Por el Ms. C. José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

León Hernández Cáceres: Un canario en el camino de las artes plásticas cubanas

El fin del Catalina número 72

Tabaco y mambises

León Hernández Cáceres: Un canario en el camino de las artes plásticas cubanas

Hace varios años, los investigadores Elisa María Mesa Lemus y José Fernández Fernández terminaron una detallada investigación sobre el pintor canario, establecido en tierras cubanas, León Hernández Cáceres. Más que la biografía de un artista, ambos colegas nos mostraron un camino poco andado y es el estudio de los canarios que arribaron a nuestra isla y avanzaron con éxito por los caminos del arte y las ciencias.

Elisa María nació en Holguín en 1970 y se ha especializado en estudios sobre el arte de la mayor de Las Antillas. Actualmente labora en el Museo Provincial de Historia de su ciudad natal. José Fernández Fernández “Cheíto” como lo llamábamos sus amigos nació en Torriente, Jagüey Grande, el 19 de mayo de 1956. Historiador, narrador y compositor, nos dejó una larga lista de publicaciones entre las que se encuentran: “El Bandolerismo en Cuba” (Co – autor. Islas Canarias. 1994), “Mambises Canarios” (Tenerife. 2000), “El Camino de los Isleños” (Narrativa. Tenerife, 2000) y “Toque a Degüello” (Matanzas, 2001). Además “José Morales Lemus: Un canario en la evolución del pensamiento político cubano del siglo XIX”, “Los alzamientos revolucionarios del 24 de febrero de 1895 en el occidente de Cuba”, “La guerra de Independencia en Jagüey Grande”.

Entre sus textos está uno cuyo título marcó el sendero de este creador: “No moriré del todo”, un libro de cuentos que encierra una gran verdad. Cuando en 2004 la muerte tocó en su puerta y de inmediato la falta de vida inició su macabro andar, los músculos entraron en la flacidez inicial del fin de todo, luego comenzó el rigor mortis al desaparecer el impulso nervioso y el riego sanguíneo; su cuerpo, delgado y pequeño dejó de lanzar señales de vida. Pero sus libros han continuado en su existir más que en el papel donde fueron impresos en la cultura nacional cubana.

Cheíto nos dejó este valioso texto inédito que hizo en coautoría con Elisa María Mesa Lemus al que titularon “Pintor canario de la Villa Blanca” que espera por un editor. Reproducimos textualmente la introducción más que como homenaje al colega desaparecido y reconocimiento a la coautora, como un llamado a editoriales e interesados en la cultura para que se lleve a letras de imprenta este texto original y hoy olvidado.

Introducción a “Pintor canario de la Villa Blanca”

“Es como adentrarse en las interioridades de una pequeña comunidad cubana y ver, en los ojos de los descendientes de inmigrantes canarios, las visiones que tuvieron a lo largo del tiempo de su entorno, de sus próceres, de su propia vida. Este trabajo constituye, entonces, un homenaje a los miles de hombres y mujeres que llegaron desde aquellas islas atlánticas para hacer de esta su segunda y definitiva Patria, con todo lo que ello significa. Y es, también, un homenaje a Gibara, la “Villa Blanca”, que, propietaria de un patrimonio excepcional y de una historia preciosa, fue testigo del ansia canaria de mejores destinos y de su imbricación cierta en la historia cubana.

Conocida es la visión, cierta, pero no absoluta, de la creación del campesinado original cubano a partir, esencialmente, de la inmigración procedente de las Islas Canarias. Cierto es, también, que ellos estuvieron enmarcados en esa cultura rural que se introdujo medularmente en la identidad de la Mayor de las Antillas, pero también existe una parcela identitaria que nos lleva por otros caminos. Es que, para suerte de ese movimiento migratorio y para bien, definitivamente, de la cultura cubana, hubo isleños que se acercaron a las artes, la política, la sociedad y la economía cubanas.

