En agosto de 1869 la esperanza de la dirección de la revolución se centró en la jurisdicción de Holguín y en un hombre: Máximo Gómez. Luego de varias victorias relevantes en que los insurrectos se impusieron por el número y la sorpresa a los españoles entre octubre de 1868 y enero de 1869, comenzó la ofensiva colonialista en los primeros meses de este último año. Lograron desalojar a los insurrectos de las jurisdicciones (1) de Bayamo y Manzanillo, tuvieron también relevantes éxitos en Jiguaní y Santiago de Cuba.
A la jurisdicción de Holguín, situada en la costa norte del oriente cubano no había llegado esta ofensiva por lo que allí se encontraba una importante cantidad de tropas insurrectas. El plan del gobierno cubano era detener el avance enemigo en las tierras holguineras. No disponían los independentistas cubanos de jefes nacidos en la isla con experiencia militar. Como luz al final del túnel se encontraron que residían en la parte oriental de Cuba un grupo de experimentados militares olvidados por todos, desempeñando la mayoría de ellos modestos oficios para ganarse el sustento. Eran los militares dominicanos que apoyaron la anexión de su país a España. Temiendo la venganza de sus compatriotas se trasladaron a la mayor de Las Antillas. Aunque un grupo significativo continuaron fieles a España entre ellos el Coronel Eusebio Puello, otros comprendieron el error que habían cometido y se unieron a la revolución. En esa decisión fue importante el que conocieron lo que era una colonia española donde la esclavitud era la base fundamental de la economía y las autoridades los miraban con desprecio por ser antillanos.
No siempre fueron bien mirados por los cubanos, quizás por sus antecedentes de haber pertenecido al ejercito colonial o por su formación militar y vida bélica que a algunos les había agriado el carácter y los hacia ríspidos y en general poco amables como en el caso de Máximo Gómez. Pero cuando España desató la guerra con toda su crueldad se convirtieron en tabla de salvación para la naciente República Cubana que se formó en los campos insurrectos en abril de 1869. Máximo Gómez fue designado jefe de la jurisdicción de Holguín cargo que desempeñó entre agosto de 1869 y febrero de 1870. Como segundo de la fuerza de la región situaron al general Julio Grave de Peralta.
La ofensiva del ejército colonial estaba integrada por decenas de columnas que bajo el mando del general Blas de Villate Conde de Valmaseda avanzaba arrollándolo todo a su paso. Con esa chispeante imaginación caribeña de los cubanos la llamaron la “Creciente de Valmaseda” comparándola con los desbordes del río Cauto, la mayor de la isla, que todo lo arrasaba.
La llegada de la expedición del Anna por la jurisdicción de Tunas el 19 de enero de 1870 significó un cambio importante en los planes de la dirección de la revolución. En ella llegó una gran cantidad de armas y municiones. Si hasta aquellos momentos la esperanza, se situaba en tratar de detener la ofensiva española en Holguín, ahora la estrategia consistía en que el Ejército Libertador pasaría a la contraofensiva, las jurisdicciones de Bayamo y Jiguaní serían invadidas por tropas al mando de Modesto Díaz y Máximo Gómez. En Tunas Vicente García activaría las operaciones. Esto obligaría a Valmaseda a detener su fatídica ofensiva. En carta del secretario de la guerra a Grave de Peralta le planteaba estos criterios:
“En las actuales circunstancias, los movimientos convinados (sic) de los Cuerpos de Las Tunas, Bayamo y Jiguaní le proporcionaran algún desahogo en sus operaciones, pues comprenderá que presentándonos simultáneamente al enemigo sobre varios puntos; todas las tropas se estan batiendo y no pueden distraerse.” (2)
La presencia de Gómez en Tunas era sumamente necesaria para los nuevos planes, pero no era tarea fácil llevarla a cabo. El general dominicano había situado en la parte occidental de la jurisdicción de Holguín al general Julio Grave de Peralta, mientras el operaba en la oriental. Los españoles levantaron entre ambas zonas una línea militar formada por fortines y destacamentos, solamente se podía practicar el paso por los lugares más apartadas, a pie y en pequeños grupos.
