Derrotada la ofensiva del verano de 1958 que organizó la dictadura para aniquilar la guerrilla de la Sierra Maestra recurrieron a una artimaña política. Organizaron unas elecciones. Era una maniobra de Batista para legalizar su régimen y darle una salida a la compleja situación creada por el desarrollo de la lucha armada. El candidato del gobierno ganaría las elecciones. Se produciría un traspaso de poder y los opositores no tendrían razón de continuar la lucha pues ya aquel no era el presidente. Era la lógica del tirano. Intentaremos analizar las acciones de un regimiento de la guardia rural para que aquella farsa electoral se desarrollara.
En noviembre de 1958 el regimiento número 7 de la guardia rural tenía bajo su jurisdicción un extenso territorio que se iniciaba en el antiguo municipio de Victoria de Las Tunas hasta Sagua de Tánamo. Esta región estaba inundado de columnas rebeldes, del Segundo y Cuarto Frente, en medio de esa difícil situación el regimiento recibió órdenes de llevar a cabo una de las operaciones más peligrosas que le hubieran encomendado: proteger la farsa electoral del 3 de noviembre. Los rebeldes pensaban muy diferentes de Batista y sus seguidores. Estaban ante una maniobra politiquera y la iban a boicotear. Fidel planificó una gran campaña contra las elecciones. En una carta al capitán rebelde y jefe de la columna 14 que operaba en Holguín, Orlando Lara, fechada 26 de septiembre de 1958, le decía: “Las próximas semanas serán de mucha importancia a medida que se aproximen las elecciones y hay que llevar a cabo planes importantes. (1)
Los planes elaborados para enfrentar la farsa electoral consistían en desarrollar acciones armadas entre el 2 y el 3 de noviembre que pusieran en evidencia la presencia del ejército rebelde. Se harían emboscadas en carreteras y caminos transitados por el enemigo y se incursionarían en los centros urbanos más importantes.
Cuidar el desarrollo de las elecciones no era asunto sencillo para el regimiento, pues estas debían desarrollarse en todo el territorio de forma simultánea. Además el regimiento no recibió refuerzo del mando superior. Incluso le impartieron órdenes de enviar un destacamento a Santiago de Cuba para apoyar las votaciones en esa ciudad. El regimiento intentó proteger la farsa de una forma bastante simple y peligrosa. Entre el 2 y el 3 de noviembre comenzaron a enviar patrullas a las diferentes poblaciones. Por regla se desplazaban en camionetas, camiones y jeeps sin blindaje.
Posiblemente pensaron que era necesario darles muestras a los vecinos de los poblados del poder del ejército. Esto se lograría con la presencia de estas patrullas bien armadas pero no era más que un ejemplo de la tozudez y la incapacidad del ejército de adaptarse a la guerra de guerrilla.
El mando del regimiento sabía de la existencia de varias columnas rebeldes en su territorio. A los sucesivos ataques realizados por la columna 19 se sumaban las acciones de las columnas 12, 14 y 32 del Cuarto Frente. Tropas de la columna 14 habían atacado, el 21 de octubre, la pequeña guarnición de la presa de Holguín. Liquidaron a una patrulla que en los momentos en que desarrollaba esta acción llegó a la presa. Habían establecido su campamento en la Sierra de Gibara. Se movían con gran desenfado por el territorio de los municipios de Holguín y Gibara. La dirección del regimiento recibió suficiente información para que hubieran tomado medidas elementales como proteger sus patrullas con blindados. Por lo menos disponía de dos tanquetas T17 en la jefatura del regimiento. Pero se continuaron enviado pequeños destacamentos en jeeps y camiones sin la protección de blindados. Existía un antecedente trágico de estos desplazamientos de patrullas sin protección blindada. El 5 de septiembre un destacamento que se desplazaba en una camioneta y un jeep entre minas de Ocujal y Mayarí fue emboscado y exterminado. El ejército tuvo trece bajas y se ocuparon por los rebeldes otros tantos fusiles. (2)
Al aproximarse las elecciones este peligroso tráfico se incrementó. Lo peor era que se mantenían patrullas en un horario e itinerario fijo. Así en los últimos días de octubre una patrulla salía todas las noches de Holguín hasta Cauto Cristo, donde contactaba con una procedente de Bayamo. Luego cada una regresaba a sus respectivas unidades. La del regimiento 7 estaba integrada por tres autos.
