ARBOLES Y MAMBISES: NOTAS SOBRE LA HISTORIA ECOLÓGICA DE LA GUERRA DE CUBA [1868/1878]
José Miguel Abreu Cardet
En Cuba las consecuencias de la actividad bélica han producidos cambios en la naturaleza. La conquista es el ejemplo más elocuente. Por medio de la acción bélica los españoles lograron dominar rápidamente la isla. Se iniciaron profundas transformaciones del medio ambiente impuestas por la nueva sociedad creada producto de la victoria de las armas hispanas. Si la guerra impuso la presencia europea los resultados de otra contienda estuvieron a punto de borrarla de la geografía cubana. La conquista de México, Perú y otros territorios de mayor riqueza atrajeron a los colonizadores con lo que casi fue despoblada la isla. Lo que indiscutiblemente influyó en la relación hombre-naturaleza. Algunas de las primeras villas quedaron prácticamente despobladas. La explotación de oro disminuyó ostensiblemente. Al mismo tiempo se produjo una reducción de la población aborigen que no encontró sustituto inmediato. La gran explotación agrícola cubana y en general de la riqueza de la isla se postergó por algún tiempo.
La actividad bélica de las potencias europeas contra España, en especial Francia, Gran Bretaña y Holanda ,expresada en los ataques a los buques que transportaban el oro de América trajo rápidos cambios en la parte occidental de la isla al establecerse el sistema de las flotas cuyo punto de reunión era La Habana. Los buques permanecían largo tiempo en la bahía en espera que la flota se reuniera. Esto permitió el incremento de la actividad económica en el hinterland de ese puerto y con ello se iniciaron las grandes transformaciones de la naturaleza del occidente del país.
El corso y la piratería traerían también su incidencia en la relación hombre naturaleza. Las depredaciones de estos salteadores trajeron afectaciones económicas al disminuir el comercio y provocar la destrucción de algunas poblaciones. Pero al mismo tiempo el contrabando permitió el auge económico de algunas zonas, Bayamo es un ejemplo, que incrementaron las explotaciones agrícolas y ganaderas con la consiguiente incidencia en la naturaleza.
Esa constante amenaza bélica hizo que La Habana se convirtiera en uno de los puertos mejor defendido del nuevo mundo. Esto incremento su importancia, su riqueza y población, aumentando la explotación agrícola en su hinterland con el incremento de las transformaciones de la naturaleza. La toma de La Habana por los ingleses, la revolución de las Trece Colonias incrementó la producción de azúcar. Lo que trajo consigo la disminución de bosques y fauna.
Otra guerra ,la de Haití, incrementó esa transformación al convertirse Cuba en la abastecedora del mercado azucarero internacional por la destrucción de la industria azucarera haitiana. Los colonos franceses que encontraron refugio en el sur del oriente de la isla iniciaron el cultivo del café en la Sierra Maestra. Por primera vez esa cordillera era explotada de forma sistemática con las grandes transformaciones que esto produjo. Los primeros disparos de la revolución haitiana aceleraron el principio del fin de muchos de los grandes bosques cubanos.
Basten estos ejemplos para que comprendamos la estrecha relación que ha tenido la actividad bélica con las transformaciones de la naturaleza de la isla. Pero en este caso nos hemos referido a una relación más bien indirecta. Acerquémoslo al resultado de la primera gran guerra sostenida por los cubanos por su independencia de España y su impacto en el medio ambiente.
CONTRAPUNTEO DEL VERDOR DE LA ISLA Y LAS REVOLUCIONES.
Hasta 1868 la relación entre el hombre y la naturaleza en Cuba seguía senderos muy utilitarios. La presencia humana de forma permanente se había establecido siguiendo los caminos que conducían a las llanuras de tierra fértil para la caña de azúcar o las codiciadas riberas de los ríos para la siembra de tabaco. Las montañas, pantanos y bosques que no ofrecían una ganancia inmediata habían quedados relegados a un segundo plano. En ellos la presencia humana era más bien esporádica: solitarios cimarrones o pequeños palenques, bandoleros y sus perseguidores. También gentes más o menos marginadas, en el aspecto político, como los franceses emigrados de Haití que se internaron en las montañas de la Sierra Maestra para sembrar café. Estos apartados rincones de la isla no habían conocido la presencia humana de forma sistemática y organizada como una empresa del estado español.
El movimiento contra el dominio español en Cuba provocaría cambios importantes en la relación hombre naturaleza. El antecedente más inmediato es palpable con la organización de las expediciones de Narciso López entre finales de la década de los años 40 y principios de los 50. La sorpresiva ocupación de Cárdenas por el general venezolano que al frente de una expedición desembarcó en la referida bahía creó un verdadero trauma en la capitanía general. Se desarrolló una gigantesca labor de inteligencia con el establecimiento de vigías prácticamente en todas las costas. Estos debían de estar en comunicación constate con los puestos militares y autoridades mas cercanas para lo que se abrieron trochas y caminos en los bosques, se establecieron pequeños puntos de observación en ensenadas y bahías que hasta entonces no habían conocido la presencia humana.
La afectación fue mínima para la naturaleza pues apenas fue capturado el general López cesó la vigilancia. Pero se ponía en evidencia como la actividad bélica podía influir en el medio.
La guerra de 1868-1878 iba a producir profundos cambios en la sociedad cubana y sus relaciones con la naturaleza. La selva, la montaña, el pantano , el lugar apartado y solitario tomarían una relevancia inusitada durante los próximos diez años. La conquista dirigida por Diego Velázquez estableció la primera relación hombre europeo naturaleza en toda la isla. Por primera y última vez hasta la segunda mitad del siglo XIX los europeos penetraron en los más apartados rincones de la isla persiguiendo a los indios o simplemente queriendo explorar y conocer. La culminación de la conquista significó el fin de esta relación que no se volvería a darse en esas dimensiones en toda la isla hasta la guerra de independencia de 1868.
Luego de las primeras victorias insurrectas de 1868 se inició la reacción peninsular con el traslado de miles de hombres bien armados y entrenados hacia la isla. Pronto quedó demostrado que no bastaban el entusiasmo y la buena voluntad para ganar una contienda. Los insurrectos tuvieron que pasar a la guerra de guerrillas. Se refugiaron en las montañas, bosques y pantanos. Allí establecieron sus prefecturas, el gobierno, su ejército… Entre más profundo era el bosque, más elevada la montaña y mas intransitable el pantano mucho mejor era la seguridad para estos sufridos patriotas.