El primero de febrero Julio Grave de Peralta recibió una comunicación de Tomas Jordán fechada el 25 de enero para que se hiciera cargo de la división de Holguín, interinamente, mientras Máximo Gómez debía de pasar a Tunas con los 200 jiguaniceros que lo habían acompañado. No era tarea fácil localizar a Gómez en medio de la intensa campaña enemiga. El 15 de febrero Grave de Peralta le escribió al secretario de la guerra:
“Del General Gómez no tengo, noticias por hallarse la comunicación enteramente cortada llegando al extremo de no poderse comunicar con aquella línea, sino a pie y por dentro del monte así es que se me hace dificultosísimo enviarle parque y averiguar su paradero fijo, sin embargo, he mandado hace cinco días un comisionado conduciendo parque y pliegos para él y tan pronto como sepa el resultado de las operaciones que tengo en práctica pasare a hacerme cargo de la mayoría Gral pues de momento no puedo separarme de esta línea aun cuando tengo que hacer el viaje de 15 leguas por lo menos a pie con tres o cuatro de mis ayudantes única compañía que podré llevar.” (3)
Julio conociendo lo difícil que sería para Gómez burlar la estrecha vigilancia española le envió dos cargamentos de parque. El primero consistía en unos 500 proyectiles. El segundo era una cantidad mayor conducido por el capitán Miguel Ramón Cardet. También le mandó una carta en la que expresaba:
“Con objeto de salvar la situación de ese punto sale el C. Miguel Cardet con cuatro individuos más llevando cuatro latas de pólvora conteniendo 24 libras y 2 500 pistones que son los cartuchos considero saldrán de aquellos, creo este número con 500 cartuchos que le mandé, es suficiente para salir de la situación en que se encuentra. Yo creo sobremanera conveniente concentrar toda la fuerza a esta línea (la zona occidental de Holguín y espero que bajo mi responsabilidad tenga, la bondad de hacer vengan todas para este punto donde me hare cargo de ellas supuesto que en el sitio en que hoy se encuentran me es casi imposible comunicarme con ellas y además muy espuesta(sic) la remisión de parque por ser muy fácil que caiga en poder del enemigo como ha sucedido ya: esta línea (Brigada Occidental de Holguín) está muy amenazada y esta es la razón porque no me separo de ellas y paso a ese punto a hacerme cargo de la fuerza.” (4)
Alrededor del 20 de febrero, informado de la decisión de que marchara a Tunas Máximo Gómez inició el recorrido hacia ese territorio. En su diario escribió: “Emprendí marcha para Las Tunas con una columna como de 300 hombres, con el tiro de la carabina algunos, una impedimenta de más de mil almas entre niños, y mujeres y gente inútil y enferma, que huyendo de la fiereza de los españoles, se amparaba en nuestras fuerzas.” (5)
En una carta de Máximo Gómez a Julio Grave de Peralta hay detalles de estos últimos momentos de su jefatura en Holguín:
“Gral Julio Peralta
Estimado Comp. y amigo.
Hoy he llegado a éste punto y continúo a cumplimentar la orden del Gral en Gefe (sic). Mi salida sobre esta línea con la columna tan demacrada con varios enfermos, heridos, las armas mojadas y sin pertrechos pasando por entre tantos campamentos enemigos y sin haber sufrido un descalabro no ha sido cosa sola providencial y acabo de completar la obra de evitarlo, el haberme encontrado con Cardet en la cruzada de un monte pues yo no traía practico más que uno que de muy limitado conocimiento del terreno y que además tenía en calidad de preso por sospechas de traición. Por ésta podrá U. formarse una idea de que no era mi situación al querer salvar la fuerza nada ventajosa.
Pude defenderme unos días más con los 500 cartuchos que me entregó su comisionado Rodríguez que al recibirlos pense reservarlos para mi defensa en el trancito (sic) pero ese mismo día fui atacado y quede como le dejo dicho.
Sin embargo aguardé seis días mas porque Rodrígo me manifestó que U. se dirigía para allí y que para guiarle a U. se iba a apostar en cierto lugar por, donde U. debía ir mas viendo su dilación marche dejando las demas fuerzas por allí pues no me pareció conveniente que quedara aquella línea totalmente abandonada y solo he traído la que pertenecía antes a la División a mi mando. Sin embargo, como en los pliegos que me dirije con Cardet me dice desea U. reconcentrar aquellos sobre ésta línea he mandado del punto en que encontré á este, al C.C Luz Guerrero á buscarlos.
