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José Abreu Cardet
El sábado 27 de octubre de 1962 a los 5 días de que se desató la crisis de octubre la artillería antia érea soviética dislocada en el territorio del municipio Banes derribó un avión espía estadounidense del tipo conocido como U-2. Sobre aquel acontecimiento se han escrito diversos textos y se han hecho numerosas reflexiones.
Asunto menos conocido es lo que ocurrió con los restos de aquel avión mientras el mundo se preparaba para ir a una guerra mundial. El avión cayó en un lugar llamado Veguita 3 en Banes. Los primeros combatientes que acudieron al lugar se quedaron asombrados, pues la nave se desplomó en medio de un triángulo formado por tres casas y ninguna de ellas sufrió daños. Uno de los combatientes recordaría años después que lo que quedó del avión estaba “Convertido en una verdadera criba, por los miles de agujeros de todo tamaño que lo atravesaban” (1)
Raúl Castro en aquellos momentos Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, ordenó personalmente que se enmascararan los restos del avión. Se temía un ataque enemigo para tratar de destruirlo y borrar toda evidencia de la violación del espacio aéreo. Lo primero que se hizo fue arrancar una gran cantidad de matas de plátanos y sembrarla en el lugar donde había caído el avión. De esa forma desde el aire las naves de reconocimiento verían un platanal.
Luego los zapadores del Ejército Oriental utilizando hachas seccionaron el U 2 en pedazos. Se trajo una rastra y en ella se trasladó para un lugar llamado La Caimana, zona boscosa y de Cuevas a propósito para ocultarlo.(2) De esa forma se evitaba que el enemigo en represalia destruyera los restos de la nave.
Aquel montón de chatarra era una prueba de primera mano para demostrar la violación del espacio aéreo cubano.
NOTAS:
1– Ernesto Pérez Shelton y Eduardo Yasells Ferrer Crisis de octubre Alarma de Combate. Casa editorial Abril 2007. p. 98.
2– Ernesto Pérez Shelton y Eduardo Yasells Ferrer Crisis de octubre Alarma de Combate. Casa editorial abril 2007. p. 94.
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Memoria Holguinera radio angulo en internet
José Abreu Cardet
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En la segunda mitad del siglo XVIII el oriente de la isla de Cuba a los ojos de los emigrantes llegados de la península y las islas canarias sería algo así como tierra amazónica. La región había estado por completo separada del vertiginoso desarrollo que alcanzó la industria azucarera cubana que convirtió a la parte occidental en meta de los emigrantes. La costa norte del oriente estaba muy poco poblada. Una buena porción de ella era ocupada por la jurisdicción de Holguín.
Creada en 1752 era territorio de pocas perspectivas económicas. No contaba ni siquiera con un puerto. El comercio de contrabando se encargaba de abastecer de lo necesario a los vecinos. Vivir allí era algo así como morir en vida. Es por eso que sorprende la decisión del canario José Romero de Medina de establecerse en aquella apartada comarca del imperio español. Hombre emprendedor decidió que si no existían las riquezas el se encargaría de hacerlas.
Con tesón y trabajo logró hacerse propietario de una nada despreciable riqueza agrícola y urbana. El monto de esta lo situó como una de las personas de más fortuna de la jurisdicción. Parte importante de sus inversiones las realizó en las inmediaciones de la bahía de Gibara.
Construyó un trapiche y estableció varias vegas de tabaco y una finca con 20 000 cafetos. Para atender sus propiedades disponía de 33 esclavos. Esas costas eran visitadas con cierta frecuencia por goletas inglesas que mantenían un tráfico activo con el resto del Caribe y Norteamérica. Las más de las veces los tratos eran ilícitos.
Como toda evidencia de aquella actividad quedaban las huellas de los hombres y botes en las arenosas playas de Gibara. La marea cómplice eficiente en su ir y venir acababa borrando aquella prueba de la ilegalidad.