Esta actitud tuvo muy pronto una contrapartida hispana. Las tropas españolas comenzaron a visitar estos apartados rincones de su dominio cada vez con mayor frecuencia e incluso se establecieron de una forma permanente. Surgieron los destacamentos que era en esencia la contrapartida española al volátil campamento insurrecto.
Los peninsulares dividieron el territorio donde operaban los insurrectos en segmentos. En cada uno de estos situaron una pequeña fuerza, casi siempre inferior a los 6O u 😯 hombres. En ocasiones estos campamentos se construían en poblados o ingenios que existían desde antes de la guerra. Pero en la medida que la ofensiva española se intensificaba y penetraba cada vez más en los bosques y pantanos se comenzaron a construir estos destacamentos en los descampados. En lugares alejados de los centros urbanos y las vías de comunicaciones. Esto significó una determinada transformación de la naturaleza en lugares hasta entonces deshabitados. Eran derribados árboles y arbustos para la construcción de los fuertes. Además en torno a ellos se limpiaba un área considerable de todo obstáculo que pudiera servir para ocultar potenciales atacantes. Comenzaba una explotación de la naturaleza hasta entonces inexistente.
La mayoría de los vecinos de estos lugares eran obligados a concentrase alrededor de los fuertes. Muchas de las familias presentadas o detenidas por militar en las filas insurrectas también eran obligadas a vivir en las inmediaciones de estos fuertes. De esta forma se creaban pequeños núcleos de poblaciones que implicaban algunos cambios en la relación entre el hombre y la naturaleza.
Muchos de estos poblados desaparecieron con el fin de la guerra y cada vecino regresó a su estancia. Pero otros por circunstancias muy particulares perduraron. En cierta forma la guerra fue un poderoso impulso a la urbanización de la isla en la parte oriental donde este proceso era mucho más lento que en la occidental. No podemos olvidar que un conjunto urbano establece relaciones diferentes con la naturaleza que los campesinos dispersos en sus fincas.
Las trochas y líneas militares construidas para aislar a los insurrectos representaron una tala importantes de los árboles y una transformación de ese segmento del territorio que era ocupado
Pero consideramos que la actividad bélica de por si poco influyó en el medio ambiente. No se libraron grandes batallas que provocaran cambios en el paisaje. Ni se desarrollaron grandes movimientos de tropas que en alguna medida pudieran cambiar bruscamente el medio. Aunque si bien los pequeños destacamentos y columnas, relativamente reducidas, en sus incursiones tras los mambises actuaban constantemente sobre el medio al utilizar la madera para cocinar sus alimentos ,construir viviendas rústicas etc pero en general la naturaleza cubana pudo asimilar esta actividad sin que se provocaran grandes transformaciones.
Los españoles realizaron varios desmontes en los alrededor de caminos importantes, por ejemplo en algunos pasos del Cauto. Es de creer en general que existía un odio entre los militares españoles contra el bosque. Para ellos el bosque debía de ser una especie de principio de todos los males. Lugar donde se ocultaba un enemigo al que raramente podían ver. Pero hasta el presente no hay evidencia que el ejército español llevara a la práctica un plan de desmonte sistemático de la isla tarea por lo demás en extremo difícil y compleja para los medios de la época.
La posición de los insurrectos respecto a la naturaleza también es interesante. Para burlar la persecución enemiga, en especial en los tiempos de derrotas, ellos buscaron los rincones más apartados de la isla. De esta forma una parte importante de los residentes en Cuba se pusieron en contacto con los lugares mas recónditos de la isla. La guerra significó una gigantesca exploración geográfica. Se hicieron mapas y croquis por el ejército hispano de casi todo el territorio donde se desarrollaban las operaciones.
Producto de la guerra tanto por la presencia hispana como la cubana, muchos lugares que hasta aquellos momentos no habían recibido la influencia directa del hombre entraron en contacto con él. Toda la naturaleza de la parte sublevada fue sometida a la acción transformadora del hombre. Ahora el asunto es ver la capacidad transformadora de ambos bandos sobre el medio ambiente.
Al igual que los militares españoles los insurrectos se vieron obligados a darle una utilización, digamos bélica, a la naturaleza. Construyeron trincheras de madera y piedra .En los caminos llegaron a derribar árboles para dificultar la marcha de los convoyes y columnas hispanas. Un ejemplo de esto fue el desplazamiento en diciembre de 1868 de una columna española entre Camagüey y Las Tunas. Un oficial de artillería en su diario rememoraba los muchos obstáculos que encontró:
El camino estaba intransitable a cada paso por tala de árboles corpulentos siendo mas sencillo y menos embarazoso abrir nuestro paso por trochas en el interior del bosque que separar los referidos obstáculos (1)
Pero como era una guerra de guerrillas esta actividad fue disminuyendo con el tiempo y la tala de árboles con ese objetivo fue relativamente escasa.
Los insurrectos llegaron a utilizar profusamente todo lo que la naturaleza brinda al hombre para su subsistencia. Las plantas de las más diversas variedades sirvieron de alimentos a los revolucionarios. Carlos Manuel de Céspedes dejó constancia en sus escritos de ello. Le comentaba a su esposa:
Se extrae sal de una especie de palma llamada manaca, de que hay innumerable cantidad en los bosques de la isla, de suerte que ya pueden los españoles perder su tiempo en
destruir las salinas y los trenes de fabricar sal, nuestros arboles nos la proporcionan. (2)
En otra carta a la esposa le expresa:
En este viaje se sufrió mucha hambre, pero admírate de Cuba .Íbamos, sin saberlo, caminando por encima de la comida. El ñame cimarrón, más sabroso y nutritivo que el cultivado, se extendía por todas partes sin límites. (3)
Hay innumerables ejemplos de esta forma de utilizar la naturaleza por los insurrectos. En general la propia necesidad y las circunstancias muy especiales de la guerra llegaron a provocar una explotación de la naturaleza que podríamos llamar racional respecto a los árboles. Los insurrectos no podían hacer grandes desmontes, ni sembrados extensos, obras de regadío, o levantar grandes poblaciones. Contrario a esto era necesario que su presencia no fuera detectada por los contrarios. Así por ejemplo se evitaba abrir senderos en los bosques ,se era muy cuidadoso en el control del fuego, pues el humo los podía delatar a los exploradores enemigos.
Tan solo en épocas de victorias en algunas regiones principalmente, en Oriente se llegaron a construir algunos campamentos y poblados mas o menos permanentes como el descrito por el periodista irlandés James O Kelly en su libro de recuerdos de la guerra de Cuba. Pero de todas formas los insurrectos eran un grupo relativamente reducido por lo que su impacto sobre la naturaleza era mucho menor.
