucionaria oriental respecto a la esclavitud. Esta al igual que cualquier otra propiedad sería respetada por el nuevo estado instaurado en los territorios ocupados por los insurrectos. Pero al mismo tiempo esas órdenes del día y bandos prohibiendo incorporar a las fuerzas libertadoras a los esclavos nos pueden situar ante una realidad. Algunos patriotas comenzaron a incorporar a las fuerzas insurrectas esclavos sin la autorización de los dueños. También es posible que otros propietarios, como hizo Céspedes con sus esclavos, los liberó lo que fue sancionado por el líder insurrecto en su decreto de abolición de la esclavitud.

La realidad de la guerra también fue un factor importante a la hora de decidir sobre los esclavos. Las victorias insurrectas de los primeros meses de la contienda se debieron esencialmente a la superioridad numérica. Esta relación era necesaria mantenerla a toda costa lo que fue comprendido por los líderes revolucionarios. De inmediato se recurrió a la masa de esclavos donde se comenzaron a reclutar los hombres útiles para la guerra. En la jurisdicción de Holguín ocurrió un hecho que puso al descubierto la diversidad de criterios que tenía la dirección revolucionaria sobre un asunto tan delicado como la esclavitud.

El 3 de enero de 1869, Julio Grave de Peralta el líder local de mayor relieve le cursaba órdenes al comandante de armas de Mayarí, Carlos María Delgado, donde le decía:

“…procedera según las instrucciones que le he dado á reclutar todos los esclavos útiles para la guerra, sin extraer ninguno de los que considere inútiles de las fincas de sus dueños para servir en otras, pues aunque todos son libres están obligados a los que fueron sus dueños sin pagas mientras que dure la guerra…” (6)

De esta forma de hecho la esclavitud quedaba eliminada del territorio holguinero controlado por los insurrectos. Por la amplia gama de necesidades de un ejército una parte considerable de los esclavos podían ser incorporados a las tropas libertadoras. Este documento contradice por entero todo lo estipulado por Carlos Manuel de Céspedes desde el día del alzamiento respecto a la esclavitud. ¿Conocía Céspedes que esto ocurría en una comarca subordinada a su gobierno? Un hecho parece arrojar luz sobre la actitud de Céspedes respecto a esta medida de Julio Grave de Peralta. Los propietarios de un ingenio de la comarca holguinera le propusieron a Julio Grave de Peralta: “…se les dejasen las respectivas dotaciones de sus fincas á condición de ceder todos los frutos de la misma al Gobierno de la República”. (7)

Julio Grave de Peralta informó de esta situación a Céspedes y le pidió autorización para aceptar esta oferta. Al no recibir respuesta de aquel insiste el 30 de marzo de 1869 en otra carta donde le expresa:

“….como quiera que a un no ha descendido su resolución, ruego a U. se digne providenciar lo conveniente comunicármelo para la notificación que ha lugar á los interesados.”. (8)

Podríamos preguntarnos, si fue una decisión personal de Julio Grave de Peralta, por qué tiene que solicitar autorización de Céspedes para realizar una excepción. Si analizamos esta documentación comprenderemos que Céspedes estaba al corriente de la forma de actuar de Grave de Peralta respecto a los esclavos. Incluso tal parece que el caudillo holguinero cumplía órdenes y disposiciones de Carlos Manuel.

También surge una interrogante de ¿De dónde salió esa masa de esclavos que acompañó a Donato Mármol al combate del Salado? ¿Conocía Céspedes que Mármol reclutaba los esclavos sin autorización de los dueños? Es difícil que desconociera esa realidad.

Fuera de los detalles el hecho real es que tanto en el sur como en el norte de oriente los esclavos fueron incorporados a las fuerzas libertadoras independientemente de los criterios oficiales de la revolución.

¿Por qué esta extraña actitud de decir una cosa y hacer otra? Quizás pudo influir en esta dualidad el tratar de ganarse para la causa de la revolución a los hacendados occidentales propietarios de gran cantidad de esclavos. Pero no creemos que este fue el criterio que prevaleció en la dirección revolucionaria. Es asombrosa la sinceridad de esta élite en los documentos oficiales. El criterio que prevaleció fue producto de una realidad lacerante: la guerra. En estos momentos prevalecía una táctica entre los insurrectos: imponerse al enemigo por el número. El asunto dio resultado hasta el combate del Salado. (9) Para esto hacían falta todos los hombres disponibles por lo que fueron reclutados los que pudieran combatir fueran esclavos o libres.

NOTAS

1- Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1974. T I. p. 111.
2 –Idem p. 110.
3 – Idem p. 123
4 – Idem p. 129.
5 – Idem . p. p. 144, 145.
6 – Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro de Borradores Al comandante de Armas de Mayarí Carlos María Delgado. 3 de enero de 1869
7 – Ídem A Carlos Manuel de Céspedes 30 de marzo de 1869.
8 – Ídem
9- En el combate del Salado librado contra las tropas colonialistas que avanzaban sobre Bayamo los mambises intentaron imponerse por el número lanzando al combate una gran masa de soldados. La mayoría de ellos antiguos esclavos pero fueron derrotados.