Holguín: Asalto a las librerías

Mercedita y Calixto García: los últimos días del general mambí

 

Holguín: Asalto a las librerías

 José Abreu Cardet

El asalto a una librería es asunto poco común en este mundo tan violento. Para sorpresa de todos en una tranquila provincia cubana se ha producido un inesperado asalto a las librerías.

El delito es mayor pues se efectuó a plena luz del día ante la presencia de vecinos y autoridades. Así se puede clasificar la acción emprendida por Ediciones Holguín en la pasada Feria Internacional del Libro 2017, al arremeter contra esos pacíficos establecimientos con el texto: Diez cuentistas holguineros.

La obra recoge los cuentos de un grupo de escritores nacidos en esta provincia cubana o vinculada a ella por su obra y su vida. La selección fue realizada por; el ensayista, poeta escritor y traductor Manuel García Verdecia. Reproducimos las palabras de presentación realizadas, el 27 de abril del 2017, por el escritor José Poveda Cruz en el espacio cultural Café Literario, de la filial de la UNEAC de Holguín. Tertulia de vieja data dirigida por Manuel García Verdecia. Holguín es tierra de poetas pero menos conocida es la calidad de sus cuentistas como se demuestra en este libro. Seamos cómplices de este asalto a las librerías y sobre todo al gusto literario del público de este grupo de escritores.

Diez cuentistas holguineros

Por: José Poveda Cruz.

Tengo ante mí el ejemplar de Diez cuentistas holguineros, casi recién salido del horno como acostumbramos a decir en el gremio escritural. Y estoy gratamente sorprendido. Lo digo con total honestidad pues ante todo es un libro de cuentos con una edición muy especial, muy bien realizada, digamos que minuciosamente, al detalle.

Habían transcurrido casi veinte años de la aparición de la última antología “Veinte años cuentan, cuentistas Holguineros 2006”, y la aparición de esta obra es siempre bien acogida. Según Mempo Giardinelli, en la definición del cuento. “El criterio fundamental para reconocerlos como relatos no es su brevedad, sino su estatuto ficticio». 0 sea, es la invención literaria -construida con sentido estético o fundamentado (o no) en la realidad real– lo que permite reconocer un cuento. Según él, el cuento es «un concentrado ejercicio destinado a poner en tensión nuestras convicciones y hábitos de lectura».

Precisamente los escritores aquí reunidos reúnen estas características, o sea, se han escogido cuentos inéditos de indudable calidad estética y literaria donde el placer de narrar va de la mano con el placer de leer, y donde lo más sobresaliente es el modo de contar las historias que va más allá de la simple anécdota, el acontecimiento aislado o el hecho fortuito. No hay regodeos en situaciones coyunturales ni rejuegos con palabreos inútiles. Como aclara el editor, este libro no es una antología ni una selección. Solo se apuesta por ofrecer una mirada actual que nos posibilite como lectores medir lo que hemos alcanzado los holguineros en este género y reconocer sus principales señales distintivas.

Antes de esbozar brevemente a los cuentos aquí reunidos diré que hacía años no sentía en un ejemplar editado en la Isla este placer de degustar buena literatura, por eso recuerdo la primera vez que escuché a Eugenio Marrón decir la frase: “carne de literatura”. Eureka, me dije, eso es. Estos cuentos son carne de literatura y por eso los paladeo con tanta fruición.

El libro comienza con un cuento de José Luis García quien en una suerte de magia convierte a la isla en territorio invadido por una coalición de tropas extranjeras en un espacio atemporal. No podemos evitar la sonrisa y hasta la carcajada hilarante al ver las calles y repartos de Holguín trasmutadas en pomposos nombres extranjeros, y los acontecimientos desarrollarse vertiginosa y cínicamente al borde de un delirio literario muy bien narrado con un tempo sostenido por la gracia de un autor que ha demostrado sus dotes durante decenios.

Manuel García Verdecia nos narra con maestría un acontecimiento que le ocurre a un profesor en otro país, en la ciudad de Praga, una situación de la cual sale envuelto en la espiral de la tragedia, su tono es sobrio, mesurado, melancólico a veces y envuelto en el halo poético del cual casi no pueden desprenderse los cultivadores de este género. La cercanía del fin provoca extrañeza, angustia, pavor, o más bien un desasimiento inconforme que el personaje evoca a través de una introspección muy especial, como sumergido en el Aleph de Borges, el punto donde convergen todos los puntos y que brinda la panorámica general de todas las cosas y de toda la existencia.