Cuando apreciamos en la muy ilustre para la historia decimonónica cubana familia de los Alfonso, procedentes de Icod de los Vinos, un verdadero fenómeno inusual en que unos inmigrantes que descendían de un hombre analfabeto no pudo firmar su testamento en el lejano año de 1809 llegaron a obtener en Cuba títulos de Castilla como el de Marqués de Montelo y Conde de Canímar, llegando a estar imbricados varios de los descendientes en lo más granado de la sociedad colonial de entonces, nos damos cuenta de ciertos espíritus de autosuperación que han caracterizado desde siempre a los canarios. Pero esto no es, siquiera, una excepción en cuanto a la inserción de aquellos en el nuevo medio.

Un inventor como José Roque de Escobar y Hernández, con sus ancestros en La Palma; unos periodistas como Manuel Fernández Cabrera y Luis F. Gómez Wangüemert, también palmeros; unos generales mambises como Matías Vega, Jacinto Hernández, Julián Santana, Manuel Suárez y Juan Monzón, todos llegados de aquellas islas; un pintor como Valentín Sanz Carta, que llevó a sus lienzos los motivos antillanos con mucha mayor razón de ser que muchos de los nacidos en Cuba, son otros ejemplos donde los canarios destacaron en la vida cultural de esta isla más acá del Atlántico. Otros los hubo catedráticos universitarios, políticos, propietarios (pequeños y medios y, también, de gran fortuna, aunque en menor medida), luchadores sociales y dirigentes sindicales. En fin, todo un conjunto de visiones de la historia de Cuba está permeada por la presencia de aquellos inmigrantes y sus descendientes.

Por otra parte, el distinguido historiador canario José Manuel Castellano Gil, en ocasión de la Mesa Redonda ofrecida en el marco teórico de la Fiesta Iberoamericana celebrada en Holguín, en octubre del año 2000, señalaba que el campesino analfabeto no tiene una cultura inferior, sino otro modo de acercarse al medio. Ello es cierto, ese hombre, conocedor de una especial manera de comunicarse con la naturaleza, de arrancarle sus secretos en una lucha fortísima por la supervivencia, adquiere y desarrolla elementos que conforman una cultura de matices y proyecciones insospechadas para los factores dominantes de la cultura en las sociedades discriminatorias existentes hasta el día de hoy.

Tenga el color que se quiera, en la ruralidad cubana, en los «pueblos de campo», en las manifestaciones del folklore campesino y hasta en las esferas intelectuales de Cuba, está la huella canaria de manera indeleble. Ella se aprecia también en un llamado «pintor menor», hombre que nació en la isla canaria de La Palma y murió en esta otra Patria que adquirió con los años. Fue cercano a la iconografía de los jefes libertadores de la zona holguinera, dejó su huella paisajística en Gibara, ese enclave primigenio de la presencia isleña en la zona oriental de Cuba, hizo una vida común contó una familia y fue, en definitiva, un amante más de esta realidad que nos identifica. Su nombre fue León Hernández Cáceres.

Aquel pintor no fue descubierto por nosotros, que no se descubre lo que es patrimonio de muchos. Nos acercamos a él a partir de un amor un poco mayor a la zona gibareña. Y allí pudimos sorprendernos con su obra, con su luz, con sus acercamientos a la historia y la identidad del territorio, con la memoria canaria guardada para siempre. Y allí encontramos manos amigas que hicieron lo posible porque este trabajo llegara a buen destino. Agradecemos entonces la ayuda prestada por las autoridades gubernamentales y culturales de Gibara, por el exquisito Museo de Artes Decorativas de aquel pueblo y por el Museo Histórico, por la Asociación Canaria y por los amigos José Abreu, Antonio de Jesús Lemus, Luis Catalá y otros. También nos ayudaron el Museo Provincial “La Periquera”, de Holguín, la Dirección Provincial de Cultura de esa provincia, los Registros Civiles y muchos amigos que también hicieron suyo este esfuerzo.