Pero el gran enemigo de los bosques y en general del equilibrio ecológico en la isla era la actividad económica y en especial la industria azucarera. En esa época los ingenios azucareros utilizaban fundamentalmente como combustibles la madera. Cada zafra significaba una disminución considerable de los bosques. También la tala de árboles para su exportación era un renglón importante de la economía de algunas regiones
Por ejemplo en esos años se estaba llevando a cabo la explotación forestal en las márgenes de la bahía de Nipe donde habían invertido capitales la burguesía de origen española de Gibara.
La explotación ganadera también representaba una importante disminución de la riqueza forestal pues se requería su desmonte para construir potreros y haciendas de crianza. Igualmente ocurría con los sitios de labranzas y vegas. Su incremento significaba una disminución constate de la riqueza forestal. Los cerdos también influían negativamente en la naturaleza por su labor depredadora. La guerra detuvo en muchas regiones y disminuyó sensiblemente en otras toda la producción. La industria azucarera fue una de las victimas principales. Muchos ingenios fueron destruidos, principalmente por los libertadores pero también por los españoles. Una de las primeras acciones de la marina española fue destruir el ingenio Demajagua donde se había iniciado la guerra. Es todo un símbolo que el primer acontecimiento que provocó la guerra de 1868 fue detener la producción del ingenio Demajagua propiedad de Carlos Manuel de Céspedes. Esclavos y peones fueron convocados con el repique de la campana a integrarse a las filas de la insurrección. Los árboles que debían de ser derribados ese día para alimentar las calderas del ingenio prolongarían su vida por unos años mas.
La explotación forestal realizada para obtener combustible para los ingenios azucareros se detuvo bruscamente en todo el territorio sublevado. Los campos en general fueron quedando abandonados. La naturaleza paulatinamente fue ocupando el lugar que el hombre le había arrebato. Muchos caminos se convirtieron en estrechos trillos de monte. Fincas desmontadas y cultivadas con esmero quedaron abandonadas a su suerte. La manigua fue ocupando el lugar de los sembrados.
Diarios y correspondencia oficial y particular de lideres insurrectos, informes de las fuerzas españolas describen esta situación de fincas abandonadas.
Los grandes enemigos de la mayoría de los árboles pequeños ,el ganado vacuno y caballar desapareció devorado por la contienda. Esto permitió que muchos árboles nacidos en sabanas y potreros lograran alcanzar la mayoría de edad. El cadáver de Ignacio Agramonte el líder de los insurrectos de Camagüey, muerto en un combate en mayo de 1873, quedó en poder de los peninsulares pese a los esfuerzos de sus compañeros por rescatarlo. La hierba de la llanura donde fue alcanzado por el fuego enemigo había crecido con tanto vigor por la ausencia de ganado durante años que ocultó por entero al jinete y su caballo. El hecho es un ejemplo elocuente de la disminución de la gran masa de ganado del Camagüey.
La explotación forestal bruscamente se vio detenida por el hostigamiento mambí. Como ejemplo de esto fue el drama ocurrido en las márgenes de la bahía de Nipe. Con anterioridad a la guerra por la bahía de Nipe se embarcaba gran cantidad de madera con destino a Europa. La guerra detuvo bruscamente esta explotación. Los españoles aprovechando los éxitos de la ofensiva conocida como Creciente de Valmaseda en 187O intentaron seguir con la explotación forestal estableciendo un embarcadero protegido por fuerzas colonialistas en uno de los ríos tributario de la bahía. Por allí se continuaría el implacable desmonte. Fuerzas del general insurrecto Julio Grave de Peralta atacaron, tomaron y destruyeron el embarcadero poniendo fin así al plan enemigos. De esa forma, sin conocerlo el general mambí, permitía que aquellos tupidos bosques sobrevivieran unos treinta años más hasta el inicio en ese territorio de la explotación azucarera principalmente por compañías transnacionales de Estados Unidos.
El ejemplo más elocuente de este abandono de la economía producto de la guerra son las propiedades rurales confiscadas a los insurrectos y sus colaboradores por las autoridades españolas. Si leemos con cuidado los expedientes que existen en el Archivo Nacional de Cuba en el fondo Bienes Embargados nos encontramos que una buena parte de esas propiedades no eran explotadas pues se encontraban en el territorio de operaciones de las fuerzas libertadoras. Las descripciones que se hacen de las mismas en esos documentos nos muestran un listado de fincas y otras propiedades rurales abandonadas y en ruinas que la actividad bélica impedían su aprovechamiento.
Por regla la guerra trajo una disminución de la actividad agrícola y productiva en general en las zonas donde se desarrolló el conflicto pero existieron algunas excepciones como Gibara. Un puerto muy bien protegido y con una importante zona de cultivo. Allí se produce un incremento considerable de la población tanto rural como urbana así como la explotación agrícola con la lógica transformaciones que esto trae según el desarrollo económico de la época. También en momentos de éxitos de las operaciones militares peninsulares se reactivó la economía en algunas regiones. Un ejemplo de esto fue Yara, un poblado de la jurisdicción de Manzanillo. En torno a este poblado hubo un renacimiento de la explotación agrícola, fundamentalmente de tabaco. Pero las tropas insurrectas atacaron y destruyeron la zona de cultivo cuando se inicio un proceso de recuperación de los revolucionarios a partir de 1872.
Como fenómeno general es indiscutible que la guerra afectó sensiblemente la actividad agrícola en amplias zonas. En especial las mas alejadas de los centros urbanos importantes Todo esto determinó que la actividad de explotación y en especial los desmontes se vieran bruscamente detenidos o disminuidos en gran parte de una extensa zona de la isla ,la central y la oriental, durante casi doce años. La Guerra Chiquita que se desarrolló desde 1879 a 1880 creo también un clima de inseguridad que afectó la economía. Por lo que debemos de ver este proceso en lo referente a la relación hombres-naturaleza como un solo proceso que se inicio en 1868 y concluyo en 1880 para los territorios donde se desarrolló la contienda Mientras los hombres se destrozaban en una guerra a muerte los bosques se incrementaban o por lo menos dejaban de disminuir su área.
Con la fauna ocurrió algo diferente. Una parte de ella se vio bruscamente afectada por la caza excesiva en especial la realizada por lo insurrectos. Por ejemplo la jutía y los venados, aunque estos últimos no eran endémicos, en 1868 había una cantidad considerable en estado salvaje, eran casados en grandes cantidades. También algunos tipos de aves y peces de ríos fueron sometidos a una explotación que hasta aquellos momentos no habían conocido.
