Por José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia

Presentan valioso documento histórico en la UNEAC de Cienfuegos – UNEAC

El historiador Orlando García Martínez, presidente del Comité Provincial de la UNEAC en Cienfuegos, tuvo a su cargo las palabras de presentación de un relevante libro de carácter historiográfico: Gómez, Maceo y Martí: Sus discordias (2018), como parte de las acciones de la organización cultural de vanguardia en homenaje al Día del Historiador Cubano, a conmemorarse el próximo 1 de julio.

El título es de la autoría conjunta del Premio Nacional de Historia, José Abreu Cardet, y de sus colegas Ángela Peña Obregón y José Novoa Betancourt. Ha sido editado por el Fondo Editorial del Frente de Afirmación Hispanista, institución amiga de Cuba radicada en México.

El texto –publicado hace cuatro años– se vertebra de cuatro secciones, un apéndice, bibliografía e índice onomástico.

Gómez, Maceo y Martí: Sus discordias (2018) se acerca a los conflictos y disyuntivas afrontados por los tres líderes de la independencia nacional; si bien enfocado el asunto en perspectivas novedosas de análisis.

De acuerdo con el propio prefacio del volumen, los autores desandan caminos en busca de acercarse a las contradicciones a veces hirientes, en especial hacia Martí; al tiempo que procuran explicaciones y en ocasiones justifican “alguna acción humillante por el orgullo herido de alguno de aquellos hombres de corazón inmenso () .

Abreu Cardet, presente en la actividad, manifestó que las personas tienden a idealizar a determinados personajes del pasado, hasta tal punto que se olvida que fueron de carne y hueso; que eran humanos y cometían errores; que estaban sumidos como en la actualidad– a un estrés constante, por motivos distintos, pero hermanados por objetivos de interés común.

El especialista Orlando García Martínez señaló a nuestro portal de la UNEAC que son necesarias estas miradas poliédricas, las cuales hurgan y no dan por sentado, interiorizan y no asumen perspectivas conformadas, para llenar espacios en blanco de nuestro pretérito patrio: también en el orden emotivo y psicológico, que igual pudieron conducir en determinados momentos a la adopción de decisiones relevantes en el decurso histórico.

Publicado en el sitio web de la UNEAC

La utilidad de la poesía para matar y morir

La contienda del 68 la inició un poeta, la del 95 la organizó otro bardo, en la lucha contra la dictadura de Machado un poeta, Ruben Martínez Villena, ocupó lugar relevante y en el asalto al Moncada, momentos antes de emprender el camino hacia la fortaleza, un poeta dio lectura a un poema épico.

Hay una pregunta que flota en el aire y pocos se han hecho: ¿qué efecto tuvo en la multuitud de combatientes aquel cúmulo de poesía llamando a la guerra contra tiranos? ¿pasó ese impulso de ese puñado de espíritus sensibles de esos elegidos de la sensibilidad y caló en la gente común?

Se han realizado estudios sobre la poesía que llamaba a la guerra contra los tiranos. Pero es menos conocido como caló en el hombre y la mujer común tales arrebatos bélicos del espíritu.

El asunto nos llamó la atención e iniciamos una búsqueda que encontró una singular respuesta en el testimonio del insurrecto Horacio Ferrer. Nacido en Matanzas, estudiante de la Universidad de La Habana al estallar la contienda de 1895 se incorporó a las fuerzas libertadoras donde alcanzó el grado de Comandante. Escribió un largo testimonio sobre aquellos años de fuego, publicado en el siglo XX.

Obra bien escrita realiza interesantes análisis sobre los hombres y mujeres de la guerra de independencia y en las luchas políticas en la República contra tiranos y usurpadores del poder.

No nos acercamos a la obra de Ferrer para conocer sus muchos arranques de dignidad y de defensa de la patria. Este corajudo mambí nos dejó en su extenso libro un breve testimonio sobre el impacto que tuvo la poesía épica en la generación que hizo la guerra de 1895. El testimonio breve tiene una relevante importancia para los estudiosos de la poesía y, en especial, los que han defendido y encontrado el papel que tuvo en la formación del espíritu insurrecto y en su utilidad para matar y morir por Cuba Libre.

 Ponemos a disposición del lector el testimonio de este mambí Horacio Ferrer.

