José Abreu Cardet

De Madrid a New York: la olvidada historia de un mambí

Una grata sorpresa nos ha dado Ediciones Holguín, una editorial que bajo la dirección de la poetisa Lourdes González Herrero, se ha fugado de la falta de papel, tinta y cuanto es necesario para llevar un libro a los anaqueles de una librería.

El camino andado por Lourdes, los especialistas y empleados de la pequeña editorial con pulmones que salen de lo provincial para desbordarse en un asunto sin fronteras: la cultura universal. Ese impulso permitió que Fidel Fidalgo, una mañana cualquiera, tocara en mi puerta y me convenciera que lo poco creíble es real. «Calixto García de Madrid a New York», un libro que hasta ahora era un sueño electrónico se haga realidad de papel y letra impresa. De la autoría de Elia Sintes Gómez, mi compañera de tantos libros, investigaciones y matrimonio desde hace casi medio siglo y la mía, es nuestra entrega a la editorial y la Feria Internacional del Libro.

Un agradecimiento muy especial para cada uno de los que hicieron posible este texto. A Lourdes González, a Fidel Fidalgo Moncada por la edición, a Rooddier Mousso Bähr por el diseño, a Rebeca Pantoja Álvarez por la diagramación, a Silvia Guillén Sanfiel por la corrección, a Lizandra Bullain Viltres por la Mecacopia y a usted el lector anónimo y juez supremo, y sin compromiso le ofrecemos a continuación el índice y la introducción del libro nuestro y suyo.

INTRODUCCIÓN

Calixto García Iñiguez vivió alrededor de veinte años en España como prisionero y luego desterrado. Hurgando en archivos y bibliotecas logramos acumular una valiosa información que nos dio una visión general de ese periodo. Fue un factor determinante la donación al Centro de Información de las Guerras de Independencia que existe en el Museo Casa Natal del héroe en Holguín, por el Licenciado Raúl Rodríguez la O, de una valiosa colección de fotocopias de documentos obtenidos por él en archivos de España. Esta generosidad intelectual nos permitió conocer la actitud del estado español hacia el general mambí. Hemos incluido información sobre la estancia de su familia en el destierro en los Estados Unidos. Siempre diferenciamos entre los corrompidos gobernantes españoles, de la época y el pueblo español: sufrido y grandioso al que Calixto amó sinceramente.

En la etapa en que Calixto reside en España se producen importantes cambios: la restauración de la monarquía -1875- con el reinado de Alfonso XII, hijo de la expulsada reina Isabel II da inicio a un tiempo de estabilidad política y económica. Se puso fin a la guerra Carlista y la de Cuba. Se establece una monarquía parlamentaria de corte moderno para la época: “Portadora de una relativa estabilidad política y de un crecimiento económico sostenido, respaldada socialmente por la gran burguesía y la nobleza, íntimamente vinculadas entre si”. (1)

En el restablecimiento de la monarquía, los intereses antillanos, jugaron un papel importante Acaudaladas familias cubanas apoyaron la restauración. Hay un incremento de la población en esos años de 15.45 millones en 1857 a 18,59 en 1900. (2) Algunas ciudades alcanzan un gran crecimiento como Barcelona, Madrid y Bilbao lo que conllevó una considerable migración del campo a la ciudad.

Entre 1877 y 1883 hay un crecimiento de la economía. Aunque, en 1886, se inicia una depresión que se extiende hasta 1896 lo que coincide con el auge de la economía en Europa.

En estos años españoles del general mambí se produce un incremento de la construcción ferroviarias e importantes inversiones extranjeras. Se efectúa el gran despegue de la minería y la siderurgia en el país vasco. Hubo un desarrollo industrial en ramas como la fabricación de productos metálicos, químicos y de las construcciones navales,. Aumentó la exportación de productos agrícolas. El comercio exterior alcanzó un gran crecimiento. La industria textil, en especial, la catalana aumentó sus exportaciones. (3)

Calixto y su familia disfrutan de estos años de estabilidad y expansión económica, aunque en el aspecto político el caciquismo y la vigencia de políticas conservadoras estarán presentes en el universo hispano. Este panorama explica la relativa estabilidad económica que alcanza la familia, la posibilidad de que sus hijos estudien y algunos de ellos obtengan cierto éxito.