En la noche del 30 de octubre, fuerzas de los pelotones 1 y 2 de la columna 14 llegaron a Yaguabo, en la carretera central y se enteraron de la existencia de la patrulla enemiga. Los rebeldes tenían alrededor de sesenta armas de guerra. Dejaron pasar los autos hacia Cauto Cristo, se emboscaron en la carretera y al retorno de estos los acribillaron. Dos militares murieron, cuatro fueron hechos prisioneros y varios escaparon por los campos bajo el fuego rebelde. Los revolucionarios capturaron cinco fusiles springfield y una carabina San Cristóbal. (3)
El 2 de noviembre una patrulla de unos treinta y cinco hombres que avanzaba de Delicias a Holguín en un camión y una camioneta fueron emboscados por las fuerzas del pelotón 3, de la columna 14. Pese a que los militares fueron por completo sorprendidos por una fuerza superior en número que tácitamente los fusiló a bocajarro los pocos sobrevivientes se refugian en una cuneta y se enfrentaron a los rebeldes. Lo que el capitán Eddy Suñol narró así: “…originándose un reñido combate y los soldados en espera de la aviación como esa zona es llana y cla¬ra, no se querían rendir ,pero por poco tenemos que darle muerte a todos,” (4) Le lanzan una granada que aniquila la resistencia. El ejército tiene veinte muertos, tres heridos y dos prisioneros. (5)
El 2 de noviembre fuerzas de este pelotón de la columna 14 emboscan a un camión y un jeep que de Santa Lucía se dirigía a Fray Benito en apoyo a las elecciones del día siguiente. Cinco soldados mueren y dos caen prisioneros. (6)
También el 2 de noviembre fuerzas rebeldes hacen fuego sobre una tropa enemiga que iba de Holguín a Gibara en unos camiones causándole una baja mortal. Al día siguiente, 3 de noviembre, en Sagua de Tánamo ocurrió un acontecimiento que ponía en evidencia la incapacidad de las fuerzas del regimiento para enfrentar la nueva situación bélica creada por la presencia de las columnas. Desde finales de octubre había comenzado el bloqueo de esa población. Varios destacamentos rebeldes se situaron en la cercanía del centro urbano. La carretera de Sagua a Mayarí y de Sagua a Cayo Mambí fueron ocupadas por los rebeldes. El 3 de noviembre contra toda lógica salieron dos camiones y un jeep con militares de Sagua de Tánamo a Cayo Mambí. Fueron emboscados en la carretera y obligados a regresar a Sagua con un herido. (7)
El jefe de la guarnición sabía de la existencia de fuerzas enemigas en los accesos a la población. Sin embargo, lanzó la patrulla a una especie de matadero. La buena suerte o la casualidad evitaron que la salida terminara en una trampa mortal como la ocurrida en la carretera de Delicias a Holguín.
El golpe más espectacular contra las elecciones, en la jurisdicción del regimiento, lo proporcionaron los pelotones 1 y 2 de la columna 14. En la noche del 2 al 3 de noviembre penetraron en la ciudad de Holguín. Las fuerzas del pelotón 1 incursionaron en las calles de la población (8) y tirotearon un cuartelito de los tigres de Masferrer, mientras el pelotón 2 incendió dos tanques de la ESSO Standard Oil situados en las afueras de la ciudad. El incendio de aquellos depósitos de combustible creo un problema muy serio, pues no se contaba en la ciudad con medios para extinguirlo.