“El C. Cardet me ha entregado tres latas de pólvoras y dos mil mistos pues aunque me indica U. cuatro al encontrarlos uno que llevaba la falta se asustó con nuestra inesperada presencia y hulló por el monte con ella y aunque allí nos cansamos de llamarle nunca pareció pero Cardet me dice que es práctico y no se perderá.” (6)
Guiados por Miguel Ramón Cardet la columna continuó su azarosa marcha por los campos holguineros. Máximo Gómez anoto en su diario:
“Yo mismo personalmente, con dos o tres hombres, escribía Gomez en su diario, iba explorando mi camino teniendo a cada instante que hacer alto, para esperar que pasara el enemigo y otras veces desviar el rumbo. Por fin, al cuarto día da una marcha tan angustiosa, rendí la jornada en «laguna de Piedra», en cuyo punto tenía un campamento el Gral Luis Figueredo». (7)
El 24 de febrero le escribió desde ese lugar una carta al general Julio Grave de Peralta:
“Yo he manifestado al gobierno hace algunos días mi opinión y ahora que voy para allá lo hare de viva vos pues veo como que el Gral en Gefe (sic) trata de reconcentrar fuerzas pero ¿A que dejar en
Las Tunas las fuerzas a mi mando? (los 200 jiguaniceros)
Nunca como ahora tiene Holguín mas importancia militar para nosotros y si no caemos sobre las poblaciones del centro que sería lo mejor (8) deben en mi concepto sostener a todo trance a Holguín pues es la puerta que el Ejercito enemigo tendrá qué ¬ abrir para darle paso a sus planes.
Yo podré equivocarme y ojalá así sea. Concluyo por ahora amigo mio deseándole felicidad y éxito y mientras tanto donde quiera que se me destine el mismo amigo.
Máximo Gómez
Lagunas de la Piedra
24 de febrero de 1870
PD: Como llevo la columna tan estropeada mañana saldré para Rio Abajo donde quizás hará alto dos o tres días y después continuare siempre con lentitud.”(9)
Esta carta tiene el singular valor de Gómez plantea su genial visión estratégica a pesar de estar en medio de la vorágine de la Creciente de Valmaseda donde la acción táctica y la supervivencia era la tarea fundamental. Sin conocer, los planes elaborados por la máxima dirección de la revolución coincide en lo referente a la invasión a Bayamo e incluso va mucho más allá al plantearse el regreso a Jiguaní también de las fuerzas libertadoras. Otro elemento que los separaba radicalmente de la forma de pensar de los jefes locales era su concepción sobre el destino de los 200 jiguaniceros. Julio Grave de Peralta reclamó que, los 200 jiguaniceros continuaran en la división de Holguín, Gómez coincide en esto pero, solo en caso de que no se destinaran a la invasión a Jiguaní y Bayamo. Para Gómez la importancia de Holguín o cualquier otra comarca está en función de los planes estratégicos de la revolución y nunca en función de los intereses regionales. El 26 de febrero Grave de Peralta se trasladó a Rio Abajo y recibió el mando de la división.
La salida de Gómez con su columna significó prácticamente el fin de la resistencia cubana en la brigada oriental. Al respecto escribió Grave de Peralta: «… que según veo en el oficio que dicho Gral (Máximo Gómez) me pasa solo quedarán en aquella línea unos siento(sic) y pico de hombres los cuales no se sabe dónde paran y que veo muy difícil de reunir”. (10)
El éxito de la campaña de Gómez en Holguín no se encontraba en el número de bajas que le había hecho al enemigo sino que obliga a Valmaseda a mantener sobre la Brigada Oriental durante casi dos meses y medio el grueso de su ofensiva. Este mantuvo intacto importantes núcleos de fuerzas en la zona occidental de Holguín y Tunas. La existencia de estas tropas, en especial en Tunas, fue lo que permitió a la llegada del Anna organizar un verdadero plan estratégico para intentar darle un vuelco a la guerra.
NOTAS
1–Cuba conformaba una capitanía general que estaba estructurada en departamentos y estos en jurisdicciones las que a su vez se dividían en capitanías pedáneas
2–Museo Provincial de Holguín. Biblioteca del Museo. Documentos de Julio Grave de Peralta. Carpeta 1 Documento 12 Carta del secretario de la guerra a Julio Grave de Peralta.
3—Ibídem. Carpeta 1 Documento 12 Carta de Julio Grave de Peralta al Secretario de la guerra
4—Ibídem. Carpeta 1 Documento 13 Carta de Julio Grave de Peralta a Máximo Gómez
5–Máximo Gómez. Diario de Campaña. Instituto Cubano del Libro. La Habana. 1968. p.12
6–Museo Provincial de Holguín. Biblioteca del Museo. Documentos de Julio Grave de Peralta. Carpeta 1 Documento 15 Carta de Julio Grave de Peralta Máximo Gómez
7–Máximo Gómez. Diario de Campaña. Instituto Cubano del Libro. La Habana. 1968. p.12
8–Se refiere a Jiguaní y Bayamo
9–Museo Provincial de Holguín. Biblioteca del Museo. Documentos de Julio Grave de Peralta. Carpeta 1 Documento 16 Carta de Máximo Gómez a Julio Garbe de Peralta
10–Museo Provincial de Holguín. Biblioteca del Museo. Documentos de Julio Grave de Peralta. Carpeta 1 Documento 19 Carta de Julio Grave de Peralta al secretario de la Guerra.