Además de lo muy grato de ese comercio sin aduanas había otro factor que pudo influir en la decisión del canario de establecerse en Gibara. La ciudad de Holguín, cabecera de la jurisdicción, se encontraba a unos 30 kilómetros de la costa. La bahía de Gibara era la más cercana a sus calles. Esto seguramente que fue analizado por el canario para comenzar sus inversiones en aquel lugar. Podríamos preguntarnos hoy si pensaba en el futuro. Veía más por instinto que por lógica el deseado surgimiento del puerto de Gibara.
En Holguín, Romero conoció a Doña Victoriana de Ávila y González de Rivera. Descendiente de una familia fundadora de esta comarca. No era hombre pobre en busca de heredera rica cuando le declaró su amor a la holguinera. Así se demostró en la boda realizada el 24 de enero de 1798 en Holguín. Llevó al matrimonio como dote más de cinco mil pesos. Cifra astronómica para aquella comarca con escasa actividad comercial.
En 1817 el gobernador de Holguín, Francisco de Zayas, emprende la construcción de un puerto en la bahía de Gibara. El funcionario comprendió que el éxito de su iniciativa dependía por entero del apoyo de los vecinos de la comarca. El imperio español se encontraba en un momento realmente difícil para que se pudieran atender sus reclamos de ayuda oficial.
Romero apoyó la excitante aventura de abrir una puerta al comercio y las relaciones internacionales en este apartado rincón del Caribe. Había comprendido el canario que el comercio de contrabando ya resultaba estrecho para la producción local. El nuevo siglo XIX trajo un desarrollo sin precedente en la isla que había llegado a Holguín. Romero aceptó el reto.
Su interés mayor se concentró en el desarrollo del puerto. Desoyendo consejos de los más cautos que no veían con buenos ojos aquello de establecerse sobre la marismas de la solitaria bahía. En un territorio inundado cada noche por oleadas de cangrejos, visitado con frecuencia por perros jíbaros y más esporádicamente por piratas, Romero construyó su casa, una de las primeras del puerto, donde instaló a su esposa, levantó un almacén e incluso una relojería. No se preocupó más por su amplia casona de tejas y mampostería situada en el centro de la ciudad de Holguín, donde tenía un activo comercio. Ahora sobre el nuevo puerto volcó todo su entusiasmo e iniciativa.
Emprendió una obra que para todos era descabellada: la construcción del primer muelle. Era la primera instalación de la superestructura del puerto. Viendo el asunto desde nuestros días el hecho parece como tema insignificante. Pero que un vecino de esta apartada comarca del norte del oriente de la isla emprendiera tal obra es asunto que asombra todavía. Un muelle para el comercio era más que una simple inversión comercial. Era ante todo una proyección del espíritu en los nuevos tiempos que se avecinaban.
Su confianza en que muy pronto comenzarían a aparecer clientes se vio plenamente justificada cuando la población se incrementó bruscamente. Primero con una intensa emigración interna y luego con la llegada de personas de los más diversos confines de la tierra ilusionados con las muchas posibilidades de riquezas que le ofrecía el puerto. No pocos de estos eran canarios que se establecieron en el hinterland del puerto. No es de extrañar que José Romero un vecino de tanta iniciativa se le nombrara capitán pedáneo de la comarca.
Con anterioridad había ocupado otros cargos importantes como alcalde ordinario del cabildo de Holguín. El matrimonio de la holguinera y el canario se vió envueltos en una aplastante desdicha cotidiana; la infertilidad había sentado su patronato en la pareja. Estaban rodeados de una ausencia absoluta de voces de niños. Pero tal desdicha no tomó el cause de la amargura y el desequilibrio emocional. Eran gentes bondadosas y muy dadas a ayudar al prójimo. Pero sobre todo se amaban profundamente.
No había obra pública que no encontrara desde los primeros momentos el apoyo del matrimonio. Sufragaron casi todos los gastos de la construcción de la iglesia de Gibara y el hospital de la ciudad de Holguín. Ambas son hermosas, sólidas y amplias construcciones que han sobrevivido al tiempo y a la bondad de aquella pareja. Hoy la iglesia de Gibara es una de las más hermosas del oriente de la isla. El hospital es un asilo de ancianos.