Hemos tratado de humanizar al héroe, sin mojigaterías, seguir sus huellas por las calles madrileñas en días de fiestas y vinos, conocer de su amor por Isabel Vélez sometido a duras pruebas, de su su¬frimiento de padre ante la pequeña Mercedes moribunda, aden¬trarnos en la vida cotidiana de la familia no exenta, como cual¬quiera otra de contradicciones, pasiones y pequeñas alegrías cotidianas. Conoceremos de la callada lucha de Isabel y Calixto para mantener celosamente la incipiente nacionali¬dad en sus hijos, varios de ellos nacidos en los Estados Uni¬dos y España. Nuestro objetivo no es hacer un estudio biográfico tradicional, sino una compilación de documentos y testimonios de los amigos y enemigos del general, que se guardan en archivos y bibliotecas. Por eso, el lector encontrará una gran cantidad de estas fuentes reproducidas textualmente mucho más objetivas que los criterios de un biógrafo. Podríamos haberlas insertado en un anexo, pero preferimos dejarla como parte de la narración no solo para sustentar nuestros criterios, sino para que el lector disponga de esa posibilidad de análisis que siempre brindan los documentos. Incluirla en un anexo era además alejarla del campo visual del potencial lector.

En fin, acompáñenos a visitar al prisionero Calixto en su celda de Pamplona o entremos en su humilde hogar madrileño, sigámoslo en su quehacer de empleado de banco o maestro de idio¬ma para, un día, inesperadamente desembarcar en una arenosa y virgen playa oriental, fusil en ristre, machete al cinto a tomar ciudades y aniquilar ejércitos, pero siempre teniendo presente que Calixto fue ante todo un hombre como usted como yo; el que queremos mostrar.

NOTAS
1–Aurea Matilde Fernández Muñiz, Breve historia de España, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p.244.
2– Ibídem, p.254.
3– Ibídem, pp.255- 256.

David y los senderos del espacio y el tiempo

David Julián Gómez Iglesias, profesor de la Universidad de Holguín, es figura emblemática en los estudios de historia regional, las guerras de independencia y de la museología. Autor de libros y artículos sobre el oriente cubano, de uno de los primeros textos de historia de la museología en parte de ese territorio, de los guiones de varios museos.

Nos acercamos al colega buscando una arista bastante olvidada de los estudios del pasado: el espacio y su relación con los acontecimientos y el tiempo. Es este un tema esencial para hacer la historia de una región como Holguín alejada de los centros de poner como fueron las metrópolis en el pasado, España y Estados Unidos, y en el ámbito nacional; La Habana y en menor medida Santiago de Cuba. Además es la holguinera una provincia de gran extensión y en forma alargada donde el espacio es una importante referencia para entender su pasado y presente. Le hicimos algunas preguntas sobre el espacio y la historia a David Gómez que tuvo la amabilidad de responder y que ponemos a disposición del lector:

¿Cómo ves el espacio tratado por los historiadores?

En primer lugar debemos precisar que el espacio está presente irremediablemente –quiéranlo o no los historiadores-, en los estudios históricos; solo que para muchos de ellos tiene un carácter secundario respecto del tiempo. El sociólogo Fernando Coronil asegura: “(…). Las visiones del progreso histórico posteriores a la Ilustración afirman la primacía del tiempo sobre el espacio y de la cultura sobre la naturaleza. (…)” [1]

Fijémonos cuán cierta es la reflexión de Coronil, que uno de nuestros principales estudiosos de la regionalística, Hernán Venegas, en su libro Metodología de la investigación en Historia Regional y Local, plantea:
(…). Por lo tanto, el espacio geográfico se diferencia de la región en que aquel presenta una evolución más lenta que ésta en cuanto a sus formas, límites, caracteres. La región antrópica se encuentra en una constante y relativamente rápida evolución, de desarrollo y cambio, de donde lo importante que resulta observar la dimensión espacial como dimensión social, en el sentido histórico, más que en el físico. (…)[2]

A nadie escapa la comprensión de que “el espacio geográfico presenta una evolución más lenta”, pero eso no significa que sea pasiva o sea secundaria respecto de la historia; no obstante, es en ese ámbito donde se produce el desarrollo social, desde los más diversos ángulos, y es precisamente y en lo fundamental, por causas antrópicas que el espacio geográfico se modifica; de tal suerte, no nos parece lógico establecer una especie de controversia, donde hay complementariedad. Es que el propio término que nombra el fenómeno estudiado contempla esa armonía: el espacio-región, tiempo-histórico.