Existe una vieja tradición de hacer estudios biográficos de individuos que fueron relevantes en la historia. Pero la mayoría de los hombres y mujeres que no tuvieron un lugar notable pasan muy pronto al olvido. Lo que consideramos una gran injusticia pues un país lo hacen todos desde los más ilustres hasta los más humildes. Rompiendo con esa tradición hemos tomado la vida de un hombre común, un canario que llegó a nuestro país con el propósito de cambiar su vida y creo una familia que dejó una profunda huella en Cuba. Acompañemos al canario Cecilio Vega Vega en su andar por el oriente de la mayor de Las Antillas.
La emigración a Cuba era una decisión para mejorar materialmente la vida, por lo menos se aspiraba a eso que debía de conllevar un cambio positivo en su futuro. Era una forma de reconstruir la existencia con todas las posibilidades materiales que ofrecía la riqueza de la isla antillana, antítesis en ese sentido de la situación de las canarias. Brindaba posibilidades que eran muy difíciles de obtener en las superpobladas islas. No era creíble que un canario pobre lograra terminar como propietario de una finca en su tierra natal. Esa era una aspiración muy profunda en Cecilio. Incluso, en Cuba en los momentos del auge de la urbanización y cuando por circunstancias que narraremos logró contar con una cantidad relativamente importante de dinero, adquirió tierra y no una casa en la ciudad como hacían muchos.
Aunque también la inmigración era un riesgo hacia la incógnita, pues el camino del que parte siempre está preñado de misterios que pueden terminar en imprevistos. El mismo viaje está rodeado de peligros. No siempre el final puede ser feliz como un films de Hollywood. Muy pocos se convierten en indianos ricos, muchos acaban en medio de la mediocridad económica. El retorno empobrecido y enfermo es una perspectiva triste pero muy real.
Cecilio era en canarias un hombre pobre que no contaba con recursos para sufragar el viaje. Vio las puertas del cielo abiertas cuando se enteró que una compañía azucarera estadounidense contrataba peones para su plantación de caña de azúcar en Cuba. Se enroló en 1906 como trabajador de la Chaparra Sugar Company. La empresa fletó un buque para traer obreros canarios a sus campos dislocados en el norte del oriente de Cuba. El viaje fue un desastre. Era un buque lento de vela y vapor. En la travesía fue azotado por el mal tiempo. El viaje se prolongó más de lo previsto. Fue necesario racionar a lo mínimo los víveres y el agua. En Cuba se le ofreció un trabajo que hasta unos años atrás era asunto de esclavos: cortar caña. Luego ascendió hasta convertirse en cocinero. (1) Desconocemos los detalles sobre su papel en ese viejo oficio. En cierta forma eso nos dice bastante. No dejó un diario o cartas describiendo a la familia o los amigos de su peripecia en la isla. Si escribió sobre su vida en Cuba y no se conservaron las cartas y los diarios es también un signo a analizar. Es bastante usual cuando se hace un esfuerzo en ese sentido que quede algún recuerdo. Incluso aunque las evidencias hayan sido destruidas por los hombres o la naturaleza muchas veces sobrevive la huella en la memoria que se escribió, se pintó, se fotografió… En Cuba el ciclón Flora que, en octubre de 1963, asoló las provincias orientales destruyendo una gran cantidad de documentos particulares y oficiales. Esto dejó una huella que todavía se puede recoger en la memoria popular sobre el vecino que perdió la correspondencia de un abuelo u otros papeles perdidos.
Ninguno de los descendientes de Cecilio me dio la más mínima señal de la existencia de esa papelería maravillosa que me trajera su testimonio. En resumen ese canario que ha pasado sin dejar una memoria escrita fuera de la que su misma vida género en el entramado de la administración como la inscripción de nacimiento, de la boda, del fallecimiento, las nóminas de pago etc. Tan solo disponíamos de los testimonios de sus hijos y nietos y algunos documentos de carácter administrativos en extremo escuetos. Con esto pensábamos reconstruir la vida de este hombre. Me acerqué con gran cuidado a la parentela, pues me referiría a un tema triste que puede conducir a lo melodramático. Pero por suerte el tiempo había tendido un manto se separación y uno de sus nietos era uno de los intelectuales más brillantes de los estudios sociales en Cuba lo que me ayudó mucho. En 1914 Cecilio se casa con la cubana Aurora Rodríguez. Tienen siete hijos, 3 hembras y 4 varones. (2)
Ha logrado reunir dinero para la compra de una pequeña finca. No pudimos determinar cómo logró adquirir aquel reducido capital. Es de suponer que el ahorro jugó un papel clave. En la memoria familiar no había evidencia que fuera tomador de bebidas, alcohólicas, que fumara, jugara o de un gusto excesivo por las mujeres que resumen las grandes dispersiones del esfuerzo económico de la gente pobre. Realmente era un hombre de fuerza de voluntad pues cada colonia azucarera se convertía en un pequeño Pigalle parisino en los días de cobro.