En 1848 fallece José Romero. El canario había logrado acumular una considerable fortuna que dejaba al cuidado de su esposa. La mujer dedicó todo su esfuerzo a proteger a los desdichados y participar en cuanta obra social se le solicitaba. Fue por esto que se le conoció como la benefactora de Holguín. Ella se encargó de la construcción además del primer hospital entre otras muchas obras de beneficio para su ciudad natal.
La historia de Victoriana de Ávila y José Romero Medina ha quedado como un puente espiritual que une a nuestras islas. A diferencia de muchos emigrados que solo se preocuparon por acumular capital olvidando por entero la suerte de la isla, Romero y Victoriana fueron ejemplos de la bondad humana.
La parte colonial de la ciudad de Holguín está constituida por un conjunto de calles organizadas en perfecto orden geométrico. Las dos calles centrales forman un eje integrado por cinco grandes parques. Los nombres con que han sido bautizadas esas plazas han variado en el tiempo. Han tenido nombre de santos y reyes, de gobernantes orgullosos, de esposas de dictadores, de héroes y mártires. Uno de esos parques, el más pequeño de todo fue bautizado con el nombre de Victoriana de Ávila. Desgraciadamente no se recordó a José Romero, el noble canario que apoyó a su esposa en todas sus obras. Pero la memoria colectiva en ocasiones es desagradecida. Los holguineros cambiaron el nombre de aquel parque por el de uno de sus héroes. La buena de Victoriana cayó en el olvido. Aunque una parte de esa plaza que llevó su nombre está ocupada por el vetusto edificio que ella construyó con al apoyo de José para hospital. Hoy ese parque se llama José Martí. Primero había sido bautizado con el nombre de la esposa de un canario luego con el del hijo de una canaria. Tal parece que no se puede andar en el pasado de esta isla sin encontrar de una u otra forma la raíz canaria de todos los cubanos.
FUENTES.
José García Castañeda, Victoriana la benefactora de Holguín, Inédito.
Mireya Duran Delfino, El hospital civil de Holguín, Publicaciones del Archivo Provincial de Holguín, Holguín, 1987
Testamento de José Romero, Fondo Protocolos Notariales, Numero 23, Archivo Provincial de Holguín
Archivo personal de Enrique Doimeadios Cuenca.
Publicado en Memoria Holguinera Radio Angulo en Internet. Link: CompartirLa silenciosa bondad de aquellos olvidados amantes (icrt.cu)
José Abreu Cardet
El año 1871 fue terrible para el movimiento independentista cubano. La mayoría de las fuerzas sublevadas en Las Villas tuvieron que replegarse a Camagüey. Sobre este último lugar se concentró una intensa ofensiva hispana, que causó un efecto desastroso, en especial, entre los muchos civiles que acompañaban a los insurrectos.
En el Oriente de la isla tambien se desató una intensa ofensiva. Los mambises escasos de armas y parque no podían contenerla. Calixto García Iñiguez, el seis de febrero de 1874, escribió en su diario los recuerdos de aquel año. En los momentos en que hizo esas remembranzas la situación había cambiado por completo. Los mambises habían aprendido a combatir, contar con armas y parque, unos llegados en expediciones y otros capturados al enemigo. Habían obtenido relevantes victorias, algunas de ellas dirigidas personalmente por Calixto. España se encontraba enfrascada en guerras civiles. En esas circunstancias es que el genial guerrillero rememora aquellos momentos desastrosos. Una reunión con el General Máximo Gómez lo lleva inesperadamente a aquel pasado terrible. Ponemos a disposición del interesado en la historia y las campañas militares esas notas del General Calixto García. Hemos respetado la ortografía y redación original.
