José Abreu Cardet

La mina de Ocujal: soldados, guerrilleros y americanos

El Segundo Frente Oriental Frank País fue fundado en marzo de 1958 con una columna guerrillera procedente de la Sierra Maestra, bajo el mando del comandante Raúl Castro Ruz. Este frente operarÍa en un extenso territorio que comprendía la actual provincia de Guantánamo y gran parte de las provincias de Holguín y Santiago de Cuba. En este territorio se encontraban importantes propiedades de empresas estadounidenses e incluso la base naval.

Entre estas compañías estaba la Nickel Proccesing Corporation, propietaria de la planta de Nicaro y de las minas de Ocujal y La Ramona de donde obtenía el mineral. Este complejo minero estaba en la jurisdicción del escuadrón 74 de la guardia rural que tenía su jefatura en el poblado de Mayarí. Esta unidad formaba parte de las fuerzas del regimiento número 7 de la guardia rural. El ejército había tomado medidas para proteger a Nicaro y la Mina de Ocujal. Situaron en esos lugares destacamentos. El interés de defender la mina de Ocujal no solo era para mantener la producción sino que allí se encontraba un importante polvorín donde se guardaba la dinamita utilizada en las labores de extracción y en obras de construcción de la empresa. Si los revolucionarios lograban ocupar aquellos explosivos tendrían un poderoso medio para llevar a cabo acciones bélicas. Existía una amarga experiencia para los militares cuando un grupo guerrillero ocupó en Cayo Guan, en la zona de Moa, una caja de dinamita y varios rollos de mecha. (1) Tenían material suficiente para elaborar las temidas minas. Esta historia no se podía repetir en el escuadrón 74.

El 29 de marzo de 1958 aterrizó en Preston (2) un avión procedente de la base naval de Guantánamo, en el que venían tres miembros de la embajada de los Estados Unidos en La Habana. Estos visitaron la Planta de Nicaro. Luego se trasladaron a la capitanía de Mayarí. Se entrevistaron con el jefe de esta, comandante Pino Águila. Según el lacónico informe del referido oficial, los diplomáticos le argumentaron que el gobierno cubano tenía conocimiento de aquella visita. Le «pidieron protección planta metalúrgica Nicaro». El oficial informaba que «le expresé radicaba allí un apostadero con suficiente personal». Agregó el militar en su informe al mando superior que les prometió: «No permitiendo alteración ni barrenamiento las mismas». (3)

El temor de la embajada tenía cierta lógica. De la base naval de Guantánamo habían traído, meses atrás, varios fusiles para los guardajurados que pagados por la empresa custodiaban la planta. Pero en febrero un comando revolucionario había atacado el batey de la empresa y capturado varias de aquellas armas. De todas formas el ejército tomó medidas y el cinco de abril de 1958 le ordenaban al jefe del regimiento que reforzara a Nicaro con 25 hombres bajo el mando de un sargento. (4)

La guarnición asignada para proteger la mina de Ocujal estaba integrada por una docena de soldados bajo el mando de un sargento. El cuartel no contaba con protección para enfrentar un ataque. Seguramente que los militares tampoco esperaban tal acción. Hasta aquel momento en la zona tan solo operaban pequeños grupos de escopeteros que mal armados y peor parqueados poco podían hacer. A finales de mayo de 1958 la vida transcurría plácidamente en aquel apartado recinto militar. Cada día el destacamento se fragmentaba en dos, la mitad iba en los transportes que llevaba los obreros del batey hasta la mina La Ramona. Allí controlaban que la dinamita no se desviara del uso a que estaba asignada y ningún paquete fuera a parar a manos de los revolucionarios. Al mediodía regresaban junto con los obreros a almorzar. Mientras los que se quedaban en el cuartelito montaban guardia o descansaban. Seguramente que algunos le pedirían a la virgen de la Caridad del Cobre que aquella vida se prolongara por siempre, que nunca los enviaran a las unidades que en la Sierra Maestra llevaban a cabo la ofensiva de verano de ese año. En aquellas lejanas montañas se combatía y moría. Pero pronto todo cambiaría en Ocujal.