Hay un aspecto interesante y prácticamente desconocido. Es la acción de muchos animales domésticos que abandonados por sus dueños retornaron a la vida salvaje. Algunos de ellos debieron de tener algún tipo de incidencia en la fauna como los gatos, los perros y los puercos. Estos últimos son también grandes depredadores. Aunque es de pensar que los cochinos fueron sometidos a una caza sistemática por los insurrectos. No hemos podido obtener información sobre la acción de esos animales. Pero durante muchos años quedó grabada en la imaginación popular la acciones de numerosas manadas de perros gibaros, como se le llamaba a los canes que se habían hecho salvajes, capaces de atacar al hombre. En ello había mucho de leyenda pero es posible que en el trasfondo existiera alguna verdad en lo referente al número. Quizás esa sea una huella dejada por la acción de esos animales durante la guerra en la memoria humana.
La guerra también tuvo su impacto en el mundo microscopios. En las islas habían varias enfermedades endémicas ,que de vez en cuando desataban epidemias, pero en general se mantenía un equilibrio entre el hombre y los virus y bacterias patógenas. La guerra introdujo un inesperado desequilibrio. La llegada de una importante masa de hombres que no estaban aclimatados, la desnutrición, el hacinamiento en los poblados donde eran reconcentrados los campesinos, dejo indefensa a una parte de la población al efecto de las enfermedades infecciosas. Todo esto tuvo un brusco impacto en el mundo microscópico provocando un incremento inusitado de las enfermedades que causaron miles de muertes. En cierta forma fue una incursión de los hombres en el mundo de los microbios.
El efecto de las guerras de 1868 y la Guerra Chiquita sobre el medio ambiente se prolongó mucho más allá del momento en que las armas guardaron silencio. Se había producido una considerable disminución de la población. Durante el período de 1881 a 1894 se desarrolló una lenta recuperación económica de los territorios afectados por las contiendas, en especial en Camagüey y en gran parte de Oriente. De esa forma la depredadora actividad económica sobre el medio ambiente tardaría años en recuperarse y en algunos lugares llegó en estado de verdadera ruina productiva a la nueva guerra de 1895.
Creemos que con este breve trabajo nos situamos en el umbral de un mundo prácticamente desconocido en la historiografía cubana: la historia de la ecología y en este caso el impacto de las guerras de independencia en la naturaleza. En fin hemos pretendido tan solo hacer un análisis muy limitado de un tema que debe de iniciar sus primeros pasos en el estudio del pasado de Cuba.
Notas:
Bibliografía
Casasús Juan José Expósito: Calixto García:. el estratega.. Segunda Edicion Oficina del Historiador de la Ciudad. La Habana 1962
Guerra Sánchez Ramiro. Guerra de los Diez Años. En 2 tomos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1972
Loynaz del Castillo, Enrique : Memoria de la Guerra. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1989
Miro Argenenter José : Cuba :crónicas de la guerra : las campañas de invasión y de occidente 1895-1896. En 3 tomos, en 1 volumen. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1970
Pirala Criado, Antonio : Anales de la guerra de Cuba. En 3 volumenes. Imprenta F. González Rojas. Madrid, 1895-1898
O Kelly James J. La Tierra del Mambí. Instituto del Libro. La Habana 1968
Portuondo del Prado, Fernando y Hortensia Pichardo Viñals: Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. En 2 tomos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1974
EL ÚLTIMO COMBATE DEL VIEJO MAMBÍ
José Abreu Cardet
El último, y quizás el más desgarrador de sus combates no lo sostuvo el veterano general en los campos cubanos contra las columnas españolas o en el frío Washington contra los anexionistas del norte. La última prueba de la entrega del viejo mambí a su patria fue un solitario enfrentamiento a sus sentimientos de padre que desarrolló día a día, minuto a minuto desde el cese de las hostilidades. Isabel Vélez Cabrera luego de la fuga en 1895 de su esposo Calixto García de España se trasladó a Estados Unidos. Vivía en Nueva York con sus tres hijos más pequeños y dos nietecitos en una modesta pensión, de l40 pesos que le entregaba la República cubana. La más pequeña de las niñas, Mercedes, padece de una enfermedad crónica. La enfermedad de Mercedita se agravaba. En los últimos meses de 1898 hizo crisis el terrible mal. Con el fin de la guerra, en agosto de 1898 la esperanza de Isabel de reunirse con el esposo se hizo una realidad. Muchos mambises qué tenían su familia en los Estados Unidos fueron a verlas a penas se enteraron de la firma de la paz.
Isabel que no había comprendido la nueva batalla que tendrían que liberar los cubanos para lograr la plena independencia, reclamaba la presencia del esposo junto al lecho de la hija moribunda. Era imposible por su delicado estado trasladarla a Cuba.
El día 25 de octubre de 1898 le escribió a su esposo:
... hace falta que veas a tu pobre hija antes de ir a ningún lugar. Ella anhela verte y se pone triste cuando oye decir que no podías venir y hasta dice «Papá no hace caso, ya de mi, ni quiere verme… (1)
Pero Calixto no va al encuentro de la hija moribunda. Otra carta llega de Isabel al campamento de Calixto, dirigida a su hijo Justo: «Mercedes siempre enfermita y extremadamente delicada, es un cadáver. Solo tiene ojos muy grandes y amor intensísimo por sus hermanos y su padre a quienes, desea ver a su lado» (2)
Pero no hay respuesta del sufrido padre. No podía alejarse de Cuba en aquellos momentos difíciles.
La victoria se vio disminuida por la actitud del gobierno de los Estados Unidos que desconoció el aporte cubano. Se impidió la entrada de los mambises a Santiago de Cuba. Calixto protesto enérgicamente. El fin de la guerra con el tratado de París estableció una paz que parecía que no desembocaría en la anhelada República Cubana. Los mambises intentaron reunir sus fuerzas y se creo una asamblea que debía de convertirse en máximo representante del pueblo cubano. En un intento por reconocer el derecho de los cubanos a la independencia la asamblea establecida en Santa Cruz del Sur envío a los Estados Unidos una delegación encabezada por Calixto.
En Nueva York donde se encontraba su hija apenas pudo estar cinco días. Deja a la pequeña moribunda y marcha de inmediato a Washington a cumplir su misión.