Aquel 3 de noviembre del regimiento envía una comunicación a la dirección de operaciones donde le piden que informe a la dirección en La Habana de la ESSO Standard Oil de parte de administrador de esa empresa en Holguín que envíen por avión extinguidores, pues no se había podido controlar el incendio. En un tanque había 50 000 galones de gasolina y en otro 17000 galones de gasoil. (9)
La dirección de la ESSO responde de inmediato; saldrá un avión fletado con personal técnico, equipos y ejecutivos a las 13.30 horas de ese día. Del estado mayor le ordenan a la jefatura del regimiento: “Interesa facilidades aterrizaje campo militar por cercanía depósitos a lo que se ha accedido” (10) El incendio fue extinguido pero el sistema de suministro de combustible a gran parte del norte de la provincia de Oriente había sido seriamente afectado.
Concluidas las elecciones surgió otra dificultad: remitir el material electoral a Santiago de Cuba. Parte de este fue enviado por aviones y otra por vía marítima. El 20 de noviembre solicitaron una embarcación para llevar material electoral de Puerto Padre, Gibara y Banes a Santiago de Cuba. (11) Envían la patrullera 209 Siboney que se encontraba en Antilla a Gibara (12) De esta forma se pensaba eludir las emboscadas rebeldes que pululaban entre la capital de la provincia y Holguín. Pero si boletas y actas lograron llegar a su destino asunto muy diferente ocurrió con la fuerza enviada como apoyo a la farsa electoral en Santiago de Cuba. El 20 de noviembre personal del regimiento 7 que sirvió “custodio asuntos electorales” (13) en la ciudad de Santiago de Cuba al regresar fue tiroteado en Charco Mono, siete fueron heridos, tres de ellos tuvieron que ser ingresados en el hospital de Bayamo. (14)
Las elecciones del 3 de noviembre de 1958 han sido analizadas desde diversos puntos de vista, pero nunca desde la acción de un regimiento de la guardia rural que lanzó sus militares a apoyar aquella farsa que se selló con la sangre de no pocos de los integrantes de aquella unidad.
NOTAS
1– Carta de Fidel Castro a Orlando Lara, 26 de septiembre de 1958, Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, Ciudad de La Habana.
2– Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, ob. cit. , p. 255
3– Minervino Ochoa y otros, Misión especial de operaciones, ob.cit. , pp 104 107
4– Carta de Eddy Suñol a Fidel Castro del 4 de noviembre de 1958, Oficina de Asuntos históricos del Consejo de Estado.
5– Ídem.
6– Carta de Eddy Suñol a Fidel Castro del 19 de noviembre de 1958, Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, en la Ciudad de La Habana.
7– Comisión de Historia de la Columna 19 “José Tey”, ob. cit. p. 324
8– Los rebeldes avanzaron por el reparto Pueblo Nuevo hasta la calle Maceo y Libertad. Avanzaron por esas calles hasta el parque José Martí. Luego retrocedieron.
9– Instituto de Historia de Cuba. Fondo: Ejército 24-5.1-6:5.1-1-52
10– Instituto de Historia de Cuba. Fondo: Ejército 24—6.1–6:5.1-1-52
11– Instituto de Historia de Cuba. Fondo: Ejército 24—5.1—6.2.3—1—68
12– Ídem
13– Instituto de Historia de Cuba. Fondo: Ejército 24—5.1—5.1.2—1—12
14– Ídem
Fue sorpresa mayor el correo del profesor y relevante historiador Oscar Zanetti Lecuona solicitándome un texto sobre la Guerra de 1868 para la editorial Unión de la Uneac. La referida institución quería homenajear al 150 aniversario de aquella contienda con un libro. Recurrieron al Dr. Zanetti y este me hizo extensiva la solicitud. Ese fue el origen del texto El desbordamiento: Anotaciones sobre la Guerra Grande. (Cuba 1868–1878) de nuestra autoría. El libro se presentó en la sala Rubén Martínez Villena de la Uneac en la Habana el 16 de noviembre del 2018. Publicamos a continuación la presentación que hizo del mismo el profesor Oscar Zanetti.