“La simiente de amor a Cuba, sembrada en mi espíritu por mi madre durante mi niñez, germinó fácilmente en mi adolescencia al calor de las publicaciones de vehementes escritores, y fueron los poetas líricos los que primeramente me conmovieron. Tendría yo nueve años cuando cayeron en mis manos unos versos que circulaban clandestinamente; se trataba nada menos que del himno que inmortalizó a Perucho Figueredo, cuyo cuarto verso “que morir por la patria es vivir” era para mí la síntesis del himno fulgurante que convocaba a la pelea y señalaba la senda de la mayor gloria a que podía aspirar un cubano. Desde aquella temprana edad hasta los dieciocho años que contaba cuando estalló la guerra, aprendí de memoria muchas poesías que recitaba en reuniones de amigos; amé en Heredia tanto al genio inmortal que cantó Al Niágara como al patriota inmaculado y ferviente que añoraba morir en su Cuba adorada, y al recitar el Himno del Desterrado recalcaba con énfasis “que no en balde entre Cuba y España, tiende inmenso sus olas el mar”. Pero eran Miguel de Teurbe Tolón y El Hijo del Damují mis poetas predilectos; del primero veía en El Juramento la más alta expresión de la dignidad cubana y gustábame repetir con acento de firmeza el último terceto: “Primero mi verdugo sea mi mano, que merecer de un déspota insolente el perdón de ser libre y ser cubano”. Y sus versos A mi madre, ¡cuántas, cuántas veces llos recité adolorido en reuniones familiares! Y del segundo gustábame recitar su oda A Campodrón, alternándola con el Canto a España de Pedro Santacilia, que conmovía con sus vibrantes endecasílabos a la juventud de mi tiempo.”

“Ya en la Universidad la muchachada se reunía en el aula, y mientras esperábamos al profesor, comentábamos las composiciones del tomo de Los Poetas de la Guerra que acababa de publicarse en Nueva York. Panchito Fabré, culto y sentimental, presintiendo quizás su próximo sacrificio heroico, exclamaba: ¡Qué honor tan grande nos espera; combatir con las armas por la independencia de Cuba!

y morir cual valiente girondino

con un himno inmortal en la garganta!

Marcos Aguirre, fácil poeta y a la vez un Hércules de veinte años, daba un puñetazo sobre la mesa y rugía con Hurtado del Valle:

¡Guerra! Con justa saña

la voz de ¡guerra! Por los aires suba

y saque a los tiranos a campaña,

porque cada criollo que hay en Cuba

tiene un agravio que vengar de España!

Ramón Campuzano, delicado y tierno, recitaba El Combate de Báguanos, de Fernando Figueredo; otro repetía Vida mía, de Ramón Roa, y mi hermano Virgilio, lacónico y sentencioso, agregaba: Todo esto está muy bien; pero cuando llegue la hora es menester que no haya rezagados”. Y así pasábamos el tiempo esperando el profesor.

Por eso he dicho siempre que fueron nuestros poetas los que despertaron más tempranamente el espíritu bélico en la generación del 95.

Los discursos de nuestros grandes oradores y varios libros y artículos publicados en la pre-guerra completaron nuestra conciencia revolucionaria y dieron forma definida a nuestros ideales de libertad.”

Fuente: Horacio Ferrer, Con el rifle al hombro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 10 y 11.

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 Maceo, racismo y mambises

El Doctor en Ciencias Históricas y profesor de la Universidad de Oriente, Manuel Fernández Carcasés, tiene en su haber no pocas investigaciones sobre las guerras de independencia. Con mucha justicia es considerado como reconocido especialista de la figura del general Antonio Maceo. Esto se demuestra al leer su último libro: Antonio Maceo Grajales. Ensayo biográfico sucinto que se presentará en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en 2022. Hemos elaborado algunas preguntas para el colega sobre un tema complejo, de viejas raíces en nuestra sociedad y todavía presentes en algunos vecinos de este hermoso Cocodrilo que reposa en el golfo de México: el racismo. En este caso nos remontamos a nuestras guerras de independencia y las visiones que se tenían desde esa época sobre el general Antonio Macero

Aunque el que Maceo  fuera designado Lugarteniente general y otros negros y mulatos alcanzaron altos cargos y grados en el ejército libertador, tiene la lectura de una superación de prejuicios, de que estos no habían calado con profundidad en una sociedad donde hasta 1886 existía la esclavitud, ¿qué opinas al respecto?

La designación de Maceo en Jimaguayú como Lugarteniente general del Ejército Libertador no creo que deba interpretarse como una superación de los prejuicios raciales. En realidad, ya a esas alturas era imposible ignorar el protagonismo de Maceo, y por tanto no les quedó otra opción. No obstante, el prejuicio racial contra Maceo y su hermano José, y por extensión contra toda la oficialidad negra y mulata, continuó. Los intentos anti patrióticos de procurar el fracaso de Maceo en occidente tienen una explicación clasista pero también racista. Cuando se boicotea una y otra vez el envío del segundo contingente invasor en apoyo a Maceo, cuando son pocas las expediciones que se dirigen a Pinar del Río para apoyar a Maceo, cuando se desconocen compromisos contraídos por Maceo para recaudar dinero en los inicios de la guerra del 95, cuando se obliga a José a realizar operaciones militares en condiciones desfavorables para después culparlo del fracaso, y cuando se conspira contra él para finalmente sustituirlo en el mando de Oriente por Calixto, el Consejo de Gobierno está demostrando que está infectado de un profundo racismo.