6 (febrero 1874)
Mi reunión con el General Gómez ha traído a mi memoria recuerdos de otras épocas, épocas desgraciadas en las cuales la Revolución agonizaba y en la que sólo la fe inquebrantable del patriota podía vislumbrar alguna esperanza de triunfo. Voy a escribir algo sobre una de las más terribles crisis que atravesó la causa de Cuba en el distrito en que yo operaba.(1)
Corría el año de 1871. Era yo entonces Jefe de la Brigada de Jiguani y 2o, del distrito de Santiago de Cuba, el General Gómez era jefe del distrito. Nuestra situación era apuradísima. No teníamos un cartucho y el enemigo que conocía nuestra impotencia nos. perseguía tenazmente. Teníamos que vivir en medio de las montañas y aun en estos puntos éramos asaltados a todas horas del día y de la noche. Yo estaba padeciendo intermitentes(2) y había llegado a tal estado de debilidad que a veces tenían que ponerme a caballo por no poder hacerlo por mi mismo. Era el mes de Abril y recibí orden para .reunirme al General (Máximo) Gómez en El Roble. Marché para ese punto y encontré en ese lugar a Gómez con su escolta y ayudantes, yo sólo llevaba conmigo cuatro oficiales y algunos números, el resto de mi brigada andaba en operaciones en Jiguani y debía unírseme en El Roble. Teníamos que esperar mis fuerzas y las que se habían llamado de (Santiago de) Cuba y tuvimos que permanecer en aquel lugar miserable y sin recursos de ninguna especie ocho días. Cómo vivimos no he podido explicármelo pues un mulo que matamos solo nos duró dos días y aquellas montañas no tenían colmenas. Recogíamos en las costas del Cauto algunas raíces de boniatos casi inservibles y las devorábamos. La palma que aparecía caía bajo el filo del hacha para extraer el palmito, (3) uno de nuestros mejores platos, a pesar de comérnoslo cocido o crudo sin sal pues carecíamos de ella. Allí me comunica Gómez que era indispensable tratar de apoderarnos por sorpresa de las trincheras de La Vuelta para proveernos de parque, pues sólo teníamos la fuerza a dos tiros y no quedaba reserva alguna, siempre he sido enemigo de empresas atrevidas y esta me gustó pues podía hacer mejorar nuestro estado si conseguíamos una victoria y si éramos derrotados poco perdíamos. Reunidas al fin las .fuerzas marchamos con una columna de hambrientos y otra de .mujeres. (4) Estas quedaron en Monreal con una guardia que tenia el Coronel Borrero qué estaba enfermo y seguimos con la fuerza a dar nuestro asalto. Llevábamos muchos desarmados los que hicimos armar con gruesos maderos los cuales podían servir como armas ofensivas y defensivas a falta de otras. Se dio la orden de no tirar un tiro, sino avanzar resueltamente sobre la trinchera y tomarla al machete. Las doce de la noche serian ¡cuando llegarnos a la Vuelta Grande.
Marchaba a vanguardia el Comandante Amor Muñoz con orden de contestar España al «quien vive» de la avanzada y Bailen a la pregunta usual de «que regimiento». Sorprendida la avanzada sólo pudo hacer un disparó cayendo todos en nuestro, poder. Avanzó toda la .fuerza con resolución, más desgraciadamente no habíamos contado con una zanja(5) que había por el camino porque estábamos, como a cien pasos de la de la trinchera. Los prácticos que marchaban delante cayeron en la zanja, y por sobre de ellos pasó toda la columna, que marchaba sin prácticos y en medio de la oscuridad de la noche no pudo dirigirse a la trinchera.(6)
Se ocupó el caserío y se dio orden de encender una casa para tener luz, ya había pasado más de un cuarto de hora y el enemigo preparado rompió el fuego sobre nosotros; pero tan certero y mortífero que en menos de una hora nos hizo más de 30 bajas.(7)
Se hicieron supremos esfuerzos por ocupar la posición, mas todo fue inútil, y a las dos de la mañana tuvimos que tocar retirada, con nuestra fuerza en peor estado pues a la extenuación en que se encontraba .había que añadir el pánico producido por la derrota.(8) Afortunadamente el enemigo no quiso perseguirnos y casi arrastrándonos logramos volver al Júcaro con algunos heridos que salvamos pero sin tener alimentos ni medicinas que proporcionarles. Recuerdo siempre que yo hacia aplicar esponja a los heridos, única medicina que poseíamos y la que dábamos a diestro y siniestro como farmacia universal. Amargas horas pasamos en aquel lugar, dejamos los heridos en casas de familiares (9) y nosotros marchamos para Monreal donde se reunieron las familias y de allí a Los Indios.