El día 11 de diciembre Calixto, enfermó de pulmonía, falleció en un hotel de la capital estadounidense. Isabel que atendía a Mercedita no puede estar junto a él. Pocos días después Carlos García Vélez, hijo de Calixto e Isabel, junto a su madre veía fallecer a Mercedita.
… agonizante estaba cuando llegué al pie de su lecho pero tuvo aliento para sonreírse y besarme preguntándome como era que papá no había venido también, la conforté asegurándole que pronto estaría con él, pocos minutos después expiró sin apenas un movimiento convulsivo. (3)
Era la última prueba de fidelidad a la patria del viejo veterano. En el 68, el ,80 y el 95 abandonó a su familia para marchar al campo de la revolución, arrastrando además a ella en la última contienda a todos sus hijos en edad de combatir. Ahora la incertidumbre por el futuro de Cuba lo haría recurrir a cerrar los ojos ante la pequeña moribunda. Tal parecía que la felicidad familiar de los García Velez había sido entregada por siempre al fuego con el que se iría fomentando la nueva nacionalidad.
Isabel nunca reclamó nada material ni espiritual por su vida desdichada. Ni siquiera solicitó un espacio en las páginas de la historia las guerras de independencia.
NOTAS
1 Museo Casa Natal de Calixto García, Centro de Información de las Guerras de Independencia. .
2 Ídem.
3 Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones, Fuera de caja, .23-A.
HUELLAS DE SANGRE: LAS BAJAS ESPAÑOLAS
José Abreu Cardet.
El estudio de las bajas tanto cubanas como españolas en la guerra de 1868 (1) es un tema que apenas se ha valorado por la historiografía. Sobre los españoles existen cifras aportadas por el ejército de ese país en la época. No nos referimos a la información que aparecían en los periódicos y revistas españolas. Estas cifras es muy probable que estuvieran alteradas por la propaganda. No podemos olvidar que la guerra de los 10 años se desarrolló en medio de grandes pasiones por ambos bandos. En esos casos la verdad es irremediablemente la primera víctima. La información interna del ejército es mucho más confiable. Esto en la época debió de ser información clasificada como secreta. Pero en estos momentos se encuentra a disposición de todo el que pueda visitar los archivos españoles. En ellos se refleja tanto la cantidad como las causas de los fallecidos. Los heridos y los dados de baja del servicio militar por enfermedades u otras causas.
En los archivos españoles tales informes estén incluso especificados por unidades. Existen los diarios de las unidades. No nos referimos a diarios personales sino los que eran llevados por los jefes de cada unidad desde las compañías hasta los batallones. Incluso las secciones o pelotones por lo menos, cuando actuaban independientes, llevaban su diario. Los archivos españoles están llenos de estos documentos. En ellos se anota día a día lo que ocurría en la unidad; así como el número de bajas y altas. Como esta era una información interna y solo utilizada por el mando no tenía porque ser alterada, por lo menos, como regla.
Aunque la información que se brinda en esos documentos sobre los libertadores es indiscutible que ha sufrido alteraciones. Era muy probable que los oficiales cambiaran el número de contrarios que tomaban parte en los combates. Así como las bajas ocasionadas. Es interesante que muchos de los prisioneros, luego de los interrogatorios a que eran sometidos fallecieran producto de heridas que recibieron en el combate. ¿Casualidad o asesinato?
Como los archivos españoles en la práctica son inalcanzables, para la inmensa mayoría de los historiadores cubanos, nos encontramos con una lamentable situación. Casi toda la papelería del ejército fue trasladada a ese país en 1898. Ante tal descalabro los historiadores cubanos hemos tenido que recurrir para los estudios especializados sobre combates y campañas determinadas a las cifras brindadas por la documentación mambisa. En menor medida los documentos que quedaron en los archivos de la isla de las fuerzas coloniales que no parecen ser tantos. También los estudios biográficos sobre los líderes militares mambises para describir sus hazañas han tenido que recurrir a iguales fuentes. Abunda esa papelería firmada por oficiales y jefes insurrectos informando a sus superiores sobre escaramuzas y combates. Muy raramente esa documentación ha sido sometida a un estudio crítico.
El estudio de las bajas españolas en la guerra de 1868 ha tenido la tendencia de exaltar el heroísmo y las glorias nacionales o personales de los héroes. Se analizan el número de bajas de los contrarios como prueba inequívoca de los éxitos obtenido en determinado combate o campaña. Siguiendo la dinámica de una especie de propaganda de carácter histórico. Algo así como si entre más contrarios se maten, hieren o se hagan prisioneros mucho más esplendorosa es la victoria. En ese caso se puede hablar con más precisión de las cualidades guerreras del héroe del que hacemos la biografía. Lo que ha llevado a que los historiadores y biógrafos emprendan una verdadera cacería de bajas. Se busca con exquisito cuidado la cantidad de hispanos macheteados y degollados o fusilados en una emboscada feroz.
Lo peor del asunto es que el análisis de las bajas tiende a tener un sentido moral. Se da por descontado que lo jefes y oficiales mambises no mienten en sus informes al reportar las bajas de los contrarios. Este tema es muy peliagudo, pues es difícil de creer que uno de esos héroes cuya estatua en mármol presiden la vida de cada población o ciudad de importancia se pusiera a agregar un número mayor de muertos o heridos contrarios producto de su imaginación.