Compra una pequeña finca en las márgenes del rió Cacoyugüín. Es una zona fértil y relativamente cerca de la ciudad de Holguín que en la época era un mercado importante de productos agrícolas Es de pensar que tendrían un precio elevado.
En la década de los cuarenta el estado cubano decide construir en ese lugar una presa o lago artificial para abastecer la ciudad de Holguín. Cecilio se ve obligado a venderle la tierra al estado. Un grupo de campesinos que se encuentran en similar situación aprovechan la momentánea bonanza para trasladarse a Holguín. Esta es la ciudad más importante de la zona y se encontraba en pleno auge económico. Pero Cecilio ha decidido construir su vida y su muerte en el campo. La ancestral sed de tierra incrementada de generación en generación desde los tiempos remotos de los guanches lo conducen a comprar una pequeña finca de apenas una caballería en 1952. No está muy lejos de la anterior. Es un lugar llamado Managuaco, también cerca de la ciudad de Holguín. Allí siembra viandas, granos, en especial frijoles, cría reses y cerdos. Un rasgo lo diferencia de las fincas de la mayoría de los campesinos cubanos: tiene una huerta para la siembra de hortalizas. No es común en la mesa del campesino cubano la ensalada. Cecilio cultiva tomates, lechuga y otros alimentos verdes. Un nieto que desde pequeño lo acompañaba recuerda que rara vez faltaba la ensalada en la mesa. (3)
Logramos hacer una reconstrucción de la casa de Cecilio. Más que en el sentido material en el espiritual. La casa era también en cierta forma una antítesis del fallecimiento triste. No era esta una covacha construida en un callejón de un barrio marginal. La casa tenía tales dimensiones que luego de su fallecimiento la desarmaron e hicieron tres más pequeñas con los materiales. Poseía un amplio portal para aprovechar los momentos de asueto y sentarse a descansar. El piso de cemento estaba por encima de otros hogares campesinos donde este se hacía de tierra pisoneada y luego mantenida en los límites de lo higiénico o por lo menos decoroso con frecuentes rociaduras de agua y el correr de la escoba de la señora de la casa.
Los niveles de pobreza campesina tienen una expresión muy objetiva en la casa y este mundo material que rodeaba la vida cotidiana. Esto llevaba también una implicación de un sistema o modo de vida que estaba en los límites de una pobreza que implicaba también la alimentación. Esta pobreza tenía su símbolo en el piso de tierra para continuar luego en el bohío generalmente de paredes de yagua cogidas con cujes seguía con la ausencia de un portal, continuaba a lo reducido de la casa el mobiliario muy simple y rústico. Se extendía a la mesa muy monótona a la hora de cada comida con más carbohidratos que proteínas escasamente acompañada por la falta de hortalizas en que no solo era la miseria sino que la falta de costumbre encadenaba esa escasez. Esta miseria se repetía de generación en generación el que nacía miserable lo continuaba siendo y lo peor lo dejaba como herencia. Todo esto iba conformando una construcción de la vida cotidiana.
Entremos en la vida cotidiana de este hombre.
Salía muy poco. Después de su llegada al oriente de la mayor de las Antillas no fue más allá de Santiago de Cuba. (4) Llegó hasta allí para cumplir una promesa hecha a la virgen de la Cariad del Cobre que tiene su santuario cerca de esa ciudad. Era un hombre sin ambiciones en el sentido que usualmente se tiene de esa definición. Su gran codicia era mantener la finca en buen estado. Su reino era la familia y el trabajo. El mayor regocijo era cuando se reunía la familia.
Incluso salía de la finca muy pocas veces. Solo cambió este ritmo cuando un nieto sufrió un accidente en el cumplimiento del servicio militar, en 1970. Lo visitaba con frecuencia en la casa donde estaba convaleciente en Holguín a unos 20 kilómetros de su casa. Hoy el nieto, que lo conocía muy bien, pues lo acompañó durante toda su infancia y parte de la adolescencia recuerda aquel gesto con agradecimiento. (5)
En los últimos años con el vivían dos hijos uno casado y el otro soltero. Cecilio, según el recuerdo de su familia, era delgado de unos seis pies de altura, ojos claros y medio rubio. No era una persona delgada pero tampoco sufría de sobrepeso. No engordo con los años Se despertaba muy temprano. Desayunaba con café con leche en abundancia, café y pan. Raramente mantequilla. Llevaba al campo una botella de café con leche o café y algo de comer.