En el territorio donde estaba ubicada la mina había comenzado a operar en el mes de mayo de 1958 la columna 19 José Tey. Creada en Santiago de Cuba por el movimiento clandestino para apoyar la huelga de abril de 1958, al fracasar esta se trasladó al territorio del Segundo Frente y se le subordinó. De inmediato Raúl Castro, el jefe del Frente, le asignó el territorio de los antiguos municipios de Sagua de Tánamo y Mayarí. La columna se estructuró en varias compañías, a una de ellas, la «A», bajo el mando del capitán Antonio Enrique Luzón se le asignó gran parte del territorio del municipio de Mayarí.

Antonio Enrique Luzón en un recorrido por la zona reunió información sobre el enemigo y comprendió que con una concentración de sus fuerzas podía aniquilar la pequeña guarnición de la mina de Ocujal. Luzón se trasladó a Calabazas donde en esos momentos se encontraban el jefe de la columna y el del frente. Aprobado el plan, comenzaron los preparativos para el ataque. Lo primero fue cursar una orden al capitán Filiberto Olivera, también de las fuerzas del Segundo Frente, que suspendiera un ataque que pensaba realizar en el camino entre Sagua de Tánamo y Mayarí. Esto podía poner en alerta al enemigo. Luego se pasó a organizar la fuerza que debía llevar a cabo la acción.

La tropa rebelde que atacaría estaría bajo el mando del capitán Enrique Luzón y contaría con el apoyo del también capitán Oriente Fernández. Un papel importante fue la información brindada por obreros de la mina que colaboraban con los revolucionarios. Por ellos conocieron en detalles la vida de la guarnición enemiga y se elaboró un plan para atacarla. Sigamos el desarrollo de los acontecimientos para enterarnos qué pasó.

La tropa rebelde salió el 28 de mayo por la noche en un yipi y un camión. La ruta que debían seguir carecía de bosques por lo que se decidió marchar de noche para evitar ser detectados por la aviación. Además de la tropa seleccionada se incorporaron cinco combatientes de la unidad móvil de la comandancia del Segundo Frente. No hemos podido determinar la cantidad de guerrilleros que tomó parte en la acción. La compañía «A» se formó con los hombres del pelotón 2 de la columna 19. Este pelotón tenía unas 28 armas de guerra por lo que considerando que aquella era, en esos momentos, la acción combativa más importante de la referida compañía, seguramente se movilizaría hacia esa operación el grueso de esos equipos bélicos. Además se agregó un refuerzo de cinco combatientes. Podemos considerar que superaban a la guarnición enemiga, lo que en un ataque de ese tipo era importante.

La marcha de la tropa rebelde se inició en el campamento de Los Gallegos, pasaron por el aserrío Corea, loma Saca la Lengua, El Serrucho hasta la loma de los Mulos. Desde allí podían observar a lo lejos la mina de Ocujal. Decidieron abandonar los transportes en un pinar y continuar a pie para evitar que por el ruido de los carros pudieran descubrirlos. Muy cerca de ellos se encontraba la mina de La Ramona. Avanzaron unos tres kilómetros.

Acamparon en las inmediaciones del camino que va de la mina La Ramona a la de Ocujal. Enviaron una pequeña patrulla hasta Ocujal para que contactaran con los obreros que colaboraban con las guerrillas para obtener más información y si había algún cambio en la guarnición enemiga. Pero todo seguía igual.

Alrededor de las 10.00 a.m. del 29 de mayo de 1958 iniciaron la marcha. Atravesaban un campo despejado. Los pinares que cubrían esa área habían sido indiscriminadamente talados. El plan elaborado era establecer una emboscada para liquidar a los cinco o seis militares que iban de Ocujal a La Ramona para supervisar el uso de la dinamita. Los rebeldes ocuparon sus posiciones en espera que los soldados junto con los obreros regresaran a almorzar. Pero para sorpresa de los guerrilleros tan solo avistaron a un soldado que regresaba en uno de los camiones de La Ramona a Ocujal. Se le dejó pasar. No valía la pena poner sobre aviso a la guarnición por capturar a un solo militar. Los rebeldes en la mina La Ramona ocuparon dos carros de los llamados yucles que se utilizaban para transportar mineral y se dirigieron a Ocujal.