¿Puede un hombre que creció en este tiempo valorar lo que fueron los viajes a América en el siglo XVI e, incluso, apropiarse de lo que era viajar a La Habana desde Santiago de Cuba en el siglo XIX?

Si tiene imaginación, puede; hay información sobre aquellos acontecimientos, existen audiovisuales que otros han imaginado para ti; hay libros de historia, novelas históricas que reproducen aquellas circunstancias. Cuando hablo sobre sobre este tema, siempre recuerdo dos novelas que utilicé para que mis estudiantes de la carrera de historia, en la Universidad de Holguín, se ubicaran en aquellos contextos; me refiero a la novela de Reynaldo González, Al cielo sometidos, Premio Ítalo Calvino Y Premio de la Crítica literaria, que recrea la España de fines del siglo XV, en el proceso de organización del viaje de Colón y su posterior arribo al nuevo mundo; la otra es La novela de mi vida de Leonardo Padura, que se ubica a inicios del siglo XIX. Creo que este es un género, me refiero a la novela histórica, que hace un excelente uso del espacio y el tiempo; ahí tú tienes el ejemplo de El Camino de la desobediencia, de Evelio Traba; en ella el autor hace una utilización formidable del espacio como contexto para contar la historia de ese grande de nuestra historia, Carlos Manuel de Céspedes.

Yo creo que en las novelas, en sentido general, los autores hacen una utilización muy buena del espacio en función de que se pueda entender mejor la actuación de sus personajes.

Yo estaría tentado a reunir a la geografía y la naturaleza -el espacio-, en un solo término: paisaje; pero correría el riesgo de lo subjetivo que puede resultar. Según Carman en Archaeology and heritage, el paisaje es “(…) lo que un individuo particular puede ver desde un punto particular en el espacio y, si este se mueve de lugar, un paisaje nuevo es creado.” Claro está, este enfoque —como dije subjetivo—, lo valora desde la perspectiva del observador y su punto de vista, pero ese entorno sigue siendo el mismo en que el ser humano hace su historia y lo transforma.

Si analizas la Historia de Cuba, siguiendo el espacio, ¿te atreverías a hacer una periodización?

No, porque, en primer lugar, sería una tarea que produciría una visión sesgada, esto es, planteada desde el espacio solamente, y, como he afirmado en otra parte, este guarda una relación directa con el tiempo, o sea, son inseparables. Por otro lado, una periodización necesita una mirada panorámica, amplia y diversa, y un conocimiento profundo de esa historia que pretendes periodizar.

El espacio, para los estudios históricos, está casi siempre condicionado por sus características geográficas y humanas. Por ejemplo, si estudiamos la invasión a occidente, un elemento fundamental son las tropas españolas que trataron de impedirlo y las facilidades que le daban las llanuras, el ferrocarril, etc. Si analizamos la ofensiva de Batista contra la Sierra Maestra, el espacio está condicionado por las montañas. ¿Hasta qué punto se puede ver el espacio como tal o por lo menos tener en cuenta sus dimensiones, además de los factores geográficos y humanos?

Bueno, el espacio lo integran la geografía y la naturaleza —como hemos dicho en otra parte—, y, en el está presente el ser humano, quien, en el proceso de hacer su historia, se adapta y modifica ese entorno; mientras que la propia geografía y la naturaleza le ponen límites en su extensión, los que pudieran ser, por ejemplo, las montañas como tú dices, un río caudaloso, un bosque muy enmarañado, etc.; todos esos aspectos no los puedes desconocer. Te voy a poner otro ejemplo: cuando vas a la Antártida -yo nunca he ido-, te tienes que adaptar a aquella geografía, a esa naturaleza tan extrema, y, a pesar de ello, se crean condiciones de vida que modifican ese entorno.