Por dos veces he hablado de las familias y cualquiera extrañará que marcharan con nosotros. Había sido necesario adoptar esta medida para poder salvarlas del enemigo que las asesinaba donde quiera que las encontraba. De suerte que un campamento nuestro, cuando emprendía marcha, parecía una horda de gitanos, pues llevábamos con nosotros mujeres, niños, ancianos, perros, gatos y no cerdos pues a existir poco hubiera durado su vida, como resultaba a los gatos y aún a los perros. Horrible cuadro presentaba nuestro campamento de Los Indios. El hambre se retrataba con todos los semblantes y como es natural la tristeza agobiaba todos los corazones.
Era menester tomar una resolución y era menester sobre todo comer pues ya había hombres desmayados de debilidad. Enviamos pues la columna a Palmarito a buscar boniato y regresó a los dos días con mucha vianda. Como por encanto desapareció la tristeza y volvimos a formar cálculos alegres, mirando cercano el triunfo.
En esta excursión tuvo lugar un lance que pudo traer desagradables consecuencias para nuestros estómagos. Ya había cargado viandas la fuerza que había ido a Palmanto cuando pasó una partida enemiga como de 25 hombres. Rompió el fuego con nuestra avanzada y aquí fue Troya. La gente estaba desmoralizada y emprendió la fuga, dejando el campo sembrado de jolongos,(10) estacas, machetes, etcétera. A una media legua hicieron alto y reunidos varios capitanes para resolver lo que debían hacer celebraron consejo. Hubo diversidad de opiniones pero la ocurrencia más peregrina fue la del Capitán Aviles que quería se mandara al Cuartel General por un nuevo jefe y refuerzos para batir al enemigo. A todo esto este seguía en marcha, asustado por el ruido que hacia en su huida nuestra gente (eran 300 hombres) sin cuidarse de reconocer el campo y dichosamente para nosotros un soldado cubano que se había escondido tras una cerca vio marchar al enemigo y dio el aviso a los oficiales que aun continuaban en consejo. Procediose a recoger, los jolongos abandonados y retornar al cuartel, donde como dejo dicho llevaron la alegría.
Dos días permanecimos reunidos y concluidos estos nos dividimos en pequeñas partidas, para eludir la activa persecución del enemigo, y para hacer una fácil subsistencia.(11) Yo me dirigí a Monreal, con 20 hombres, el resto de mi fuerza salió para distintos rumbos con órdenes de incorporarse 15 días después. El campamento de Monreal estaba situado en la vereda que conduce del Roble a Los Indios, vereda estrecha y por la cual hay que atravesar el río de Vio 10 o 12 ocasiones, toda es montuosa y el terreno tan pantanoso que al empezar las lluvias, sólo podíamos vivir rodeados de grandes fogatas para ahuyentar la plaga de mosquitos que tienen allí en esa época su habitual residencia. El fuego nos favorecía contra los mosquitos pero inútil contra los jejenes y paqueyes que convertían nuestra noche en una perpetúa vigilia. En este lugar donde parecía imposible viniera el enemigo fui asaltado también; aunque afortunadamente sin sufrir baja ninguna. Una columna española llegó al Júcaro y lanzando guerrillas(12) por los montes apresó algunas familias, y a un joven cubano llamado Rafael Villasana. Le dieron cuenta de encontrarme yo por allí y el jefe español ofreció a Villasana una gruesa suma de dinero con tal de que le ayudara a mi prisión. Consintió este joven con la esperanza, según luego me aseguró, de escaparse en el camino y al efecto se puso en marcha sirviendo de práctico a la columna enemiga. Serian como las tres de la tarde cuando un niño me dio aviso que venia el enemigo.(13) Me preparé con algunos números para hacerle algunos tiros para lo cual repartí 24 cartuchos que me prestó condicionalmente el Sargento Pargas que venia en comisión de Holguín (14) y a pocos momentos avanzó el enemigo con un nutrido fuego. Poca podía ser la resistencia pues se redujo a 20 o 30 disparos, retirándonos luego, para el bosque. Ocupó el enemigo mi campamento y lo que sentí más, ocupó también mi capote que mi asistente (15) dejó olvidado, pérdida irreparable pues este capote constituía mi cama y mi cobija. Creo qué no hubiera sentido ¬tanto recibir un balazo.