El soldado de guardia vio acercarse a los dos carros. Aquella era una escena habitual. No se alarmó. Estaba dominado por la monotonía de los días que transcurrían plácidamente. Es posible que el militar pensara que el ruido del camión despertaría a sus tres compañeros que dormitaban en el cuartel. Parecía ser esta la amenaza más seria para la guarnición. Los tres soldados luego del almuerzo se acostaron. Era la tradicional siesta muy extendida en la Cuba de entonces. En un intento de eludir el calor se despojaron de sus ropas y se quedaron en calzoncillos y sin camisa. Es posible que alguno de ellos, en el sopor del sueño, escuchara el motor del carro que se acercaba al cuartel. Pero aquellos ruidos eran habituales en la mina.

El soldado de guardia vio que uno de los carros hacía una singular maniobra, viraba y daba marcha atrás. Inesperadamente comenzaron a disparar desde el yucle. El camión que avanzaba en marcha atrás desde donde hacían un intenso fuego se proyectó contra el cuartel.

Los soldados fueron despertados por el fuego graneado. No intentaron tomar sus fusiles, tan solo pensaron en salvar sus vidas. Emprendieron una veloz carrera pero fueron capturados.

Había otro soldado de guardia que custodiaba el polvorín. Al comprender lo que ocurría abrió fuego contra los rebeldes, saltó por el patio y se internó en los campos inmediatos y logró escapar. Mientras el militar que habían visto pasar desde La Ramona a Ocujal en los camiones de los obreros, se encontraba fuera del cuartel, se parapetó detrás de un tractor y luego de unos hierros viejos. Desde allí comenzó a disparar contra los rebeldes que le respondieron. Alcanzado por los disparos murió poco después. Un acontecimiento trágico había ocurrido ese día. El hijo de un militar falleció en Mayarí. El sargento con la mitad de la guarnición fue al velorio del desgraciado niño. Los guerrilleros desconocían esto. De esa forma la desgracia de aquel militar que perdió al niño fue su salvación y de parte de sus compañeros. De encontrarse en la mina se hubieran tenido que batir con los revolucionarios con una gran probabilidad de resultar heridos o muerto.

Los rebeldes de inmediato iniciaron la requisa de todo lo que podía ser útil a la guerrilla. Se apoderaron de 70 cajas, cada una con más de 50 libras de dinamita y unos 500 fulminantes. Los guerrilleros, alrededor de las 05.00 p,m., se retiraron con una caravana de carros y equipos confiscados.

Simultáneamente con el ataque al cuartel se situó una emboscada en el camino que conducía a la mina. Mientras esto ocurría los demás militares de la guarnición -luego de cumplir con las honras fúnebres del niño en Mayarí- regresaban a su cuartel. Lo hacían en un auto de los conocidos como pisicorre. Los rebeldes los dejaron pasar pensando que era un vecino del batey que regresaba de Mayarí. Los soldados llegaron hasta la mina y descubrieron la suerte corrida por sus compañeros. De inmediato emprendieron el regreso. Esta vez lo hicieron a toda velocidad. Los rebeldes de la emboscada entonces se dieron cuenta que los tripulantes del auto eran militares y abrieron fuego, pero este raudo continuó su marcha hacia Mayarí. Los integrantes de la emboscada luego de esto emprendieron la retirada.

Se le ocasionaron al enemigo cinco bajas. Dos muertos y tres prisioneros. Se ocupó una ametralladora Thompson de mano, calibre 45; cinco fusiles Springfield, calibre 30.06; cinco revólveres calibre 45. Así como parque y varias granadas. También los guerrilleros obtuvieron diversos materiales y medios de transporte.

Notas:

1—Columna 19 José Tey Segundo Frente Oriental Frank País, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p. 134.
2–Preston central propiedad de la United Fruit Company, en 1960 fue nacionalizado y se le nombró Guatemala. En el siglo XXI fue demolido.
3–Instituto de Historia de Cuba Fondo Ejército 24-5.1-5:3.1-1-41.