El cuento Alas, de la escritora Lourdes González la aparición de un ala negra da pie a que surjan inéditas conclusiones en la vida de la protagonista quien se ve inmersa en la magia-supuesta- de un embrujo maya antiquísimo del cual es prácticamente imposible desprenderse, un ala negra teóricamente proveniente de Petun un pájaro tatuado en las espaldas de un Chilam.El relato fluye vertiginoso, su misterio nos atrapa, nos confundimos con la protagonista en su afán de escapar del maleficio. Es corto y no obstante nos da la sensación de continuidad por el empleo de visos fantasmales e imágenes excelentemente utilizadas.

El cuento El Clavo de Orestes Madrigal está escrito con una técnica depurada y una limpieza estilística que nos hace pensar en las mejores narraciones latinoamericanas. También está presente la concisión de la escuela norteamericana. Fuentes en las que bebió mientras trabajaba, para esos años en el mundo de los ferrocarriles. Un accidente hace que una persona se vea abocada a reanalizar los últimos instantes de su vida y cómo este desastre, que es recompuesto una y otra vez al detalle, significa que la víctima no acepte el final. Y que inclusive es contado por la persona que sufre el accidente y siente impotencia, dolor y esos sentimientos angustiosos que invaden durante la ocurrencia de lo absurdo e inevitable.

Eugenio Marrón nos trae una narración circular donde el Coctel Bloody Mary es el pretexto para sumergirnos en historias que divergen y convergen en un haz de humanos acontecimientos. Narración escrita con mano diestra y exquisito uso del lenguaje como es propio de una persona que ha asimilado innumerables lecturas, las ha digerido y practica la escritura entregada al placer de vivir, a todo pulmón, el buen arte de la literatura. Aquí los caminos se bifurcan y se reencuentran en un cuento que hace partícipe al lector de las vivencias de los personajes, tan vivos como nosotros.

Emerio Medina, nos presenta un cuento donde se entrelazan las vidas de un Conde Ruso y su edecán, recién llegado a la Francia post-napoleónica con el fin de adquirir un Ferrocarril que entrelazaría a San Petersburgo con Moscú, con un rico hacendado cubano y su lacayo negro, quienes degustan el vino más caro, ese pretexto sirve para el encuentro de los singulares personajes y una conversación esclarecerá algunos conceptos del Ruso, quien mantiene petulante una posición muy supuestamente superior al criollo proveniente de la Isla. Para sorpresa del eslavo los antillanos ya habían alcanzado mayor desarrollo que los rusos en los ferrocarriles. Escrito a la manera de los cuentos clásicos Emerio se desenvuelve hábilmente en los lindes de la fantasía, con diálogos acerados entre los ilustres personajes y los isleños.

Agustín Mulet, doctor en medicina de profesión, nos narra la aparición de una enfermedad mental en un joven, hecho que entristece a sus familiares y allegados. No obstante la ficción y la realidad se entremezclan para dar paso a acontecimientos que desembocan en un final insospechado. Mulet a la vez que nos hace pensar en el sentido profundo de los hechos, combina sus observaciones y reflexiones con habilidad, dando como resultado un cuento que nos conmueve, como conmueve el espectáculo de la vida visto a través del prisma prodigioso de la literatura.

Pedro Ortiz, quien fuera el autor de cuentos más destacado en Holguín a partir de los años 60 fue periodista de profesión, ejerció el reportaje y era un profundo conocedor del alma humana. Le gustaba profundizar en la historia y sus personajes, incluso los más humildes, eso que llamamos hoy en día “estudio de la vida cotidiana”. En el cuento Martha en la ventana una mujer espera y rememora hechos que ocurrieron hace poco en la historia y que aún palpitan en su mente, espera la llegada del amado quien es partícipe de una proeza y de hechos históricos que superan las mínimas vidas de los personajes. El tiempo gira en una procesión continua trayendo y llevando escenas de la vida que Martha vive mentalmente. Mientras pasan los triunfadores y unos le dicen cortésmente:”Adiós señorita Rodríguez, cayó el tirano” y otros jovialmente “Martha, expulsamos al asesino, ya somos libres”. Ella permanece incólume en su procesión de recuerdos y remembranzas que agitan el alma de la mujer con un vendaval de emociones, casi equivalente a la epopeya que se está gestando. Ella mantiene la esperanza de que él volverá y eso la hace seguir de pie, persistiendo en sus sueños truncos.