Ya que me preguntas sobre la invasión al occidente de la Isla. Ustedes -me refiero a ti y dos investigadores más-, hicieron una edición facsimilar del texto de Leopoldo Barrios y Carrión, Sobre la Historia de la Guerra de Cuba; en ese libro, el autor pretende dar elementos de las características de las acciones bélicas que los cubanos despliegan en contra de España, por lograr la independencia, durante las guerras del 68 y la Chiquita.

Allí Carrión menciona constantemente la geografía y la naturaleza cubanas, pues él considera que es una de las ventajas que tuvieron los mambises para llevar adelante el proceso bélico, y las destaca entre las causas de los éxitos obtenidos por los cubanos en el desarrollo de los combates, y, como contraste, de los fracasos españoles. Incluso se queja de que el Gobierno colonial no hubiera construido, en el territorio oriental, más líneas ferroviarias que le habrían posibilitado un mejor y más eficiente traslado de las tropas. Al leer ese libro, te das cuenta de la importancia del espacio en nuestra historia.

NOTAS
[1]—Tomado de Edgardo Lander. “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”. En: Lander, Edgardo (Compilador) La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas File:///E//CLACSO%2011/Clacso/indices/index14.htm 11/09/2005.

  • –Venegas, Hernán. (2010) Metodología de la investigación en Historia Regional y Local. Santo Domingo, Archivo General de la Nación. Volumen XCI. (p.63)

Las muchas “Cuba” en una isla

A menos de 50 metros del parque más importante de la ciudad de Holguín se levanta un bello edificio, convertido hoy en museo de ciencias naturales; pero hace años radicó en el la sociedad española de Holguín. No es de extrañar pues en esa ciudad vivió una importante población de origen español. Varios de sus principales establecimientos comerciales eran propiedad de naturales o hijos de ese estado.

Muchos holguineros tienen un abuelo español. Estos inmigrantes llegaron a las costas cubanas en los primeros años del siglo XX. Cuba acababa de salir de un largo período de guerras por su independencia, reinaba en muchas zonas las ruinas. Podríamos preguntarnos hoy qué trajo a nuestras tierras a estos españoles. Para responder esa pregunta es necesario analizar lo que ocurrió en la República en los primeros treinta años del siglo XX

Para entender la presencia española en esta comarca debemos de verlo en todo el país. Estamos ante un asunto de dimensiones nacionales.

En el censo realizado en 1899, por el gobierno de ocupación estadounidense establecido en Cuba, la población de nacidos en España alcanzaba la cifra de 129 236. Era un número considerable, pues los vecinos de la isla sumaban 1 572 797 personas. (1) Pero no parecía lógico que esa cantidad de inmigrantes se incrementara en un futuro cercano. Tres años de implacable guerra causaron la ruina de la otrora floreciente colonia. El ejemplo más elocuente del desastre fue la mitológica producción azucarera. En 1894 la exportación de azúcar alcanza la cifra de 1 110 991 toneladas. En 1898 la cosecha había bajado hasta las 259 331 toneladas. (2)

En el tabaco la situación era caótica. La cosecha de 1894 a 1895 había sido de 560 000 tercios de 50 kilogramos cada uno, la del 97 al 98 tan solo llegaba a 88 000 tercios de igual peso.(3) Prácticamente todos las ramas de la economía se encontraban en descenso. El único oficio que tenía un futuro asegurado era el de sepulturero. Las epidemias, secuela de la guerra, eran frecuentes.

Sin embargo, la inmigración española se incrementó en las tres primeras décadas del siglo XX de forma alarmante. Al extremo que algunos historiadores han considerado que puso en peligro la consolidación de la nacionalidad cubana.

En 1907 en Cuba residían 185 393 inmigrantes españoles lo que representaba el 9.05 por ciento sobre el total de la población que era de 2 048 080. En 1919 llegaban estos inmigrantes a 245 644. Mientras el total de vecinos de la isla era de 2 889 004 lo que situaba a los peninsulares como el 8.5 por ciento. En 1931 nos encontramos con 257 596 nacidos en España. Respecto a la población total de la isla que eran 3 962 344 significaban el 6.50 por ciento. (4)

¿Qué ha ocurrido?. La causa de esa inmigración masiva fue el auge de la economía cubana, pero en especial de la industria azucarera que convirtió a la isla caribeña en el mayor productor y exportador en las primeras décadas del siglo XX. Ocurrió lo que hoy llamarían los economistas un milagro cubano.