4–Ídem.

Bibliografía:

Comisión de Historia de la Columna 19 José Tey, Columna 19 José Tey Segundo Frente Oriental Frank País, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982.

De Holguín a Las Tunas: la ruta del infierno (febrero 1870).

En octubre de 1868 estalló la primera guerra de independencia de los cubanos contra España. Esta se extendió hasta 1878. Durante ella se desarrollaron heroicos acontecimientos. Muchos de ellos permanecen prácticamente olvidados. Entre estos se encuentran la retirada de un contingente de insurrectos de Holguín a Tunas bajo el mando del general Máximo Gómez. Conozcamos la versión de Calixto García, segundo jefe de aquel destacamento.

En agosto de 1869 Máximo Gómez fue designado jefe de Holguín. Hasta aquellos momentos había dirigido la brigada de Jiguaní. Llevó con él a 200 mambises de ese territorio y al general Calixto García. Holguín estaba organizado en dos brigadas; la oriental y la occidental. Máximo Gómez situó parte de las tropas holguineras en la zona occidental bajo el mando del general Julio Grave de Peralta, el líder local de mayor relevancia. Él ocupó la parte oriental con los jiguaniceros y el resto de las fuerzas de Holguín.

Si nos situamos frente a un mapa moderno y nos atenemos a la actual división política administrativa (1976) de este territorio, las tropas de la brigada occidental bajo el mando de Grave de Peralta, aproximadamente, operaban en los municipios de Holguín, Calixto García y Cacocum, de la provincia de Holguín, y los municipios de Puerto Padre y Jesús Menéndez, de la provincia Las Tunas.

El territorio donde actuaba Gómez comprendía, aproximadamente, los actuales municipios de Cueto, Urbano Noris, Báguano, Antilla, Banes y Rafael Freyre, de la provincia de Holguín. Máximo Gómez designó como segundo de estas tropas que operaban directamente bajo sus órdenes a Calixto García. La constante persecución española, la falta de armas y parque, lo difícil de avituallar a una concentración de fuerzas, los obligó a actuar en muchas ocasiones por separado.

Los españoles habían organizado una gran ofensiva dirigida por el general Blas de Villate, Conde de Valmaseda. Máximo Gómez describe en estos términos la terrible embestida colonialista: «…las columnas enemigas avanzando hacia el centro en movimientos paralelos, todo lo invadían al mismo tiempo que iban dejando establecidos sus campamentos en los puntos más importantes de recursos…»

Los mambises la llamaron la Creciente de Valmaseda, pues era como un río enfurecido que se desbordaba arrasando todo a su paso. Esta ofensiva había desalojado a los independentistas de las jurisdicciones de Bayamo, Jiguaní y parte de Manzanillo.

En la noche del 19 al 20 de enero de 1870 desembarcó la expedición del buque Anna entre Nuevas Grandas y Manatí en la jurisdicción de Las Tunas. Esta trajo una gran cantidad de armas y parque. Inmediatamente la dirección de la revolución decidió reconquistar los territorios perdidos. Se armaron las fuerzas del general Modesto Díaz, jefe de Bayamo, para que retornaran a su territorio. Se le dio órdenes a Máximo Gómez que se trasladara de Holguín a Tunas para que, regresara a Jiguaní con un contingente de tropas. Estas serían armadas con los equipos traídos en la expedición del «Anna». Máximo Gómez narró en estos términos el inicio del recorrido:

«Emprendí marcha para Las Tunas con una columna como de 300 hombres, con el tiro de la carabina alguna, una impedimenta de más de mil almas entre niños, y mujeres y gente inútil y enferma, que huyendo de la fiereza de los españoles, se amparaban en nuestras fuerzas. El camino que tenía que hacer era peligrosísimo…»

Calixto García en su diario personal de 1874 hizo una rememoración mucho más detallada de aquella marcha que ponemos a disposición del lector. Veamos qué nos dice el general Calixto García en su diario: (1)