Hemos obtenido testimonios sobre el desayuno de varios canarios que residían en el barrio rural de Candelaria, en el municipio de Gibara. Muchas veces esta consistía en café con leche con plátano hervido comprimido formando bolas con fragmentos de carne de puerco, en especial los llamados chicharrones que es la piel frita con parte de la carne y la grasa. En este caso el pan era menos importante. Mientras familias canarias del batey del central azucarero de San Germán hacen referencia al llamado pan canario elaborado por las mujeres de la casa en un horno que todavía quedan los restos en una casa.
Trabajaba hasta las 11.30 de la mañana. El almuerzo era harina de maíz con leche y potaje de frijoles. En este último era acompañado por pedazos de carne de puerco. Cecilio comía mucho y tomaba mucha leche Siempre dormía la siesta. Sobre las 2 o las tres se iba al campo. Trabajaba como hasta las 5 o las 6 que regresaba y comía temprano. La cena podía incluir arroz, viandas, vegetales, huevos, carne de puerco. La carne de res se consumía una vez a la semana. Luego escuchaba un programa de radio. El tener un radio de batería era un símbolo de desahogo económico. Hasta 1959 muy pocos campesinos poseían radios. A las 9 p.m. se acostaba.
No fumaba ni permitía que un hijo fumara. El tabaco estará presente en otras familias con mucha fuerza. Por ejemplo en Candelaria, un barrio que en el siglo XIX existían numerosas vegas hay una tradición de consumir puros. No tomaba ron. Cecilio tampoco era un gran consumidor de café. Tan solo una taza en la mañana. Por la noche no hacia ni café ni infusiones de ningún tipo. Se enfermaba poco. Cuando se enfermaba hacia cocimiento de medicina verde. Ya muy mayor tenía problemas de orina y tomaba “guisaso” de Baracoa. Decía que se mareaba y se cansaba en sus últimos años. (6) Nunca fue a un hospital por enfermedad ni nunca lo operaron. Por lo menos los descendientes no recuerdan tal asunto. No se fracturó un hueso. Murió a los 100 años en sus cabales.
Esta vida metódica se repite en los testimonios que hemos tomado sobre antiguos campesinos de origen canario. En muchos casos fue heredada por los descendientes. Aunque existen semejanzas en algunos aspectos respectos a la vida de otros campesinos cuyo origen no estaba en canarias como por ejemplo el almorzar con harina de maíz y leche. Una comida muy barata, pues el precio de la harina era reducido y muchas veces se hacía en la finca. Para la leche casi siempre se disponía de una vaca. Tenemos el testimonio obtenido por el historiador Enrique Doimeadios Cuenca, sobre una canaria llamada Sebastiana Rodríguez que a los 15 años vino de canaria con un molino de moler maíz. Los descendientes lo conservan y utilizan todavía.
Pero lo metódico, la ausencia de excesos es una característica de muchas de estas gentes de origen canaria. Aunque Cecilio padeció verdaderos cataclismos familiares. De sus 7 hijos, una hembra enferma de cáncer y fallece. Uno de sus nietos, el preferido el que lo acompañaba en la finca tiene un accidente y pierde una pierna. Trabajó en la finca hasta los 96 años. Al morir la esposa se debilitó mucho. Ella falleció a los 94 años. Dejó de trabajar y salía poco de la casa y sus inmediaciones En estos últimos años de vida visitaba la casa esporádicamente un médico emparentado con la familia. Usualmente este le tomaba la presión y le realizaba un chequeo. La muerte de Cecilio es una catarsis calmada de su vida. Una de sus nueras nos recuerda: “Murió después de la comida, tomó una sopa de pollo, se acostó y murió. Cuando fueron estaba muerto” (7) El medico diagnosticó un infarto. Falleció alrededor de las 7 p.m. En la medida que envejeció se acostaba más temprano.
Nos hemos acercado brevemente a la vida de este campesino canario. Aparentemente no hay nada extraordinario en este hombre que no realizo grandes descubrimientos científicos, ni libro combates mucho menos obtuvo condecoraciones pero lo más importante que con personas como él se fundó las bases de una nacionalidad. Los canarios como Cecilio dieron un aporte significativo a la forma de ser de un país que los acogió y consideraron como suyo.
NOTAS
1 Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
2– Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
3– Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
4– Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
5– Dos entrevistas a José Vega Suñol por José Abreu Cardet en Holguín, Cuba el 3 y 27 de abril del 2006.
6– Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
7– Entrevista realizada a José Vega Rodríguez, Nery Suñol Ricardo y José Vega Suñol por José Abreu Cardet el 16, 19 de junio y 7 de septiembre del 2007
Tema muy tratado por los historiadores, escritores y en films y seriales de televisión son las guerras de independencia. Se han realizado numerosas descripciones de combates, cargas de caballería ataque a fortines. Pero hay un asunto que se ha olvidado por entero. Como era la vida en los territorios controlados por los españoles. Comencemos este breve análisis sobre cómo era el quehacer en Cuba antes del estallido de 1868.
Los cubanos podían encontrar ciertas aristas de derechos en los ayuntamientos. Los miembros del cabildo eran elegidos por el voto de los principales contribuyentes. Esto permitió la votación y la elección de muchos criollos pertenecientes principalmente a la clase terrateniente y profesionales. Por lo que destacadas figuras como Vicente García o Francisco Vicente Aguilera y otros patriotas de menor relieve formaron parte de los ayuntamientos.
Incluso algunos funcionarios coloniales se unieran a la conspiración y luego a la sublevación. Entre otros participaron en la conspiración en Guantánamo, Holguín, Santiago de Cuba, Bayamo y Manzanillo los capitanes pedáneos Eduardo Cordón(1), José Bienvenido Rodríguez, (2) Además los tenientes pedáneos Agustín González, (3) Emilio Soler, (4) Francisco Javier Rizo, (5) José de Jesús Pérez, (6)José María Ávila, (7) León Téllez, (8) y Bartolomé Labrada, (9) También hay una cantidad relativamente importante de funcionarios de menor categoría que siguen los pasos del mambisado.
Este asunto se puede interpretar de diversas maneras. Una de ellas es que no existía una separación absoluta entre algunos miembros del estado español y la población criolla. Se habían creado lazos de simpatías que llegaron al extremo de esta solidaridad militante. Unos pocos funcionarios de relieve como es el caso del catalán Francisco de Camps y Feliú teniente gobernador de Holguín era mirado con bastante simpatía por los criollos.
La guerra, bruscamente, tendió a cerrar tales vasos comunicantes de carácter personal. Se produjeron cambios muy importantes en la administración hispana en Cuba a favor de la mentalidad y la acción dictatorial extrema durante la guerra de 1868. Todo el que era sospechoso de simpatizar con los insurrectos fue perseguido y excluido de participar en las elecciones del cabildo. Los que tenían recursos les fueron confiscadas las propiedades por la ley de Bienes Embargados.
El siempre rígido sistema colonial recurrió a medidas radicales para enfrentar el movimiento independentista. Se produjo una especie de regionalización de la guerra pero en sentido contrario de los revolucionarios. Si para los independentistas la contienda había significado el incremento de sus libertades pudiendo elegir a sus gobernantes, los colonialistas formaron un rígido sistema de gobierno desde la base. Según Céspedes esto consistía en:
«El sistema que ha establecido el gobierno español en su reconstrucción y, como todo sistema absurdo, es un abuso político – económico y antisocial; es el sistema feudal formar un fuerte, construir una población y hacer cultivar un área de tierra con gentes ya presentados o acogidas en los ranchos, trabajen en beneficio de la guarnición y el Estado, dejándoles escasamente una parte muy corta para su manutención y para las necesidades de su fami¬lia. Este sistema que por sí solo bastaría para destruir una sociedad es el que el enemigo ha planteado para sostener los gastos de la guerra de la independencia. A pesar de que el trabajador no estaba satisfecho soportaba con pena ese nuevo vasallaje del opresor de Cuba y cultivaba la tierra para sus señores». (10)
Para construir estos poblados en ocasiones se hacía un verdadero estudio que en lenguaje de hoy llamaríamos de planificación. Producto de esto se escogía un lugar que como expresaba un jefe militar hispano: “… que por su posición topográfica reuniese mejores circunstancias para el establecimiento del puesto fortificado… (11)
Allí se establecía un destacamento de tropas regulares. Se construía un fuerte rodeado de un foso. Escuchemos el testimonio del jefe de uno de estos destacamentos de cómo se organizaba un poblado: “… se recorrieron las inmediaciones para avisar a las familias hicieran sus habitaciones cerca del fuerte… (12)
El jefe militar de uno de estos poblados anotaba que salió con 12 hombres: “… a reconocer las inmediaciones del fuerte y vigilar al mismo tiempo si las personas presentadas en este destacamento se dedican a sus faenas, como también hacerles presentes que continuamente está dispuesta la tropa de este fuerte a proteger los que se ocupan en los trabajos que son de precisa necesidad así como también a prender aquellos que contravienen a la tranquilidad que empieza a disfrutarse en este punto.” (13)
Tal “patriarcal” represión estaba presente en cada momento de la vida de estos infelices. No existía ningún tipo de libertad en estas poblaciones. Todos estaban sometidos a una estrecha vigilancia como se expresa en el documento. Cada vecino se sentía bajo la mirada del jefe del puesto militar. Cualquiera de ellos podía ser acusado de encontrarse entre los: “… que contravienen a la tranquilidad…” criterio bastante impreciso en el que se pueden incluir muchas definiciones a gusto de estos despóticos militares.