La zafra de 1903 había sido de 1 029 239 toneladas. En 1922 se llegó a las 5 347 102 toneladas.(5) El valor de la zafra había ido en constante incremento desde principios del siglo. Si la de 1913 fue vendida en 114.1 millones de dólares en 1916 llegaba a los 308.5, para arribar en 1920 a la cifra de 1022.3.(6) En esa época era una cifra astronómica. Pese a que estamos ante una riqueza mal repartida siempre había bastante para crear un estado de prosperidad para una parte de la población. El historiador estadounidense Leland H. Jenks afirmaba al respecto que: “El auge del azúcar abrió una era de inusitada prosperidad para Cuba” (7)

Esta riqueza azucarera atrajo a una gran inmigración española y canaria.

En cierta forma estamos ante una especie de Cuba española. Una parte significativa de los peninsulares y canarios eran hombres y mujeres en edad laboral. Entre 1912 y 1930 el 63 por ciento de los que llegaron a Cuba tenían entre 20 y 59 años de edad (8) De esa forma un segmento considerable de la población laboral cubana en las primeras décadas del siglo XX había nacido fuera de la isla.. Los inmigrantes españoles crearon un universo laboral que abarcaba un amplio abanico donde prácticamente estaba incluido todos los sectores productivos y de los servicios de la isla. En 1927 el 45 por ciento de las empresas medias y pequeñas pertenecían a inmigrantes españoles. (9)

Un visitante que llegara a Cuba en esas primeras décadas del siglo XX podía transitar por ese mundo español apenas sin necesidad de entrar en contacto con los cubanos. Si arribaba a La Habana podría hacerlo en uno de los buques de una línea marítima española como la compañía Sobrinos de Herrera. (10) Desembarcar por el muelle propiedad de esa compañía. También podría hacerlo por otro de los muelles propiedad de uno de los muchos comerciantes españoles que controlaban el comercio de importación. Si había desembarcado en las primeras horas de la mañana y quería agradecer a Dios el feliz arribo a tierra asistiendo a una misa muy bien podía ir a una de las muchas iglesias atrapadas entre las estrechas y sinuosas calles de la Habana Vieja. El sacerdote que oficiara la sagrada ceremonia podrían ser Agapito Gómez Concha , Francisco Revuelta Argueso, Francisco Javier Abascal y Venero, Cresencio Gutiérrez y del Barrio o Esteban Rivas. (11) Estos eran sacerdotes españoles. Pero no eran una excepción en la vida eclesiástica cubana. Numerosos curas peninsulares ejercían en Cuba. En 1919 había un total de 426.(12)

Si este hipotético viajero tenia necesidad de hacer alguna compra y entraba a uno de los comercios de La Habana o cualquier otra ciudad o poblado de Cuba muy bien podría ser atendido por uno de los 28 792 españoles que ejercía tal oficio en 1919.(13) Aguijoneado por el hambre se decidía a almorzar. Tomaba un coche para evitar el abrasador sol antillano. El cochero podría ser uno de los 3313 españoles que en 1919 ejercían tal oficio. (14) . Es muy probable que entrara en uno de los muchos restaurantes cuyo propietario era español.

Las sillas, las mesas y la estructura de madera del restaurante muy bien podría haber sido construida o adquirida en la firma maderera Gansedo y Crespo, S. en C. De la que el accionista principal era el santanderino Gansedo Toca.(15) Uno de los muchos españoles que se dedicaban a actividades constructoras en la isla.

Cabría la posibilidad que el camarero fuera catalán. Muy posiblemente le sirvieran alguna muy bien condimentada vianda, una carne o un asado de cerdo proveniente de una de las fincas propiedad de uno de los 59403 españoles considerados en 1919 como agricultores .(16) Si el calor no le hacía deseable beber vino de la Rioja podía sustituirlos por una agradable cerveza Tropical producida en la fábrica del mismo nombre que pertenecía a unos santanderinos.(17)

Luego del almuerzo pedía un periódico. Entre los muchos que pondría el mozo del salón a su disposición estaba El Diario de la Marina dirigido por su propietario el español Nicolás Rivero y Muñiz.