«(…) recibí una orden de Gómez en que me mandaba me incorporara a él, pues había recibido comunicación del, Gobierno en la que se le llamaba a las Tunas para recibir parque de la expedición «Anna» (2) que acababan de hacer su alijo con felicidad. Esta nueva, como era de esperar, me causó una inmensa alegría pues nos sacaba de la angustiosa posición en que nos encontrábamos y nos ponía con estado de poder resistir al enemigo. Me preparé pues para la marcha para Tacámara donde estaba Gómez. En aquellos momentos nueva columna enemiga se presenta que llega hasta nuestra avanzada y nos impide hacer provisiones para la marcha. Al oscurecer una horrorosa tormenta se desata, la que nos hizo pasar una noche de perros; acurrucados más de 80 hombres en un pequeño rancho sin poder movernos.

«No bien amaneció emprendí la marcha atravesando la gran montaña que divide a Santa Cruz del Sitio y con más de 50 familias a la cola que me suplicaban no las abandonase. Llegué al Sitio que encontré ocupado por el enemigo por lo cual volví a echarme a rumbo buscando la vereda que de este punto conduce a Tacámara. Nueva pérdida tuve en la travesía teniendo que acampar al oscurecer sin saber dónde me hallaba. Continué mi marcha logramos encontrar el camino que buscaba el que tomé haciendo rumbo a Tacámara.

«No había andado por él media legua cuando me encontré las dos hermanas de Gómez Chucha y Regina. (3) Esta me informo que Gómez las mandaba presentar a los godos por serle imposible conducirlas al Camagüey (4) (para donde ya había marchado) (5) por estar una de ellas sin poder caminar También me dijo que me retirara pronto pues ellas habían mandado al Campamento español del Sitio a avisar que las mandaran a buscar pues querían presentarse y que esperaban la tropa por momentos. Amargos momentos fueron aquellos. Yo también dejaba mis hermanas (6) escondidas en un monte sin tener el triste consuelo de darles el último adiós, sin saber si vivían o habían perecido de hambre y casi con la seguridad de no volver a verlas más.

«Di un abrazo a estas buenas amigas y continué mi marcha siguiendo el rastro que dejaba la fuerza que llevaba Gómez. Este había salido en la madrugada de aquel lugar, por lo que precipité mi marcha para alcanzarlo. Como a las once del día atravesé por al lado del Cuartel que tenían los godos en San Francisco y a la vista de sus avanzadas, estas me hicieron fuego que no pude contestar por no tener más parque que el tiro de la carabina y muchas de estas no daban fuego mojadas con el aguacero del día anterior

«Poco después hice alto y llamé las familias a las que hice comprender era necesario se presentaran, pues poca protección podía yo brindarles con mi desmoralizada fuerza y sin pertrechos. Tras mucho trabajo logré se separaran de nosotros y continué mi marcha más desembarazado, logrando unirme a Gómez en la tarde de aquel día. (7)

«Gómez lo mismo que yo y todos los demás oficiales habíamos perdido nuestros caballos y no llevábamos más ropa que la puesta. En los continuos asaltos que habíamos sufrido se habían dispersado los asistentes, llevándose con ellos hamacas, frazadas etc. En dos días hicimos 30 leguas. Yo, poco acostumbrado a andar a pie, hice la última jornada con los pies despedazados, sólo me hacía caminar el instinto de salvación pues de habernos cansado hubiera tenido que quedar a merced del enemigo por aquellos lugares.

«Por fin llegamos a la Cañada de la Piedra (8) campamento de Luis Figueredo, (9) en cuyo lugar nos proporcionaron algunos caballos para continuar la marcha.