Hemos olvidado un asunto tan elemental como el que todos esos héroes eran seres humanos. Antes de ser convertido en frías estatuas y de que biógrafos e historiadores los situaran en esos falsos mundos etéreos fueron hombres y mujeres llenos de vida, de virtudes y defectos como la puede tener cualquier hijo de vecino. Podían ser mentirosos convencidos o simplemente gente que estaban dispuestas a ocultar o exagerar información según su conveniencia personal. Nada más elocuente que una anécdota de Che Guevara sobre uno de sus más valientes y queridos compañeros de la guerra en la Sierra Maestra; Roberto Rodríguez (2) “el Vaquerito”. El guerrillero heroico al caracterizar a su inolvidable compañero decía:
El vaquerito era extraordinariamente mentiroso, quizás nunca había sostenido conversación donde no adornara tanto la verdad que era prácticamente irreconocible. (3)
Si el Che Guevara no hubiera escrito tales criterios sobre este hombre que por “su arrojo extremo se había convertido en tema de leyenda” (4) le hubiera creado una compleja situación a los historiadores en sus valoraciones sobre “el Vaquerito”. Tal análisis nos llama a una reflexión. La entrega a la lucha revolucionaria no siempre tiene que ir acompañada con la veracidad. Un héroe puede ser un gran mentiroso. Generales y coroneles, comandantes y capitanes mambises muy bien pudieron mentir en sus informes. Exagerar el resultado de los combates por diversos motivos. Además todos estos informes pasaban por varias manos antes de llegar a los estados mayores, a la Secretaría de la Guerra o al Presidente. (5) Los partes militares publicados por la prensa revolucionaria en el exterior y en Cuba Libre con frecuencia se utilizan como fuente en los estudios militares. Raramente se valora que tales informaciones anduvieron un largo camino hasta alcanzar las páginas del periódico. Por ejemplo en el Periódico La Revolución de Cuba, Nueva York, 20 de abril de 1872, Núm. 23 se publicó un parte de Máximo Gómez, (6) del 24 de enero de 1872. Una buena parte de la información procedía de los informes que regularmente le hacia llegar Calixto García (7) a Gómez quien en aquellos momentos era su jefe. Pero veamos el trayecto de esa información. Analizaremos el origen de una de esas noticias. Calixto García le dice a Máximo Gómez:
“ El Coronel Jefe de Operaciones de la jurisdicción de Guantánamo Ciudadano José Antonio Maceo, (8) me comunica el siguiente parte del Comandante Luís Ortiz, habiendo nombrado una comisión de los CC (ciudadanos cubanos) Isidro González, José C. Martínez y Anselmo Sánchez, con objeto de que hiciera carne para los heridos; se encontraron en el camino de Tiguabos con 7 voluntarios(2) a pie y 4 a caballos .” (9)
Los mambises vencieron a la fuerza enemiga según el informe de los tres valientes. Este documento ha pasado por lo menos por cuatro personas antes de llegar a manos del periodista que conforma un quinto criterio a tener en cuenta a la hora de hacer una crítica histórica a esos datos. En ese largo camino se pudo agregar u omitir información.
Si pretendiéramos escribir un texto sobre un combate y nos basaríamos tan solo en las fuentes mambisas nos encontraríamos que a menos que la fuerza contraria haya sido exterminada por completo, lo que ocurría muy pocas veces, es muy difícil para un oficial cubano informar con precisión los caídos en el lado contrario. Incluso aunque quisiera ser por completo honesto y respetar la verdad.
Veamos lo que ocurría en un combate del 68. Lo más común es que los españoles quedaran dueños del campo o se retiraban llevando a sus muertos y heridos. La información sobre las bajas contrarias llegaba muy distorsionada a los oficiales insurrectos. El oficial mambí tenía que conformarse con lo observado por sus exploradores o las evidencias que dejaran los contrarios como huellas de sangre, tumbas, vendas, etc.
Por lo que el jefe u oficial mambí para calcular el número de tropas contrarias tan solo disponía de la información que le pudieran brindar sus exploradores.
Los colonialistas habían desarrollado un sistema de exploración y contraguerrilla que hacían la labor de flanqueo y extrema vanguardia. Estos “guerrilleros” (10) muchas veces eran campesinos cubanos e incluso antiguos mambises. Conocían muy bien las tácticas de los irregulares. Por lo que acercarse a una columna enemiga era una labor difícil y los exploradores cubanos estarían sometidos a una gran tensión. En cualquier momento podían caer en una emboscada tendidas por una contraguerrilla o chocar con el flanqueo de la columna. Su observación la hacían en medio de la incertidumbre. Por lo que es de pensar que la información que brindaban a sus superiores podía estar muy distorsionada.
Existía otra posibilidad que eran los agentes cubanos que operaban en los caseríos y ciudades ocupadas por el enemigo. Pero incluso esta información no siempre era confiable, pues los españoles podían enterrar a sus caídos antes de llegar a sus cuarteles. Asunto que ocurría con frecuencia. Las columnas españolas operaban por varios días. Por lo que no podían llevar los cadáveres de sus militares por mucho tiempo en un clima tropical. Es de pensar que estos agentes se movían en poblaciones reducidas y con fuerte presencia de tropas hispanas por lo que estaban bajo una gran presión. En esas circunstancias no siempre podían tener absceso a la información más confidencial.
Veamos los informes de algunos militares mambises sobre las bajas causadas a los contrarios.
Uno de ellos dice:
“…. haber causado al enemigo de seis a ocho bajas, según deduce de las huellas de sangre que se notaron al practicar posteriormente un reconocimiento.” (11)
Mientras Calixto García reproduce el informe de uno de sus subordinados:
“El 24 del propio mes, (JUNIO 1872) fue atacado el Capn. Saturnino Venero en su campamento de Pozo Blanco, retirándose después de media hora de fuego, sin tener novedad. El enemigo dejó tres camillas desechas y huellas de sangre, indicio cierto de haber sufrido bajas. (12)
Otro oficial mambí al valorar el resultado de un combate nos dice:
“…causando algunas bajas al enemigo, a juzgar por las hilas ensangrentadas que se encontraron en el lugar de la acción. Las muestras consistieron en tres heridos. (13)
Julio Grave de Peralta (14) en un informe sobre un combate que sostuvieron sus tropas nos dice:
“…las bajas causadas a aquellos no bajan de ochenta asegurando este total tanto el gran numero de heridos que se le vieron recoger como los posos de sangre que dejaron en la sabana (15)
Este mismo general le escribía a Jordán (16) que el enemigo se presentó en número de 1000 en Buenaventura hostilizado retrocedió: “…Cargado de heridos y muertos. (17)
Carlos Manuel de Céspedes (18) en carta a su esposa Ana de Quesada (19) de enero de 1872 le comentaba sobre los resultado de un combate: “Dejaron muchos rastros de sangre e hilas que demostraban haber sufrido bajas (20)
Hay informes más precisos donde los exploradores dan más detalles sobre lo visto en las filas contrarias. Uno de estos documentos nos dice: “Después de un largo y nutrido tiroteo el enemigo se retiró en confusión, viéndosele conducir quince camillas”. (21)
Aunque también hay informes más confiables cuando el enemigo abandona los cadáveres como el siguiente: “…se pronunció en vergonzosa fuga, dejando en el campo 20 cadáveres, 14 Rémington, una carabina, más de 2000 cápsulas y ocho acémilas cargadas de víveres…. (22)
Aunque siempre nos quedará la duda si el jefe insurrecto o el oficial superior no exageraron el número de contrarios muertos. Aunque la veracidad sobre el número de armas y parque capturado también puede ofrecer dudas. Si se informaba el número exacto del botín el mando superior podía disponer que este se compartiera con otra unidad. En este caso se podía mentir disminuyendo los resultados del combate.