“Abreu. Desbordamiento. Presentación
Cuando Carlos Manuel de Céspedes se levantó en armas el 10 de octubre de 1868, la población de este archipiélago era todavía un heterogéneo conglomerado humano, caracterizado por muy notables diferencias económicas, regionales, raciales, de condición social, de estatus jurídico y hasta de idioma. Aunar tan disímiles factores en torno al objetivo de la independencia nacional representaba un reto formidable; por haberlo enfrentado con decisión el alzamiento de Demajagua constituye un hito crucial en la construcción de la nación cubana.
Ediciones Unión ha creído indispensable unirse a las celebraciones por el sesquicentenario del inicio de nuestra gesta libertadora, y lo hace con el libro que ahora les presentamos: El desbordamiento: anotaciones sobre la Guerra Grande (1868-1878) de José Abreu Cardet. Historiador holguinero, con una larga trayectoria investigativa en las instituciones culturales de su provincia, Abreu es autor de dos docenas de monografías y estudios históricos, entre los que destacan Al dorso del combate; criterios sobre la guerra del 68, Introducción a la armas, Los resueltos a morir: relatos de la Guerra Grande y algunos otros títulos dedicados a la Guerra de los Diez Años, un tema cuya visión historiográfica él ha contribuido, señaladamente, a renovar. Ha sido precisamente esa perspectiva renovadora la que determinó que Unión incluyese esta obra en su programa editorial.
Ser innovador en los estudios sobre nuestro proceso independentista resulta algo así como entrar a bailar en casa del trompo. Las contiendas libradas por los cubanos para conquistar su independencia abarcan apenas tres décadas de nuestra historia, pero constituyen –y con mucho- el más extenso capítulo de nuestra historiografía. Entre ellas es la Guerra de los Diez Años, la “Grande” o la Revolución de 1868 como también suele nombrarse, la que cuenta con una bibliografía más nutrida. Quizás por su larga duración, por la complejidad de los procesos que involucrara o por constituir el inicio de toda una tradición política, la Guerra del 68 ha captado y continúa atrayendo la atención de historiadores y otros estudiosos de nuestro pasado.
Apenas apagado el eco de los disparos comenzaron a publicarse crónicas y relatos de aquella lid, como La República de Cuba, de Antonio Zambrana, El convenio del Zanjón, de Ramón Roa o Desde Yara hasta el Zanjón, de Enrique Collazo, por mencionar solo algunos de esos testimonios, casi siempre determinados por el papel o la posición de sus autores ante conflictivas situaciones, cuyas distintas versiones de los hechos alimentaron desde un inicio la controversia. Más que la documentación, fue esa literatura, así como la no menos nutrida bibliografía histórica española –Historia de la insurrección de Cuba, de Emilio Soulere, o la monumental Anales de la guerra de Cuba, de Antonio Pirala, por ejemplo- la que durante un buen tiempo sustentó los estudios e interpretaciones históricas sobre nuestra primera guerra independentista.
El posterior desenvolvimiento de las investigaciones daría lugar a amplias y sustanciosas síntesis, como la publicada por Ramiro Guerra a mediados del pasado siglo, verdaderas obras canónicas que sistematizaron la factura del discurso histórico, aunque distasen de ser concluyentes. Con mucho terreno por andar y múltiples fuentes a consultar la historiografía “del 68” ha llegado a nuestros días plena de vitalidad.
Monografías como la que Jorge Ibarra dedicara a la etapa final de la guerra –Encrucijadas de la guerra prolongada (2008)-, acercamientos desde el ángulo de un determinado problema –bien representados por la aproximación de Ada Ferrer al complejo asunto de la racialidad en Insurgent Cuba. Race, Nation and Revolution, 1868-1898, publicado 1999- o análisis desarrollados dentro de obras de mayor alcance, como ocurre en La forja de una nación (1998), de Rolando Rodríguez, multiplican y articulan las imágenes de la gesta, caudal al cual se ha ido sumando un buen número de estudios particulares, realizados a menudo desde una perspectiva regional.