«En toda esta larga retirada debimos nuestra salvación al Ciudadano Miguel Cardet que nos sirvió de práctico y gracias a él pudimos atravesar la línea de campamentos que tenía el enemigo para impedirnos el paso. Este buen patriota encontró su muerte un año después en la costa de Cauto a manos de los cubanos, por una lamentable equivocación. (10)Llegamos por fin a las Tunas. Este lugar aún no había sido invadido por el enemigo y se gozaba en él de una paz victoriana. Las familias vivían aun en sus casas como en tiempo normal y se bailaba como si no existiera la guerra. Esto era muy común en los principios de nuestra lucha en que el espíritu de localidad hacía que las fuerzas de un distrito no salieran de él aunque fuera exterminado el vecino. Gracias a esto pudo Valmasada batir en detalle nuestras fuerzas. Sólo la desgracia común pudo unirnos a todos y destruir el espíritu de pueblo pero eso no resultó hasta el 73 (11) y aun hoy cuesta trabajo hacer salir algunas fuerzas de su zona para operar en otra, dónde el jefe cree es más conveniente. (12) Cuántos males nos ha acarreado aquel sistema es inútil enumerarlo, baste decir que los españoles con poco considerables fuerzas, lograban pasearse por todo el territorio de la república sin encontrar quien les hiciera frente de una manera formal».

Notas

1–El texto que reproducimos forma parte del diario de campaña del general Calixto García Iñiguez del año 1874. El original se encuentra en la colección privada del fallecido historiador Juan Andrés Cue Bda que tiene su familia en Santiago de Cuba. Fue publicado textualmente en: José Abreu, Olga Portuondo y Volker Mollin, Calixto García: Escribe de la Guerra Grande. Tres documentos personales, Editorial Oriente, 2009.
2–La expedición del Anna desembarcó en la noche del 19 al 20 de enero de 1870 entre Nuevas Grandas y Manatí. El jefe militar era Melchor Agüero y el jefe de mar Francisco Javier Cisneros. Traía 1260 fusiles de diferentes tipos, dos cañones, parque para estas armas y otros equipos necesarios para la vida en campaña. Lo importante de esta expedición no fue solo los medios bélicos que llevó a los mambises sino que arribó en un momento crítico de la revolución cuando se desarrollaba la gran ofensiva española dirigida por el conde de Valmaseda.
3–Máximo Gómez llego a Cuba procedente de República Dominicana con sus dos hermanas y la madre. Esta última falleció antes de iniciarse la guerra de 1868. Las dos hermanas lo acompañaron en la campaña.
4–Los mambises consideraban como un lugar seguro para trasladar a sus familias la jurisdicción de Camagüey donde todavía en 1869 la ofensiva no había llegado con toda la intensidad como en Oriente. Pero esta situación muy pronto cambio con la intensificación de las operaciones allí.
5–Máximo Gómez se dirigía a Tunas no a Camagüey.
6–Las hermanas de Calixto eran Rosario, Leonor, Mercedes y Concepción García Iñiguez. Al estallar la guerra se unieron a la revolución y marcharon al campo insurrecto cuando se desato la gran ofensiva de Valmaseda Fueron hechas prisioneras en 1870 por una columna española en la jurisdicción de Holguín y trasladadas a esa población.
7–En su diario personal Máximo Gómez dijo que en su marcha llevaba: «una impe¬dimenta de más de mil almas entre niños, y mujeres y gente inútil y enferma, que huyendo de la fiereza de los españoles, se amparaban en nuestras fuerzas.»
8–Máximo Gómez llama a ese lugar en su diario «Laguna de Piedra»,
9–Luis Figueredo Cisneros Nació en Bayamo. En septiembre de 1868 ahorco a un cobrador de impuesto y se encontraba prácticamente en rebeldía. Secundó el alzamiento de la Demajagua. Alcanzo el grado de mayor general. Al terminar la guerra se trasladó a Colombia donde falleció.
10–Miguel Ramón Cardet y Zayas, primo del general Julio Grave de Peralta. Fue enviado por este para entregarle parque a las fuerzas de Máximo Gómez que actuaban en la brigada oriental de Holguín mientras Grave de Peralta lo hacía en la occidental. Después de una verdadera odisea encontró a las tropas de Máximo Gómez y les sirvió de práctico. En 1872 estando en una misión de exploración en Pedregalon del Cauto bajo las órdenes de Máximo Gómez, fue confundido por sus compañeros con el enemigo y muerto. Tenía el grado de capitán del Ejército Libertador en el momento de su fallecimiento. Este tipo de equivocación en ocasiones ocurrían pues los llamados «guerrilleros» utilizaban la misma indumentaria y táctica de los mambises y en ocasione lograban sorprenderlos. Por lo que las fuerzas cubanas se encontraban en permanente estado de alarma y tensión.
11–En 1873 luego de la destitución de Carlos Manuel de Céspedes y el establecimiento del gobierno de Salvador Cisneros Betancourt fue enviado a Camagüey para que tomaran parte en la invasión a Las Villas un contingente de tropas del departamento oriental.
12–Es interesante como Calixto García al analizar el regionalismo hace referencia a los intereses de los soldados de filas. Casi siempre es común en los estudios sobre el regionalismo centrar en los jefes la decisión de operar o no fuera de la comarca natal. Nunca se tiene en cuenta el papel del soldado de fila y su interacción con las decisiones de la elite.