Incluso en ocasiones cuando se cuenta con información confiable se pueden producir errores. Hay diversos ejemplos de estos errores. El 1 de septiembre de 1869 las fuerzas libertadoras baten a una pequeña columna hispana que hace un recorrido por los alrededores de Camagüey. El enemigo se retira a la desbandada. Los mambises quedan dueños del campo y pueden contar las bajas hechas al contrario. Ese mismo día Ignacio Agramonte (23) le escribe a su esposa que dejaron “… en el camino treinta y un cadáveres, y algunos otros en los potreros (24) El seis de septiembre Ignacio se encarga de rectificar esta cifra en una nueva carta a Amalia (25): “ …ya ascienden á 29 los cadáveres contados.” (26)Hay un ejemplo muy interesante rememorado por Carlos Manuel de Céspedes. El sábado 6 de septiembre de 1873, anota el presidente en su diario que: “Se comunica oficialmente la muerte del Teniente coronel español Pedro Provedo y un comandante en un encuentro con Crombet (27) y se nos ha remitido las insignias y correspondencia quitada.” (28)
Céspedes agrega que: “Este Provedo ya fue muerto en otra acción. (29)
El 22 de septiembre el presidente debe de rectificar la información sobre aquel hecho. Nos dice que: El muerto por Crombet fue Pérez Teniente Coronel de Cuba (30).
De esa forma el oficial español de apellido Provedo fue “muerto” en dos acciones. Pero seguía vivo.
Hay una tendencia a sobre dimensionar el número de enemigos en los partes cubanos. Informes que han sido seguidos ciegamente en muchas ocasiones por nuestra historiografía. Con gran facilidad se hablan de columnas integradas por mil o dos mil soldados hispanos.
Hemos logrado consultar una gran cantidad de informes de las columnas españolas que operaron contra los cubanos. Muchas veces esta fuerza la integraba una o dos compañía cuando más un batallón. Generalmente los batallones no estaban completos. Las bajas por enfermedad eran frecuentes. Además estos distribuían una buena parte de sus fuerzas en pequeños destacamentos. Tan solo los que no estaban en estas labores operaban en una columna que se desplazaba por un territorio determinado en persecución del enemigo. Al parecer esta raramente pasaba de los 250 hombres. Esto también dependía del momento en que se desarrollaba la guerra. Por ejemplo en los periodos poco favorables a los mambises, como los años 1869 a 1871, los españoles tendían a fragmentar sus tropas en pequeñas unidades. Los mambises en esos años les era difícil hacer concentraciones importantes En esos periodos lo más común es que en muchos encuentros los hispanos nunca sobrepasaran una compañía. Es decir unos 100 hombres. Por lo que parece que esas columnas gigantescas de 1000 o 2000 militares a las que se hace referencia en muchos estudios de la guerra es una exageración o no fueron muy comunes. Por lo menos en esos periodos.
Estamos ante un problema en extremo complejo con una solución no muy sencilla a primera vista. Para el estudio de las bajas españolas lo ideal sería consultar las fuentes del ejército de ese país. Pero como hemos dicho y todo el mundo que se dedica a este oficio conoce el consultar los archivos españoles es difícil. Los viajes de estudio a tales instituciones son costosos y están fuera del alcance de la inmensa mayoría de los estudiosos cubanos de las guerras. Es cierto que historiadores españoles han realizado estudios e incluso existen otras vías como internet. Pero en general la Guerra de los Diez años ha sido bastante olvidada por la historiografía peninsular. Según testimonios de varios estudiosos una parte de esa documentación permanece prácticamente sin revisar.
Por lo tanto en lo fundamental debemos de continuar utilizando las mismas fuentes como se ha hecho tradicionalmente. Es decir la documentación mambisa con todos los límites de las que ya hemos hecho referencia. Sin embargo, el desarrollo historiográfico cubano debe de darle respuesta a tal problema. El asunto no es tanto el número total de caídos en el otro lado pues esto existe en texto incluso escritos en el siglo XIX. Si no más bien conocer las bajas cuando nos referimos a combates en específicas o campañas. En primer lugar debemos de analizar las bajas españolas en el sentido de la tendencia y no como cifras exactas. Debemos de someter a una cuidadosa crítica las fuentes hasta ahora utilizadas como los documentos elaborados por los mambises, la prensa de la época etc. Tenemos también a nuestra disposición valiosas fuentes como los libros de defunciones de las iglesias y de los hospitales militares. Estos últimos casi siempre se encuentran como parte de los archivos eclesiásticos. También los libros de enterramientos de los cementerios. Aunque estos también deberíamos de tratarlos con cuidado pues no tenemos la constancia de si los individuos fallecidos en las operaciones militares y que fueron enterrados en los campos se inscribieron en los referidos libros o en los de las iglesias. Existen documentos en los archivos de los municipios, incluidos casi siempre en los fondos de los Archivos Provinciales y en algunos casos en los museos municipales y provinciales, también en varios fondos del Archivo Nacional que reflejan las bajas hispanas.
Hay textos escritos por autores españoles contemporáneos de la contienda que será necesario tomar en cuenta. Algunos de ellos pese a que fueron escritos en medio de una gran pasión tienen cierto grado de confiabilidad. Por ejemplo Francisco de Camps y Feliu, (31) el comandante de la guarnición que defendió a Holguín en 1868, en sus memorias da una detallada relación de las bajas de los integristas en esa acción.
Pero el asunto esencial de los historiadores cubanos que trabajen ese periodo es tratar de comprender el sentido de esa guerra. Es decir estamos ante una guerra irregular con las peculiaridades de tales tipos de contiendas. En el caso cubano, como en la mayoría de ese tipo de guerra, es necesario comprender que la acción bélica lo que hace es prolongar la guerra. Los combates con la suma de caídos no deciden nada que no sea provocar la necesidad de continuar manteniendo tropas en la isla. Incluso el sentido de los estudios biográficos al analizar una figura militar de la guerra no solo debemos de verlo en su accionar personal al frente de las tropas. Es decir los combates donde tomo parte directamente sino el sentido movilizativo y de resistencia que se creaba en torno a su figura. El asunto no es tanto determinar cuantos enemigos aniquilo en un combate sino más bien cual es su papel en la formación de la resistencia de todos.
NOTAS
(1) En Cuba se desarrollaron tres guerras de independencia. La primera de 1868 a 1878. Usualmente se le llama Guerra Grande o Guerra de 1868. En algunos textos españoles se le llama Guerra Larga. La segunda de 1879 a 1880 y se le llama Guerra Chiquita. La tercera de 1895 a 1898 y se le llama guerra del 95 o Guerra de Independencia.