¿Crees que hubo un intento de disminuir su figura, su impacto?
Desde que Maceo comenzó a mostrarse como un militar de notable inteligencia para acometer acciones exitosas contra el enemigo, y más aún, cuando se manifestó también como un hombre capaz de asumir con acierto las encrucijadas políticas de la Revolución y desplegar un pensamiento profundo al respecto, comenzaron los intentos por disminuir su figura y, en consecuencia, su impacto. En las tres guerras por la independencia tuvo que enfrentarse a esos intentos, lo cual está recogido en su papelería y en los escritos de sus contemporáneos. Es decir, que en vida de Maceo ya se trataba de disminuirlo. Después, en la República burguesa, continuaron los intentos, y una de las vías utilizadas fue la de contraponerlo a Martí, presentarlo como uno de los principales antagonistas del Apóstol y de las ideas del Apóstol: Martí como el hombre de pensamiento republicano, Maceo como el militarista. Martí como hombre de ideas, Maceo como el hombre de la acción, ejecutor de lo que otros pensaron. En una Cuba donde los militares eran sinónimo de brutalidad, de represión sin límites y de crímenes, tildar a alguien de militarista implicaba, subliminalmente, asociarlo a la mafia castrense que constituyó, a lo largo del período 1902-1958, el verdadero poder.
Si a eso sumas la exaltación malsana que se hacía de su condición de negro, o mulato, en una República donde el racismo campeaba por su respeto, comprenderás cuan intencionada era la referencia al color de la piel.

¿Cómo se impuso su imagen como una figura nacional? ¿Qué significó en la lucha contra el racismo el tener una figura de sus dimensiones que era negro, de origen humilde y oriental?
A pesar de todo lo anterior, el pueblo, ese juez al que resulta difícil engañar todo el tiempo, enseguida lo puso en el sitio de sus preferencias, junto a Martí y Gómez. Maceo en vida, sobre todo en los últimos dos años de su existencia, que se corresponden con los de la Guerra del 95, ya era casi una leyenda. Sus subordinados lo adoraban, y a su paso muchos querían que, al menos, él los saludara. Así se recoge en los diarios de mambises y en otros documentos de la época. Cuando llega la invasión a Pinar del Río se multiplican las incorporaciones al Ejército Libertador, tal y como había acontecido en todas las regiones. Esta identificación del pueblo con el líder no se podía borrar, a pesar de los intentos de los que ya hablamos de disminuir su figura.

A nivel de la producción artística nacional se observa un interés por llevar su figura a las artes plásticas. El majestuoso monumento en el Malecón habanero, las obras pictóricas, sobre todo las de Hernández Giro y Menocal, y la infinidad de bustos en los parques de toda la República, también son muestra palpable de la positiva recepción de su personalidad en las generaciones sucesivas de cubanos.

Desde luego, las sociedades de negros y mulatos aprovecharon la condición de Maceo para erigirlo como su símbolo más poderoso en la lucha contra la discriminación. Las sociedades maceístas proliferaron en todo el país. Incluso los Independientes de Color lo tomaron como una de sus banderas, lo cual sin duda hubiera disgustado mucho al hombre que siempre fue abanderado del cumplimiento de las leyes y enemigo de todo cuanto dividiera a los cubanos. Pero lo cierto es que negros y mulatos, tanto en las guerras de independencia como en la República burguesa, encontraron en la figura de Maceo un asidero valioso en la argumentación de sus acciones antirracista.

Quiero que valores la figura de Antonio en la lucha contra el racismo o los prejuicios raciales, algo importante en estos momentos que hay un impacto en una parte de la sociedad de ese mal. ¿Qué utilidad tiene su figura en ese sentido?
En la gestión de la Comisión Aponte, instancia de la UNEAC creada para promover la lucha contra el racismo y la discriminación racial, resulta muy importante la exaltación del papel decisivo de los negros y mulatos en la conformación de la identidad nacional y en la lucha por la independencia, pues una de las maneras de restar credibilidad al racismo es demostrando que en la conformación de la Cuba que conocemos, los negros y mulatos no fueron segundos de nadie. Estuvieron a la par de blancos y asiáticos en cuanto evento político o sociocultural hubo en la Nación a lo largo de su historia. Es cierto que la esclavitud modeló entre muchos un pensamiento racista, que sobrevivió a la abolición de la esclavitud en 1886 y que llega a nuestros días a pesar de la política justiciera de la Revolución. También es cierto que hubo hombres que se opusieron al racismo y la discriminación racial, Martí y Maceo en primer lugar. Divulgar el pensamiento antirracista de ambos contribuirá a enfrentar ese mal en la actualidad. Explicar de manera convincente cuanto logró un hombre como Maceo —asediado casi constantemente por la discriminación—, en la lucha por la independencia, y como supo alzarse por encima de los prejuicios que contra él se alebrestaron, será muy útil en el enfrentamiento actual contra el racismo. Hacia ese empeño está encaminado mi libro.

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