Al incursionar dentro de ese auténtico palacio que nuestra historiografía ha construido en torno a la Guerra Grande, Abreu lo hace por la puerta trasera, la de la empleomanía, por donde transita la gente humilde. En esa singular vía de acceso radica, a mi juicio, la originalidad de sus obras. El desbordamiento creo que confirma a plenitud tal criterio; publicado para la conmemoración, no es en modo alguno una obra conmemorativa, ni por su modesta factura ni por la naturaleza de su contenido.
El libro que presentamos no es una monografía, sino que reúne un conjunto de estudios cuya unidad está dada, no solo por el tema, sino sobre todo por el enfoque, por las cuestiones en que el autor fija su interés. Lejos de aspirar a cualquier sistematización, la obra tampoco despliega su contenido siguiendo un orden cronológico, pero los trabajos se exponen en una secuencia atenta a la historicidad, que garantiza la armonía en el tratamiento de sus asuntos.
Pero, ¿qué distingue a esos asuntos? Las imágenes que la historiografía ha fijado de nuestra contienda primigenia son sobre todo las de la gesta, las hazañas de aquellos hombres entre los cuales no faltaron las desavenencias, pero en los que siempre terminaba por imponerse la heroicidad. Así lo plasman los “grandes relatos” y también se refleja en lo anecdótico, como lo testimonian los espléndidos Episodios de Manuel de la Cruz.
En las páginas de El desbordamiento no están ausentes las grandes personalidades ni el heroísmo, pero en ellas predominan las acciones de la gente común; sus sentimientos, sus aspiraciones, sus sufrimientos. La lectura nos permitirá conocer cómo se fueron concertando los conspiradores, que vínculos –incluso ancestrales- los unieron, con que expectativas se alzaron en armas. Aquí veremos de que recursos se valió el bodeguero Manuel Calvo para reunir su partida insurrecta y porque esta se disolvió tan rápido como se había formado. Entenderemos entonces porque hubo tantos presentados tras las primeras derrotas, y como, en muchos casos, sería injusto presumirles cobardía. En algún trabajo se deja ver hasta qué punto las relaciones familiares determinaron en la organización inicial del Ejército Libertador, y no podía ser de otra manera porque aquella fuerza emergía de una sociedad tradicional en la cual los vínculos, más que en las ideas o los intereses, se anudaban en torno a lealtades personales.
Entenderemos cómo el hambre, la mortal necesidad de avituallarse, podía ser el más poderoso de los impulsores al combate. Comprenderemos también con cuan difíciles componentes hacía su vida el mambí, y hasta el importante lugar de las relaciones sexuales en el marco de una conflagración tan prolongada. A esa exploración de la dimensión humana del conflicto no escapa el enemigo colonialista, pues las razones y circunstancias de soldados peninsulares y voluntarios integristas se reconocen en dos de los trabajos aquí incluidos.
El rostro de la guerra presenta en este libro sus más crueles rasgos. Sabremos de pacíficos sitieros asesinados y de cómo la guerrilla de Lolo Benítez macheteó a 29 mujeres en Loma del Infierno. Se nos harán presentes los niños, personajes de esta gesta tan sufridos como ignorados. En Caunao, Las Villas, entre el dos y el siete de febrero de 1870 una columna española capturó a 128 personas; 64 de ellas eran niños. Quince niños se encontraban entre los 24 detenidos en una emboscada el 17 de febrero en Seibabo, también territorio villareño. Al día siguiente la misma tropa capturaría a otros 36 individuos, 22 de ellos niños. Esos eran los escenarios de la guerra y nadie conseguía escapar a sus rigores. Anhelos, sacrificios y desventuras llegan a nosotros en vívidas imágenes, porque Abreu ha sabido fragmentar con gran acierto los documentos para imprimir así todo el valor de lo testimonial a la argumentación de los protagonistas.
Aprehender el lado humano del conflicto, en modo alguno, ha hecho pasar por alto sus problemas fundamentales, solo que estos se aprecian desde otro ángulo. Al regionalismo, justamente estigmatizado como una de las causas del fracaso cubano en la Guerra Grande, esta obra dedica más de uno de sus trabajos, en los cuales se le examina con amplia perspectiva. Aquel mal, que no se excusa, comienza sin embargo a comprenderse en otros términos al saber lo que significaba para el mambí dejar desprotegida a su familia cuando salía a operar fuera del terruño, y pueden palparse las evidencias del terrible costo que ello tuvo en múltiples ocasiones.