Bibliografía.

–José Abreu, Olga Portuondo y Volker Mollin, Calixto García: Escribe de la Guerra Grande. Tres documentos personales, Editorial Oriente, 2009.
–Máximo Gómez, Diario de Campaña, Instituto del Libro, La Habana, 1968.

El General desnudo en las calles

Ponemos a disposición del lector de Memoria Holguinera un capítulo del folleto titulado: Ángel Guerra o el último capitulado cubano. Episodio Histórico, escrito en Cayo Hueso, en diciembre 1892, por Juan A. Calderón. El texto fue publicado en Gibara, en 1899, en el establecimiento tipográfico El Progreso. Narra la participación del patriota Ángel Guerra Porro en la llamada Guerra Chiquita que se desarrolló entre 1879 y 1880.

Nacido en Holguín en 1842 se levantó en armas bajo las órdenes de Julio Grave de Peralta. Ascendido a Capitán en diciembre de 1869, a Comandante en julio de 1872 y a Teniente Coronel en junio de 1873. Tomó parte en numerosas acciones. Entre ellas el combate de Rejondones de Báguano, Santa María del Ocujal, ataque a los poblados e Almirante y Junucún. Al terminar la conflagración se sumó a la conspiración que dio inicio a la Guerra Chiquita. En agosto de 1879, el Coronel Belisario Grave de Peralta, también miembro del complot, decidió alzarse en armas. Ángel Guerra trató de convencerlo de que no se pronunciara por su cuenta. El 24 de agosto se levantó en armas en las márgenes del río La Rioja, en el territorio del entonces municipio holguinero.

La guerra se extendía reciamente por el Departamento Oriental. Ángel Guerra consideraba que la Revolución fue prematura. Sin armas y los principales líderes en el exterior estaba llamada al fracaso. Por lo que decidió permanecer en su casa en la ciudad de Holguín. Las autoridades españolas tenían otro criterio. Comprendieron que Ángel Guerra era un mambí y que no se había alzado por asuntos tácticos y tarde o temprano lo haría. Decidieron detenerlo. A continuación la trascripción textual sobre la aventura urbana de este mambí que se vio perseguido por sus irreconciliables enemigos que se narra en el folleto Ángel Guerra o el último capitulado cubano:

Capitulo II

Una captura inútil

Apercibidas temprano las autoridades de Holguín de lo que estaba ocurriendo en el río de la Rioja, juzgaron que aun cuando la Guerra no se había movido de la ciudad, convenía inutilizarle, por si acaso.

Aquella noche, á las doce, la Policía y la Guardia Civil llegaron á la vez por las dos calles á que hacía esquina su casa, con la entrada principal por la de San Isidoro, (1) y derribando á golpes la puerta de la otra calle, penetraron al patio y de seguida á las habitaciones por otra puerta que no tuvieron necesidad de forzar. Ya el pájaro había volado por ella advertido del peligro por el estruendo de los golpes y el ruido de las armas, aunque sin tiempo más que para ocultarse entre una mata de jazmín inmediata, con la que rozaron los soldados al penetrar en su busca.