Por último, queremos dejar constancia de gratitud a aquellos que en Canarias también vieron en este su libro, el libro que rescata a uno de los pintores que también es importante para la identidad de aquellas islas. Vayan nuestras muestras de agradecimiento a José Manuel Castellano, María de Jesús Luis Yanes y otros.

Queremos dejar constancia de nuestra gratitud a todos.

Los autores”.

El fin del Catalina número 72

La marina de Guerra Cubana, durante la seudorrepública, llegó a contar con una fuerza aérea. En 1925 se dan los primeros pasos para su formación. En 1935 se constituyen oficialmente. En 1942 se construyó en Mariel una base para la aviación naval.

El símbolo de esta fuerza eran los hidroaviones. Naves capaces de amarizar y aterrizar. Entre estos aviones se encontraban los llamados catalinas PBY-5ª. Este era «…un avión anfibio de dos motores utilizado para patrullas, rescate, salvamento y reconocimiento y se operaba también para guerra antisubmarina. Como características principales, poseía gran radio de acción, tren de aterrizaje tricilco, motores Pratt y Whitney de 1100 hp cada uno y una velocidad de crucero de 120 nudos.»(1)

Estas aeronaves fueron utilizadas por la dictadura de Batista en la lucha contra las guerrillas en el oriente de la isla. Podían trasladar refuerzos de militares y equipos para las diferentes guarniciones y tropas en operaciones. En el territorio de la actual provincia Holguín ocurrió un trágico acontecimiento con una de estas naves que hasta ahora se encuentra por completo inédito.

En las márgenes de la bahía de Nipe la United Fruit Company había construido el central Preston. Le construyeron una pista de aterrizaje. La mayoría de los centrales azucareros contaban con una instalación de este tipo. Pero la del Preston se destacaba por sus buenas condiciones. Tenía 1219 metros de largo y 38 de ancho y estaba asfaltada. (2) En ella podían aterrizar aviones de cierto porte al extremo que fue utilizada por la Compañía Cubana de Aviación para sus vuelos regulares. Así el vuelo 480 483 desde La Habana a Santiago de Cuba aterrizaba en Preston y el 484- 479 también dejaba pasajeros en esa población. (3) No es de extrañar que las fuerzas aéreas recurriesen a esa pista aérea en sus operaciones contra las guerrillas del Segundo Frente Oriental Frank País. Además en el central Preston se dislocó una compañía para proteger la pista y la industria.

La seguridad que ofrecía aquella pista fue interrumpida bruscamente el 7 julio de 1958. Según el informe de la jefatura del regimiento número 7 de la guardia rural el: «…Avión Catalina Numero 72 de la Marina de Guerra al efectuar aterrizaje aeropuerto PRESTON parece tuvo dificultades en el motor cayendo a tierra violentamente PUNTO (4) Dicho Avion lo tripulan 9 miembros MG de los cuales 4 resultaron heridos y cinco muertos PUNTO Referido Avion fue destruido totalmente por el fuego PUNTO Se le está prestando auxilio a los heridos que han sido ingresados en Hospital PRESTON» (5)

Poco después disponiendo de más detalles de la tragedia el teniente coronel Salas Cañizares inspector del regimiento numero 7 le envió otro parte a sus superiores. En él se especificaba el número de fallecidos y heridos. En el primer informe se referían a cinco sucumbidos mientras en el segundo se reducía esa cifra a cuatro: «resultaron muertos Alférez Navio Ricardo Longueira Santana, Alférez Fragata José Alemán Forgado, Sargento 2da Radiotelegrafistas Nilo Madan Real y Sol de Oro García del Valle, Cabo de Aviación Jaime Fernández Moreno Punto Heridos Graves Sargento 3ra Enrique Z, Arragoitia Vilaboy, Cabo de Aviación Antonio Izaguirre Izaguirre, Marinero Regular José Barroso de la Cruz Punto Heridos Leves Marinero Regular Efren Bello Fajardo Punto Está actuando Alférez Navío Román Ortega Orta Jefe Puesto Naval y Capitanía Puerto Antillas a quien se ha hecho entrega cadáveres «(6)