Rubén Rodríguez quien casi siempre tiene la vis del buen humor a su favor, nos entrega el cuento El vecino. Una mujer muy urgida sexualmente le pide a su vecino más cercano que tengan una relación. Inicialmente el hombre se extraña pero luego accede. Es un cuento que como diría Guy de Maupassant su meta no sería el contarnos una historia, no conmovernos o divertirnos, sino hacernos pensar y llevarnos a entender el sentido oculto y profundo de los hechos. Así vemos como las mentes de los personajes se dejan guiar bajo el influjo de las pasiones, en la medida en que uno y otro se van quitando la ropa y comienzan a realizar el acto sublime. Aquí no se juzga, ni se condena, ni hay regodeos en el erotismo. Hay una descarnada sensualidad libre de prejuicios en un hecho normal.

Por último Mariela Varona en Sálvame, Sade, nos presenta un conflicto entre dos mujeres implicadas en la muerte de una cliente que requería de servicios erótico-sádicos. Es como dice el antologador se exploran mentes y conductas que funcionan según otros códigos y otra lógica. Es un problema el que se les crea a estas dos criaturas que soñaban dedicarse a este tipo de negocio en la isla y deciden desmembrar el cadáver como solución. El final vendrá repentino como en los buenos cuentos de misterio.

Luego de este breve bojeo por los diez cuentistas antologados los invito a adquirir el libro y a leerlo. Porque la vida, además, está compuesta de los elementos más impredecibles, dispares y contradictorios. Es brutal, inconsecuente y desmadejada, llena de catástrofes inexplicables, ilógicas. Pero al ser vivida al modo que los autores nos proponen, si penetramos en la frescura de sus páginas, podremos hacernos a la idea de que la literatura también puede llevarnos a mundos imaginarios vívidos y palpables donde la vida tal vez sea una prolongación del hecho literario y eso merece ser probado.

 

 

Mercedita y Calixto García: los últimos días del general mambí

José Abreu Cardet

Calixto García Iñiguez, uno de los principales líderes del movimiento independentista cubano, vivió en España, primero como prisionero luego de ser capturado, tras intentarse suicidar en septiembre de 1874. Fue liberado en 1878 al concluir la primera guerra de los 10 años en Cuba.

En 1880 al caer prisionero durante la llamada Guerra Chiquita fue deportado a España. Su esposa, Isabel Vélez Cabrera, con los hijos se trasladó a ese país. El general se adaptó a la vida en Madrid, donde estableció su residencia, incluso la familia se incrementó. El 30 de enero de 1883 nació Mercedes de la Concepción y el 15 de abril de 1884 María Herminia.

En la capital de la península residió con su familia hasta el inicio de la contienda de 1895 que se fue a Francia y de allí a Estados Unidos. En marzo de 1896 desembarcó al frente de una expedición por las costas del oriente cubano. Calixto fue designado jefe del departamento oriental y a la muerte de Antonio Maceo ocupó el cargo que éste desempeñaba de lugarteniente general del Ejército Libertador.

Toda la familia se puso en función de la independencia. Los hijos varones en edad de combatir se incorporaron a la guerra. Isabel con las dos hijas menores y Carlos, muy joven para marchar a Cuba, se establecieron en New York. La hija mayor, casada con un estomatólogo estadounidense y establecido en España, marchó a Francia y se sumó a la campaña de apoyo a la guerra de Cuba.

Calixto era un hombre de éxito, de gran capacidad y valor; pero su vida familiar estuvo rodeada de tragedias menos conocidas. La muerte rondaba el hogar y la familia. El primer golpe fue terrible. Su hijo mayor, Calixto, que se encontraba en Cuba, el día 14 de diciembre de 1887 en la casa número 76 de la calle Oficio, en La Habana, mató a su esposa y luego se suicidó. (1) El fiel amigo, Félix Figueredo se encargó de los funerales del desdichado joven. La segunda tragedia fue la enfermedad de su hija Mercedes de la Concepción. La pequeña padecía de tuberculosis una enfermedad bastante frecuente en la época y que las más de las veces era incurable. En los últimos meses de 1898 hizo crisis el terrible mal.