En el Diario de la Marina podía leer algunos de los artículos publicados por los periodistas españoles que ejercían en Cuba. Habían varios como Ezequiel Iturralde y González, José Manuel Fuentevilla, Juan López Seña, Daniel Camiruaga entre otros (18) Mientras leía el periódico encargaba al camarero un tabaco. Entre las muchas marcas de “puros” elaborado en la isla les podía ofrecer la exquisita Flor de Cano creada por el santanderino José Cano.(19)

Si se decidía viajar a algunas de las provincias cubanas y utilizaba el tren se encontraba que la mayoría de las compañías ferroviarias eran propiedad de capital inglés y estadounidense. Sin embargo, durante su viaje podía ser atendido por uno de los 8685 españoles que estaban empleados en los ferrocarriles en el año 1919. (20) Si antes de emprender el viaje decidía arreglarse el cabellos podía poner su cabeza en mano de uno de los 692 barberos y peluqueros españoles que realizaban ese oficio en el referido año.

Esta historia se repetirá en cada pueblo de alguna importancia. Cambiaban los nombres, pero se mantenía la constante de que muchos de los servicios indispensables para la vida cotidiana eran brindados por personas nacidas en España.

Este mundo español no solo tenía una representación material en bodegas y restaurantes, almacenes y muelles sino también un sentido espiritual resumido en las numerosas sociedades de recreo creadas por los españoles que existía en cada uno de los pueblos y ciudades desde La Habana hasta recónditos lugares del oriente de la isla. En 1930 en 17 sociedades españolas se habían agrupado 206 793 personas. Una parte significativa de ellas eran nacidos en España. (21)

También contaban con una representación relativamente abundante de periódicos y revistas. Por citar un ejemplo los inmigrantes de origen santanderino tenían tres de estas publicaciones editadas en la Habana. (22) Otros grupos regionales también tenían sus periódicos y revistas.
Esta inmigración había tenido sus poetas y escritores de fina sensibilidad que legaron a la cultura cubana y española numerosas obras de diferente valor artístico. Incluso esta inmigración tiene su libro de viajero. Nos referimos al texto “Lo que vi en Cuba” de la escritora asturiana Eva Canel. Es interesante que pese a la implacable guerra sostenida entre los vecinos de la isla y el estado español no se guardaron odios y rencores entra ambos pueblos. Los pueblos tienen idiomas sin palabras que solo ellos entienden.

NOTAS
1–Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos 1907 Oficina del Censo de los Estados Unidos Washington, 1908, p 301.
2–Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978 t 3, pp 45 y 48.
3–Francisco Pérez Guzmán, La Revolución del 95. En Instituto de Historia de Cuba Historia de Cuba, Las Luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales 1868- 1898, Editora Política, La Habana, 1996, p 538.
4–Jesús Guanche, España en la savia de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 1999, p 233, y Censo de 1943, p 718.
5–Francisco López Segrera. Algunos aspectos de la industria azucarera cubana (1925- 1937) En La República Neocolonial. Anuario de Estudios Cubanos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1879, T II, p. 194.
6–Alejandro García Alvarez, La consolidación del dominio imperialista, Instituto de Historia de Cuba, La Neocolonia Organización y Crisis. Desde 1899 hasta 1940, Editora Política, La Habana, 1998, p. 106.
7–Leland H. Jenks, Nuestra Colonia de Cuba, La Habana, 1966, Ediciones Revolucionarias, p. 179.
8–María del Carmen Barcia, La inmigración masiva de peninsulares y canarios en el contexto de la república. En Debates Americanos, Número 12, enero- diciembre, 2002, p. 38.
9– Idem
10–Bruno Javier Machado, Cuévano de Olvidos, Centro de Estudios Montañeses, Santander, 1999, p. 107.
11–Idem pp. 192, 197.
12–Censo de 1919, p. 731,
13–Censo de 1919, p. 731.
14–Censo 1919, p. 731.
15–Bruno Javier Machado, Obra citada, p. 120.
16–Censo 1919, p. 731.
17–Brunio Javier Machado, Obra citada, p. 120.
18–Idem pp. 162- 171.
19– Idem p. 99.
20–Censo de la República de Cuba de 1919, p. 732.
21–Jesús Guanche, Obra citada, p. 244.
22–Bruno Javier Machado, Obra citada, p. 143.

Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.