Llegó la noche, el enemigo se retiró y nosotros volvimos a nuestros ranchos que encontramos quemados y los que reconstruimos al siguiente día. (16) Volvamos al práctico Villasana. No había podido fugarse en su marcha y tenia como cosa segura que habiendo fallado el golpe al llegar al campamento seria fusilado. Así lo pensaba él y el instinto de conservación le hizo llevar a cabo un plan cuya realización parecía imposible. Contramarcharon los godos por la vereda que dejo descrita. Iba Villasana atado los codos y además una cuerda que llevara en la mano un soldado. Costeaban el río de Vio y al llegar a un recodo del camino, se tiró Villasana al río que por aquel lugar hace barranco de más de ocho varas de altura. En su caída arrastró al soldado que lo conducía el que atolondrado con la caída, soltó la cuerda que llevaba en la mano. Hizole el enemigo unos cuantos disparos pero afortunadamente sin recibir Villasana ningún daño, gracias a la oscuridad de la noche y emprendió la fuga dejando a los soldados dando voces perdidos en el bosque. Al día siguiente se me presentó Villasana y por él tuve estos pormenores. Para concluir con Villasana diré que un año después y cuando ya empezaba la época favorable para nuestras armas se presentó al enemigo.
Permanecí algunos días en Monreal, de cuyo lugar tuve que salir a consecuencia de las lluvias que convirtieron aquellos bosques en inmensas lagunas, las que hicieron desarrollar en la fuerza tal fiebre de calenturas y úlceras(17) que a poco me deja sin soldados. Ya se me había incorporado toda mi brigada con la que marché para Aguacate. En este lugar y cuando tenia a mi .frente una columna enemiga, recibí la expedición que envió el coronel Manuel Codina (18). La situación de ahí en adelante, empezó a mejorar notablemente. (19)
NOTAS
1–Estas retrospectivas que hace Calixto nos pone ante un hombre que tiene cualidades para desarrollar una síntesis histórica. El lector podrá darse cuenta que capta la esencia de los acontecimientos y los expresa de forma precisa. Sin embargo, rehusó el emprender de forma sistemática tales trabajos de rescate de la memoria.
2–Se refiere a fiebres intermitentes.
3–Parte del tallo de la palma real que es comestible.
4–Muchas veces las fuerzas insurrectas eran acompañadas por una gran cantidad de mujeres. Era una forma de protegerlas pero también de que el soldado tuviera cerca su mujer, esposa o amante y en general la familia. El sexo y la familia se convirtió en una de las bases espirituales de la resistencia. Una historiografía mojigata ha borrado de los libros sobre la guerra un asunto tan común como ese. Se han realizado numerosos estudios de cómo los mambises resolvían sus necesidades alimentarias pero muy pocos de cómo satisfacción sus necesidades sexuales y el gran esfuerzo que hicieron para mantener mujeres junto a ellos.
5–En los alrededores de muchos fortines españoles se construía una zanja sobre la que se tendía una especie de puente levadizo que se levantaba de noche.
6–Se refiere al lugar donde se encontraba el enemigo al que los mambises le decian la trinchera, pero casi siempre era un fortín o un edificio adaptado para la defensa. No era una trinchera en el sentido que entendemos ese termino actualmente.