El 21 de marzo de 1870 el jefe de un destacamento anotaba en su diario: “… puesto de acuerdo con el nuevo capitán pedáneo de este partido se reunieron todos los paisanos del pueblo para hacer el reparto del terreno a los que no lo tenían propio en estas inmediaciones designándose a cada cual el que ha de cultivar.” (14)
De esa forma la antológica libertad del campesino de tener un absoluto dominio sobre su terruño quedaba abolida. Ahora debía de realizar su cultivo según las normas establecidas por las autoridades. Esto debió de ser en extremo humillante para estos hombres y mujeres que por tradición estaban muy apegados a un individualismo extremo. El 12 de marzo de 1870 el jefe de un destacamento informaba: “… habiéndose visto con satisfacción que varias familias se ocupan de levantar casas en los campos y cultivar sus tierras. (15)
Los habitantes de los poblados eran incorporados al cuerpo de voluntarios y debían compartir obligaciones militares, en caso de un ataque cubano. En los alrededores del fuerte se levantaba el caserío de los vecinos. Luego una empalizada o una alambrada rodeaba a este conjunto de construcciones. Una puerta de madera daba acceso al poblado. Residir en uno de estos caseríos significaba un cúmulo de humillación difícil de aceptar por quienes se habían acostumbrado a residir en Cuba Libre.
Además las zonas de cultivo que se establecían alrededor de estas poblaciones eran constantemente asoladas por los mambises y en no pocas ocasiones por las columnas españolas en operaciones. Gómez resumía el estado material de esta gente: “La miseria asedia de un modo triste y horroso a todas estas poblaciones” (16)
Esta actuación se repetía cotidianamente en cada uno de estos caseríos. La suerte de sus vecinos dependía por entero de un teniente cualquiera. Es conocida la justificada fama que tenían los militares españolas de déspotas e insensibles a las libertades de los cubanos. El 10 de octubre de 1868 la vida cambio para todos en la isla tanto para los insumisos que se fueron a los bosques e integraron las fuerzas libertadoras como lo que voluntad u otras circunstancias continuaron viviendo en los territorios controlados por los colonialistas.
NOTAS
1 Juan Albanes Martínez Eduardo Cordón. Inédito
2-Archivo Nacional de Cuba. Comisión Militar Ejecutiva y Permanente Legajo 126 Número 12
3 Archivo Nacional de Cuba. Fondo Comisión Militar Ejecutiva y Permanente. Legajo 129 número 4
4- Archivo Nacional de Cuba. . Fondo Comisión Militar Ejecutiva y Permanente. Legajo 125 número 4
5- Archivo Nacional de Cuba. . Comisión Militar Ejecutiva y Permanente Legajo 129 Número 4
6- Archivo Nacional de Cuba. . Fondo Comisión Militar Ejecutiva y Permanente. Legajo 126 número 13
7-Archivo Nacional de Cuba Fondo Comisión Militar Legajo 128 Número 24
8–José Sánchez Guerra y Wilfredo Campo Cremé. Los Ecos de la Demajagua en el alto Oriente Cubano. Guantánamo, 1996, p 26
9–Archivo Nacional de Cuba Fondo Comisión Militar Legajo 126 Número 28
10–Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo: Ob. cit., t. II, 1982, pp. 112, 113.
11–Archivo Central Militar de Segovia Ponencia de Ultramar Cuba Numero 11 Legajo 7
12–Archivo Central Militar de Segovia Ponencia de Ultramar Cuba Numero 11 Legajo 7
13–Archivo Central Militar de Segovia. Ponencia de Ultramar. Cuba. Número 11. Legajo 7
14–Archivo Central Militar de Segovia. Ponencia de Ultramar. Cuba. Número 11. Legajo 7
15–Archivo Central Militar de Segovia. Ponencia de Ultramar. Cuba. Número 11. Legajo 7
16–Yoel Cordoví Núñez. Máximo Gómez tras las huellas del Zanjón. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 2005, p 119
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