Al desaparecer el último, trepó, rápido como un tigre, sobre una alta pared de mampostería coronada de vidrios rotos, que separaba su patio del de doña Panchita Castellanos. Allí, con las manos, los brazos, el pecho y las piernas cortadas por los vidrios, y colgado largo ratos de éstos hacia ese otro patio mientras con luces registraron el suyo, permaneció en semejante suplicio hasta asegurarse de que no había quedado por su casa ni un esbirro. Saltando entonces á otros patios divididos por tablas ó janes, reconoció sigilosamente sus dos calles, descubriendo que los cuatro ángulos de la cuadra habían quedado ocupados por cuatro parejas de la Guardia Civil.

Juzgose irremisiblemente perdido. No se atrevía á llamar á ninguna casa por temor á ser oído de los centinelas ó mal recibido por la desnudez en que salió para aminorar las probabilidades de ser visto. Sus perseguidores, que habían hallado el lecho y sus ropas interiores calientes, estaban seguros de que no había tenido lugar de salir de la cuadra. Juzgaron con razón que había quedado encerrado dentro de la ratonera.

Tras largo tiempo de angustia la frescura del aire le recordó la proximidad del día. Horrorizole la idea de que la luz de la mañana le sorprendiera en aquella situación y tomó la resolución de evitarlo á todo trance. Se fue acercando lo más que pudo entre los patios á una de las esquinas de la cuadra, sacó silenciosamente dos janes que daban á la calle; saliendo á ella por el hueco abierto así, se aproximó rastreando como una culebra á la pareja que se había sentado en la acera, y lanzándose de pronto á la carrera en dirección á ella, cuando los Guardias pudieron darle el alto ya los había dejado detrás. Aunque le hicieron varios disparos, logró alcanzar sin novedad la casa de un amigo, que le proporcionó ropa y machete; más al volver á la calle el cielo ostentaba ya los dorados y purpúreos matices de la Aurora y la atmósfera era suficientemente clara para denunciar su presencia. Sin embargo pudo, sin ser visto, sacar de un patio frente al Hospital de Caridad (2) el caballo de su amigo Carlos Téllez, del Guiral, y montado en él en pelo salió á la carrera por el camino de Cuba. (3)

Pero no había llegado el momento verdaderamente crítico para él. Los fuertes que rodean la población habían sido avisados durante la noche, y al pié de ellos, en las puertas de salida, estaba preparada de antemano su persecución. Un grupo de caballería se lanzó tras él á galope tendido, los soldados bien montados en briosos caballos y él sin más aparejo que la jáquima en una cabalgadura flaca y estenuada. Por instantes se le aproximaban sus perseguidores. Ya en el Tejar de Mayabe (4) se extendían en ala para rodearle, cuando el fujitivo se dejó caer al suelo, abandonándoles el noble bruto que había dejado de necesitar y tomando á pié la manigua allí bien espesa.

Los soldados que le habían visto al caer, pero no levantarse, aseguraron al Gobernador de la Plaza, al hacerle entrega del caballo capturado, que al parecer el jinete había sido tragado por la tierra ó se había desvanecido en el aire antes de llegar al suelo.
Ángel salió ileso de aquella persecución y se unió a las fuerzas insurrectas. Se convirtió en uno de los líderes de los independentistas en la región. Se presentó en diciembre de 1879. En 1890 fue expulsado de Cuba por sus acciones conspirativas. Figuraba entre los tripulantes del bote que condujo a José Martí y Máximo Gómez a Cuba, en abril de 1895.

Integró la columna invasora y combatió en el occidente del país. Murió en combate el ocho de marzo de 1896, en Santa Rita de Baró, Matanzas. Tenía el grado de general de brigada del Ejército Libertador Cubano.

El singular relato sobre la fuga de Ángel Guerra es uno de los pocos sobre lo que hoy consideraríamos una acción del clandestinaje mambí, en un centro urbano del Oriente del archipiélago. Es la fuga de un combatiente clandestino, pues Ángel Guerra aunque estaba comprometido con la insurrección no se había levantado en armas.

Citas:
(1)Actual calle Manduley conocida por Libertad.

(2)Asilo de ancianos Jesús Menéndez.
(3)El camino a Santiago de Cuba.
(4)—En los alrededores de la ciudad de Holguín habían varios tejares. Se le designaba según el dueño y el lugar donde estuvieran.