7–Los mambises como expresa Calixto tomaron las casas que integraban el caserio pro no el edificio donde estaban las fuerzas hispanas.
8–Capturar una trinchera o fortín español tan solo con un ataque de infantería era difícil y muy costoso. Los fortines eran de madera o piedras, impenetrables para la fusilería mambisa. Ademas estaban rodeados de un profundo foso difícil de salvar. Si no se les sorprendía en el primer ataque los atacados tenían todas las ventajas a su favor.
9–La familia era esencial para atender a heridos y enfermos. Por lo que era frecuente esta medida de dejarlos en la casa de una familia. En ocasiones incluso se depositaban en casas de familias individuos que no la tenían. Contar con una familia era fundamental para sobrevivir tanto en lo material como lo espiritual
10–Jolongo generalmente era un saco que cada mambí llevaba consigo para depositar en el todo lo que encontraba que podía serle de alguna utilidad.
11–Este es un ejemplo típico de una táctica insurrecta. Fragmentar las fuerzas en momentos de penurias y derrotas. Lo que demostraba una gran confianza de estos soldados en sus jefes y una absoluta convicción en las ideas.
12–Las llamadas “guerrillas” estaban integradas por campesinos y algunos militares españoles acostumbrados a la guerra irregular. Recibían una paga superior a la de las fuerzas regulares y además podían robar y vejar a las familias cubanas que sorprendían en los bosques. Generalmente actuaban junto a una columna o desde un poblado. Podían desplazarse rápidamente por el terreno incluso algunos “guerrilleros” habían militado en la insurrección por lo que conocían sus tácticas. La mayoría de las veces no llevaban uniforme para engañar a los libertadores. Para los “guerrilleros” no había perdón al ser hecho prisioneros.
13–Los niños eran una constante en el escenario insurrecto. Acompañaron a sus padres a la manigua mambisa y dejaron una larga aritmética de tumbas en los campos. Son junto con los ancianos los grandes olvidados de la guerra de 1868.
14–A un miembro del ejército libertador se le consideraba en comisión cuando recibía una misión específica de su jefe inmediato muchas veces fuera del área donde operaba su unidad. Para esto recibía una papeleta o carta autorizándolo a desplazarse por el territorio. En algunos lugares funcionaban postas encargadas de controlar el paso de todo extraño. El individuo que no tenía documentación que aclarara el motivo de por que se encontraba de viaje era detenido y considerado desertor e incluso espía enemigo.
15–El asistente es uno de los grandes héroes desconocidos del Ejército Libertador. Estos individuos eran los encargados de crear todas las condiciones materiales para la subsistencia del oficial al que eran asignados.
16–Existía un verdadero contrapunteo entre la construcción de ranchos rústicos por los mambises y su destrucción por las fuerzas hispanas. Los diarios de operaciones de las secciones, compañías y los batallones españoles están llenos de información sobre la quema de estas casas. En la mentalidad de un ejército regular la ocupación del recinto donde radicaba el estado mayor del ejército contrario o la casa que servía de albergue al jefe de las fuerzas contrarias tiene una gran significación, pero en este caso los mambises abandonaban con absoluto desenfado sus instalaciones que no tardaban en reconstruir no muy lejos.
17–Las úlceras en los pies y piernas causadas por el rústico calzado y las largas caminatas u otros motivos eran uno de los problemas de salud mas críticos del Ejército Libertador pues se daban con frecuencia e inmovilizaba a los combatientes que era una de las mayores contrariedades que podía ocurrirle a estos soldados para los que el constante desplazamiento era asunto vital.
18–El coronel Manuel Codina trasladó desde las costas de Haití a Cuba una pequeña expedición organizada por la inmigración y con un aporte del gobierno haitiano.
19– El texto lo tomamos de: José Abreu Cardet, Olga Portuondo Zúñiga y Volker Mollin, Calixto García escribe de la Guerra Grande, tres documentos personales. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009. pp.73 79
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