Con el fin de la guerra en agosto de 1898 la esperanza de Isabel de reunirse con el esposo se hizo una realidad. Muchos cubanos qué tenían su familia en los Estados Unidos fueron a verlas a penas se enteraron de la firma de la paz. Isabel que no había comprendido la nueva batalla que tendrían que liberar los cubanos para obtener el reconocimiento de la independencia de la isla por los Estados Unidos, reclamaba la presencia del esposo junto al lecho de la hija moribunda. Era imposible por su delicado estado trasladarla a Cuba.

El día 25 de octubre de 1898 le escribió al esposo: … hace falta que veas a tu pobre hija antes de ir a ningún lugar. Ella anhela verte y se pone triste cuando oye decir que no podías venir y hasta dice «Papá no hace caso, ya de mi, ni quiere verme… (2)

Pero Calixto no va al encuentro de la hija moribunda. Otra carta llega de Isabel al campamento de Calixto, dirigida a su hijo Justo: «Mercedes siempre enfermita y extremadamente delicada, es un cadáver. Solo tiene ojos muy grandes y amor intensísimo por sus hermanos y su padre a quienes, desea ver a su lado» (3)

Pero no hay respuesta del sufrido padre. No podía alejarse de Cuba en aquellos momentos difíciles. En carta a la esposa y los hijos les dice:

“Mi alma está destruida. Mi pobre Mercedes, la única esperanza de mi hogar, se me muere. En medio de tantas fiestas solo tengo ganas de llorar y huir de la multitud con mi hijita para ver si la salvo, pues sin ella la vida me vale muy poco. ¡Para qué he trabajado y he sufrido tanto! Si mi única hija ni siquiera podrá llegar a la tierra por la que he luchado tanto para que descanse allí para siempre.” (4)

Solo se trasladó a Estados Unidos cuando recibió una misión de la asamblea de representantes constituida al terminar la guerra para intentar lograr que los Estados Unidos la reconocieran. En Nueva York apenas pudo estar cinco días al lado de la enferma. Marcha de inmediato a Washington a cumplir su deber.

El día 11 de diciembre Calixto, enfermó de pulmonía, falleció en un hotel de la capital estadounidense. Isabel que atendía a Mercedita no puede estar junto a él. Pocos días después Carlos García Vélez junto a su madre veía fallecer a Mercedita el 27 de diciembre de 1898.

“… agonizante estaba cuando llegué al pie de su lecho pero tuvo aliento para sonreírse y besarme preguntándome como era que papá no había venido también, la conforté asegurándole que pronto estaría con él, pocos minutos después expiró sin apenas un movimiento convulsivo. (5)

Era la última prueba de fidelidad a la patria del viejo veterano. En el 68, el 80 y el 95 abandonó a su familia para marchar al campo de la revolución, arrastrando además en la última contienda, a todos sus hijos en edad de combatir. Ahora la incertidumbre por el futuro de Cuba lo haría recurrir a cerrar los ojos ante la pequeña moribunda. Tal parecía que la felicidad familiar de los García Vélez había sido entregada por siempre al fuego con el que se iría fomentando la nueva nacionalidad.

Isabel Vélez Cabrera nunca reclamó nada material ni espiritual por su vida desdichada. Ni siquiera solicitó un espacio en las páginas de la historia de las guerras de independencia. Falleció el 9 de agosto de 1916 en La Habana, olvidada por todos. Nunca busco fanfarria ni gloria vivió y murió en el silencio de los convencidos.

NOTAS
1–Juan José Casasús: Calixto García, El Estratega, Oficina del Historiador de la ciudad, La Habana, 1962. pp. 132-133
2–Centro de Información de las Guerras de Independencia, Museo Casa Natal de Calixto García. Holguín.
3–Ídem.
4–Nicolás de la Peña Rubio, Así fue Calixto, el Mayor General, editorial La Mezquita, Holguín, 2012 p. 32
5–Archivo Nacional de Cuba, Donativos y Remisiones, fuera de caja, 123-A