Para finalizar, creo no equivocarme al afirmar que con El desbordamiento: anotaciones sobre la Guerra Grande, José Abreu y Ediciones Unión nos entregan una obra de la cual, hasta los especialistas, tendrán algo que aprender.”
El 10 de octubre de 1868 se produjo en Cuba un gigantesco desbordamiento de las fuerzas independentistas. En poco menos de cinco meses la guerra se había extendido por el Oriente y el Centro del país. Pero paralelamente se produjo un desbordamiento de los defensores del Imperio español conocidos por integristas. En la noche del 9 de octubre el Teniente Gobernador de Manzanillo “…recogía rumores que en “Demajagua” se estaba concentrando gente”. (1) Así se llamaba el ingenio de Carlos Manuel de Céspedes donde se produjo el alzamiento. El Gobernador de inmediato movilizó a la guarnición local, a los peninsulares y a todos los que consideraba fieles a los que armó.
Acudieron a su llamado alrededor de un centenar de hombres. Informado de esta situación Céspedes desistió de su plan inicial de atacar Manzanillo y se dirigió a Yara. (2) Desde el primer hasta el último día el proceso independentista cubano chocó con la resistencia de los defensores del Imperio español. Este abarcaba una gran cantidad de individuos e instituciones de diferentes procedencias y de intereses, algunos antagónicos, pero todos unidos por un hilo común; preservar la permanencia de España en Cuba. Los inmigrantes españoles fueron una de las bases más importantes del integrismo. Todavía a principios del siglo XX, el poeta Regino Botti fue capaz de pulsar aquella añoranza por el poder español en algunas regiones. En viaje a Estados Unidos el buque que lo conducía atracó en dos puertos de la costa Norte del Oriente donde se sentían aquellas diferencias.
Escribió al respecto:
“Gibara no tiene el golpe de vista, el relumbrón de Baracoa; pero, si no es tan pintoresca, es más población, más limpia, más moderna, más suntuosa. Baracoa es mambisa Gibara española; en aquella se ven muchos sombreros de yarey, en ésta boinas; Baracoa suspira por la libertad cubana, Gibara llora sus cadenas perdidas; aquella es Cuba esta es Covadonga con más sangre española que la original, que la auténtica.” (3)
Los integristas a los ojos de los estudiosos de la isla parecen hechos para asesinar estudiantes de Medicina contra las paredes de un barracón de ingenieros cerca de la entrada de la Bahía de La Habana, ultimar mujeres y niños sorprendidos en algún campamento insurrecto, son especie de máquinas de la muerte sin rostro. El historiador cubano Francisco Pérez Guzmán, refiriéndose a la pasión que matiza muchos de los estudios sobre las guerras de independencia de la mayor de las Antillas afirmó que no pocos de estos: “…parecen estar escritos por algún miembro del Partido Revolucionario Cubano o del ejército mambí…”. (4)
Sin embargo, esos implacables enemigos, en esencia, eran gente propietaria de no pocos sueños como los inmigrantes canarios que llegaban de sus islas de aguas escasas. Una poetisa cubana que las visitó diría de la “obsesión de las gentes por el agua.” (5) Captó el panorama árido en algunas regiones de aquellas islas:
De súbito, el paisaje da la vuelta y cambia todo en derredor nuestro como arrancados de raíz han desaparecido en unos minutos los árboles y albercas. La hierba se hace mustia, las flores palidecen y acaban por desaparecer también dejando tan solo la piedra descarnada a ras de tierra. (6)
La artista hace una afirmación terrible que nos puede hacer entender el por qué de aquella sed: “Dicen que contemplando el monte de Nublo en Gran Canaria, Don Miguel de Unamuno, nunca propenso a ceder a asombro alguno, hubo de exclamar conturbado:
– Esto es una tempestad petrificada” (7)
Los sueños por el agua, por la hierba verde por el sembradío prospero se hace realidad en Cuba con: “…. aquellas posibles tres cosechas al año que le habían hablado los guajiros. Y aquellos esquejes clavados en tierra para sostener la alambrada de los cercados, que sin raíces ni otros propósitos que el dicho, a la vuelta de una semana florecían milagrosamente, crecían hasta hacerse pronto frondosos árboles, aquellas aguas abundantes por doquier, sin tener que extraerlas a pico y pala de la entraña de un risco…”. (8)
Bastaban una o dos semanas de navegación según el andar del buque, para entrar en aquel universo de aguas y arroyos, de bosques que no dejaban entrar los rayos del sol, de pastizales que parecían infinitos a ojos acostumbrados a vivir en isla reducidas.