Preston pertenecía a la jurisdicción de la capitanía del Puerto de Antillas por lo que le hace entregan al oficial que lo comandaba. De esa forma el accidente ponía fuera de servicio a una nave militar de gran utilidad para las tropas de la dictadura y sobre todo en un momento crucial de la lucha contra las fuerzas guerrilleras.

Notas

1— Milagros Gálvez Aguilera: La Marina de Guerra de Cuba (1909 1958), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007. p 133
2— Rolando. Marrón Duque de Estrada, Cubana de Aviación. El instrumento elegido (1929 1961) Publicado por el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba. La Habana sin año de publicación.
p. 444
3—Ibídem pp. 250 251
4—Como era un radiograma se señalaba donde iban los puntos y seguidos para evitar confusiones.
5– Instituto de Historia 24/5.2/3:1.1/1-36
6– Ídem

Tabaco y mambises

Foto: JPC

Uno de los grandes sufrimientos impuesto por la guerra a los mambises fue la escasez de tabaco. Los cubanos eran grandes fumadores. Como este requería todo un proceso de recogida y secado era difícil producirlo en las prefecturas mambisas. Por lo que en los ataques a poblados siempre que se podía se extraía una cantidad de este.

En el ataque al poblado de Samá, el 6 de julio de 1872, se capturan 500 tercios de tabaco. (1) Pese a lo difícil del transporte para trasladar ese pesado y voluminoso cargamento hasta un campamento insurrecto no se abandonó. En la documentación de las unidades hispanas es una constante la captura de determinadas cantidades de tabaco cuando ocupaban un campamento o una prefectura insurrecta. Incluso muchos de los agentes cubanos en las filas enemigas intentaban hacer llegar a sus compañeros, además de parque, medicina, ropa y otros artículos indispensables para la vida, cierta cantidad de tabacos.

En sus operaciones en Camagüey, en febrero de 1870, el Batallón de Infantería del Rey, Número 1, detiene a tres personas, un blanco y dos antiguos esclavos… conduciendo tabaco… (2) desde territorio controlado por el gobierno para los insurrectos. En este caso se había priorizado esta preciada hoja sobre los demás medios que usualmente se contrabandeaba del territorio contrario a los campamentos mambises.

Es de pensar en la satisfacción al obtenerla. Un insurrecto anotaba con verdadero regocijo: …me regaló un par de tabacos viejos el C. Manuel Corona de los cuales encendí uno después de comer carne para completar el goce de una comida de sangre… (3) El 12 de mayo de 1871 escribía el mambí Jorge Carlos Milanés y Céspedes: «Todavía no ha regresado el que fue a comprarme algunos artículos comestibles y tabacos».(4)

El gusto por el tabaco llevó a Milanés a decirnos que: «Compré una gabilla de tabaco nuevo en un escudo de oro para fumar cigarros en papel que se inflama a cada instante, y a poco pierdo el tabaco, pues lo dí a curar por estar muy verde y se incendió casi todo. El resto ya es picadura y la hallo buena como sucede al que no tiene otra». (5) Todos estos gastos y trabajos nos dicen de la importancia del referido producto para el mambisado. La ausencia de tabaco se agregaba a los martirios que sufrieron los mambises.

Fuentes:
1– Nydia Sarabia: Ana Betancourt. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1970, p. 158.
2–Archivo Histórico Militar de Segovia, Ponencia de Ultramar, Cuba 26, Legajo 4.
3–Ludín B. Fonseca García: Haciendo Patria, Colección Crisol Bayamo, Granma, 2004, p. 29.
4—Ibídem, pp. 24
5—Ibídem, pp. 24- 25.