(2) Roberto Rodríguez “el Vaquerito”. Fue miembro de la columna invasora del Che Guevara en 1958. Hombre de gran valor fue jefe del pelotón suicida Unidad encargada de realizar las misiones más riesgosas. Murió en la toma de Santa Clara en diciembre de 1958. Se le recuerda por su juventud, valor y fidelidad al Che Guevara.
(3) Ernesto Che Guevara Pasajes de la guerra revolucionaria Editora Política La Habana 2000 P 75
(4) Ibídem
(5) En la guerra de 1868 y la de 1895 los insurrectos cubanos organizaron una republica que funcionaba con todas las estructuras que tenían en la época. Entre ellos tenia un secretario de la guerra y un presidente.
(6) Máximo Gómez Báez general dominicano al servicio de la causa independentista cubana. Peleo en la guerra de 1868 y la de 1895 Llego a ser general en jefe de las fuerzas insurrectas en la ultima contienda. Es una figura emblemática de la historia cubana Falleció en 1905 de una infección.
(7) Calixto García Iñiguez Nació en 1839 en Holguín. Mayor general y destacada figura militar cubana combatió en las guerras de 1868, la de 1879 y la de 1895. En esta ultima llego a ser lugarteniente general del Ejercito Libertador Falleció en diciembre de 1898 en los Estados Unidos al frente de una delegación de los revolucionarios que intentaba lograr el reconocimiento de los Estados Unidos
(8) José Antonio Maceo Grajales. Mayor General. Combatió en la guerra de 1868 y la de 1895. Se le considera como una de las principales figuras de la historia militar cubana. Se destaco por su intransigencia y valor personal.
(9) ANC. Donativos y Remisiones. Fuera de Caja No. 2
(10) Guerrilleros con ese nombre eran designados las tropas auxiliares del ejercito español que realizaban la labor de contra guerrillas Muchas veces eran campesinos cubanos incluso algunos desertores de las fuerzas revolucionarias que conocían las tácticas de sus antiguos compañeros por lo que eran muy eficaces.
11 En: Colección Coronado. Documento 34, tomo XVI Biblioteca Universidad Central de Las Villas.
12 En: Colección Coronado. Documento 34, tomo XVI Biblioteca Universidad Central de Las Villas.
(13) En: Colección Coronado. Documento 34, tomo XVI Biblioteca Universidad Central de Las Villas.
(14) Julio Grave de Peralta Mayor general del ejercito libertador cubano Nació en Holguín en 1834. Fue el líder de esa región de la parte norte oriental de Cuba en los primeros años de la guerra de 1868. Murió en combate en junio de 1872 cuando regresaba al frente de una expedición con armas y parque para la insurrección.
(15) Museo Provincial de Holguín, Fondo Julio grave de Peralta, Libro copiador, número 1192 4 de marzo de 1870 A Thomas Jordán
(16) Tomas Jordán general estadounidense al servicio de la causa independentista cubana entre 1869 y 1870. Desembarco al frente de la expedición del Perrit en mayo de 1869 y llego a ser jefe del estado mayor del ejército libertador. Sus concepciones formadas en una academia de un ejército regular chocaban con las de sus subordinados acostumbrados a una guerra irregular. En 1870 con permiso de la Republica Cubana abandono el cargo que desempañaba y se traslado a los Estados Unidos. Se convirtió en un fiel defensor de la causa cubana hasta su muerte.
(17) Museo provincial de Holguín, Fondo Julio Grave de Peralta, Libro copiador número 1152 del 24 de febrero de 1870
(18) Carlos Manuel de Céspedes. Hacendado y abogado natural de la ciudad cubana de Bayamo en el oriente de Cuba. Se sublevo el 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua en Manzanillo en el oriente de Cuba. Fue el primer presidente de la Republica de Cuba en Armas Destituido en octubre de 1873 fue muerto por los españoles el 27 de febrero de 1874. Se le considera por los cubanos como el Padre de la Patria.
(19) Ana de Quesada Nació en Camagüey, Cuba en el seno de una familia de terratenientes. Sus hermanos fueron altos oficiales del ejército libertador cubano. Ella se incorporó a la revolución. En 1869 se caso con Carlos Manuel de Céspedes. Capturada por los españoles fue deportado a los Estados Unidos donde nacieron los dos hijos que tuvo con su esposo.
(20) Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, Editorial de Ciencias Sociales, la Habana, 1982, P 110
(21) En: Periódico La Revolución de Cuba. 29 de junio de 1872, núm. 33 (Publicado extractado dentro del Parte de la Secretaria de la Guerra, hecho público en el núm. 35 del propio periódico). ANC, Donativos y Remisiones, Fuera de Caja # 2
(22) En: Periódico La Revolución de Cuba, ejemplares del 13 y 20 de julio de 1872, núm. 35 y 36. ANC, Donativos y Remisiones, Fuera de Caja # 2.
(23) Ignacio Agramonte Abogado nacido en Camaguey, Cuba. Fue uno de los conspiradores del complot que dio inicio a la guerra de 1868. Se sublevó en noviembre de ese año. Alcanzó el grado militar de mayor general y fue el jefe de Camaguey. Se destaco por el nivel de organización que impuso a sus tropas. Murió en combate el 11 de mayo de 1873.
(24) Elda E. Cento Gómez. Cartas de Ignacio Agramonte a Amalia Simoni. En Cuadernos de historia principeña. Número 5. Oficina del historiador de la ciudad de Camagüey. p159
(25) Amalia Simoni, camagüeyana, esposa de Ignacio Agramonte. Se incorporó a la revolución y marchó a los bosques cubanos con su esposo y casi toda su familia Capturada fue deportada el extranjero.
(26) Elda E. Cento Gómez, Cartas de Ignacio Agramonte a Amalia Simoni. En Cuadernos de historia principeña. Numero 5. Oficina del historiador de la ciudad de Camagüey. p 159
(27) Flort Crombet general cubano Murió en combate en 1895.
(28) Eusebio Leal Spengler, Carlos Manuel de Céspedes El Diario Perdido. Publicimex S.A. Ciudad de La Habana. 1992. P 100
(29) Ibídem P 100
(30) Ibídem P 111
(31) Francisco de Camps y Feliú, nació en Cataluña. Alcanzó el grado de coronel del ejército español. Escribió un libro al concluir la guerra cubana de 1868 donde narra su participación en esa contienda en las filas hispanas así como se refiere a diversos temas.
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