Asturianos hastiados de sus minas sin sol, santanderinos agotados de andar por sus senderos de tantas montañas encuentra una geografía más generosa en la mayor de Las Antillas. Desde el día que tomaron la decisión de ir al Caribe se les despertó la ilusión de convertirse en ricos indianos. Así se les llamaba a los emigrados que se enriquecían en América Latina y regresaban a su tierra natal. Llevar la vida y la estampa que describe un intelectual español sobre los indianos era una callada esperanza de cada peninsular, balear o canario que llegaba a Cuba:
“Eran inconfundibles, orondos, sonriendo a diestro y siniestro, enseñando un puñado de dientes de oro que les iluminaban la boca y con sus leontinas, también de oro puro, colgándoles del chaleco descaradamente. Con el veguero entre los labios, bien machacado, babeado de gusto a punto de apagarse, y el jipijape cubano cubriéndoles la cabeza. Con las barrigas hinchadas como bombos de tanto arroz con frijoles y tanta yuca y quimbombó. Y es que la mayoría venía de Cubita la Bella que por aquel tiempo era la niña bonita de la emigración.” (9)
Los guajiros del Cauto soñaban con ser libres de tantos cobradores de impuestos, tantos funcionarios inútiles para los que el ingenio Demajagua no era la residencia de un poeta y traductor culto y sensible como Céspedes sino un destino para saquear legalmente. Un mambí en catarsis furiosa les pidió en una proclama: “volved a los áridos de Asturias y Cataluña”. (10) Aquel 10 de octubre fue también choque de ilusiones, de sueños de los emigrantes españoles de alcanzar riquezas y de los campesinos y terratenientes de esta Antilla de alcanzar dignidad. Fue como choque de trenes, de moles de acero que ponen a prueba su resistencia.
El más convencido de los independentistas y que desde muy joven sufrió en carne propia los excesos de los integristas fue quien reclamó un análisis objetivo sobre sus implacables enemigos. Refiriéndose al crimen abominable de los estudiantes de Medicina en noviembre de 1871 Jose Martí solicitó de la posteridad una condena pero un análisis de aquellas sangrientas pasiones:
En verdad, aquel crimen, concreción y estallido de fuerzas hasta entonces confusas, no tan claramente manifiestas, puede ser, y ha de ser, objeto de hondo estudio, en que se acomode el resultado sangriento a los agentes sordos, y de siglos, que se enconaron y revelaron en él. (11)
Hay un asunto demográfico y era qué peso tuvieron los integristas en la población cubana. En 1862 residían en Cuba unos 48 mil canarios y 67 mil 600 peninsulares y baleares. (12) En total sumaban unos 115 mil 600. Si tenemos en cuenta que el total de la población que era de un millón 426 mil 475 (13) nos encontraremos con más del 10 por ciento de los vecinos de la isla. (14) Además una parte significativa de ellos eran jóvenes varones por lo que en una contienda bélica tendrían un peso importante en el bando al que se inclinaran. Martí haría un retrato antológico de los intereses de estos al valorar las motivaciones que llevaron a los voluntarios a asesinar a los ocho estudiantes de medicina, en La Habana, en el crimen: “…tuvo su expresión culminante la ira del español bajo y logrero contra el criollo que le pone en peligro el usufructo privilegiado de la tierra donde vive en gozo y consideración que no conoció jamás en su aldea miserable o en su ciudad roída o pobretona.” (15)
Estos míseros habían conocido en esta isla antillana una vida que no era imaginable en la península: “Cada tendero defendía la tienda. Cada dependiente defendía el sueldo. Cada recién venido defendía la colocación del hermano o el primo por venir”. (16)
A estos debemos de sumar otros grupos como los descendientes de los inmigrantes de origen francés que se establecieron en el archipiélago, luego de la Revolución de Haití. Muchos de ellos lucharon con gran encono contra el independentismo. Además de una cantidad de cubanos que tomaron igual partido y militaron en los cuerpos auxiliares del Ejército español. Eran los llamados voluntarios criollos y contra guerrilleros. A ellos se refirió Carlos Manuel de Céspedes en un vibrante poema.
Los Traidores
No es posible, ¡por Dios!, que sean cubanos
Los que arrastrando servidumbre impía
Van al baile, a la valla y a la orgía
Insultando el dolor de sus hermanos (17)
No podía entenderlos cuando pensaba en su hijo Oscar del que prefirió su muerte que ceder a la petición colonial de cambiarle la vida por su traición.
Esos que veis a la cadena uncidos,
Lamiendo, ¡infames!, afrentoso yugo,
Son traidores sin patria envilecidos
Que halagan por temor a su verdugo:
Son aborto del Báratro profundo
Para afrentar la humanidad y el mundo. (18)
Además de las fuerzas armadas españolas que desataron su furia sobre la isla, los independentistas se enfrentaron a no pocos vecinos de la mayor de Las Antillas que combatieron por mantener el dominio español en la isla.
NOTAS
1.-Portuondo, Fernando, Estudios de Historia de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973.p 41.
2.-Ibídem, p 55.
3.-Regino E. Botti, Harvardianas y otros saltos al norte, Editorial el Mar y la Montaña, Guantánamo, 2006, p. 30.
4.-Pedro Pablo Rodríguez, Radiografía de un historiador, En La Gaceta de Cuba Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, marzo abril, 2006, p 19.
5.-Dulce María Loynaz, Un verano en Tenerife, Editorial Letras Cubana, La Habana, 1994, p. 67.
6.-Ibídem p. 64.
7.-Ídem p. 64.
8.-Ibídem, p. 46.
9.-Los Indianos. Por Leocadio Machado, En Internet http://mgar.net/cuba/indianos.htm
10.-Proclama de Calixto García firmada en Las Cabezas el 1 de junio de 1870. En Antonio Pírala Criado, Antonio. Anales de la Guerra de Cuba. En tres volúmenes Imprenta F. González Rojas. Madrid, 1895-1898. Tomo 1. p 763.
11.-José Martí, La Revolución de 1868, Instituto del Libro, La Habana, 1968, p. 330
12.-Ismael Sarmiento Ramírez Cuba: Entre la opulencia y la pobreza, Agualarga editores S.L. Sin año de publicación. P. 45.
13.-Ibídem, p. 51.
14.-Sobre la cantidad de habitantes de la isla y el número de peninsulares, canarios y baleares existen diferentes cifras que varían según la fuente que consulta el autor. Los que todas coinciden en que la población de Cuba entre 1862 y 1868 era de alrededor de millón y medio de personas y que había una presencia significativa de aquellos inmigrantes. Por lo que al ofrecer esos números lo que queremos es referirnos a las proporciones, a las tendencias.
15.-José Martí, La Revolución de 1868, Obra citada, p. 329.
16.-Le Roy y Gálvez Luis Felipe “A cien años del fusilamiento de los Estudiantes”. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, p. 221.
17.-Carlos Manuel de Céspedes, Los traidores, Roberto Manzano, El bosque de los símbolos Patria y Poesía en Cuba. Editorial Letras Cubanas La Habana 2010. Tomo I . p. 487.
18.-Ibídem, pp. 487- 488.
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