Inicio » Anotaciones » ANOTACIONES (16)
José Abreu Cardet
En enero de 2017 se publicó el libro un Rostro Local para la Arqueología Cubana coordinado por Roberto Valcárcel y José Abreu y promovida su impresión por Soledad Pagliuca. Estamos ante una compilación de ensayos y entrevistas sobre el origen y desarrollo de esa ciencia en el territorio de la provincia Holguín en el oriente de Cuba.
Esta es una de las regiones donde hay una mayor cantidad de sitios arqueológicos en la mayor de Las Antillas por lo que estamos ante un texto de dimensiones nacionales e incluso de cierta relevancia en el ámbito caribeño. Pero lo más interesante de la obra son los diversos enfoques que se ofrecen. Uno de ellos es el del destacado historiador Oscar Zanetti Lecuona. Ponemos a disposición del lector la entrevista que se reproduce en el referido libro.
Nacido en La Habana en 1946 es uno de los historiadores cubanos de mayor prestigio, especialista en historia económica e historiografía, con una vasta obra sobre la industria azucarera en Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Muy pocos conocen que en un momento de su formación, como estudiante de la Universidad de La Habana, realizó investigaciones arqueológicas.
¿Usted estuvo vinculado a la investigación arqueológica en la Academia de Ciencias? ¿Pensaba hacerse arqueólogo?
Yo estudiaba licenciatura en Historia. Sucede que José Manuel Guarch Delmonte (Chicho), que cursó un año en nuestro mismo grupo, nos propuso a otro compañero y a mí, vincularnos al Departamento de Antropología como becados, por lo cual recibíamos un pequeño estipendio y estábamos comprometidos a trabajar media sesión. Entonces, como ahora, no existía una especialidad universitaria en Arqueología; la formación se adquiría en la práctica y con algunos cursos internos del Departamento.
En realidad fue una buena experiencia, porque la investigación arqueológica requiere tenacidad. Recuerdo el estudio sobre las evidencias cerámicas del sitio Arroyo del Palo (Mayarí); nos pasamos meses analizando fragmento por fragmento. Después en la propia Universidad me propusieron trabajar y formarme como profesor de Filosofía, con un salario muy superior y mayores perspectivas intelectuales; abandoné entonces la arqueología, aunque ciertamente nunca ha dejado de interesarme.
¿Desde su posición de estudiante cómo vio la organización del trabajo arqueológico, particularmente la investigación de campo?
Fue una experiencia interesantísima, sobre todo la de Esterito, en Banes, que fue la mayor excavación por el método estratigráfico que se había hecho en Cuba hasta ese momento. Como estábamos acampados en el lugar, al borde de la bahía de Banes, al amanecer y el anochecer nos acababan los jejenes. El equipo lo dirigía Guarch, y estábamos Alfredo Fernández y yo, ambos becados, Milton Pino, Higinio Meoque, un par de trabajadores más del Departamento y algún otro, contratado en la localidad. Fue un trabajo bien organizado y realizado; excavamos con pico y pala, recogíamos los restos que iban apareciendo, fijando los estratos de los cuales procedían. En Arroyo del Palo se trató de cateos y actividades complementarias, quizás para familiarizarnos con un lugar cuyas evidencias materiales en ese momento estudiábamos.
¿Al estar en el sitio Esterito conoció Banes y al arqueólogo banense Orencio Miguel?
Me parece recordar que lo visitamos brevemente durante nuestras excavaciones en Esterito, que está relativamente cerca de Banes. A quien también tuve oportunidad de conocer fue a García Castañeda, pues Guarch, que lo apreciaba, lo visitó antes de seguir para Banes. Eso lo recuerdo mejor por la impresión que me causó la suerte de casa-museo que había creado su padre –García Feria– y que él continuó con toda dedicación.
¿Qué impresión le dio el trabajo de arqueología y cómo lo ve ahora al cabo de los años, como historiador económico, una especialidad que utiliza fuentes muy definidas a diferencia de la arqueología donde la imaginación a veces tiene un papel importante?
La arqueología que yo practiqué, en el terreno y en el análisis de las evidencias no daba mucho margen a la imaginación. Esta entraba y entra a desempeñar un papel importante cuando a partir de las evidencias, y otros recursos como las comparaciones etnológicas, se trata de reconstruir el modo de vida de aquellas comunidades. Obviamente en la historia económica los métodos son otros pero tampoco puede prescindirse de la imaginación. Por cierto, entre ambas disciplinas hay un espacio común, la arqueología industrial, muy importante para precisar las características de la pasada cultura material. En nuestro país comienzan a desarrollarse esos trabajos.
¿Cómo ve la relación arqueología e historia en general y en el caso cubano en particular?
No me atrevería a hablar en sentido general, pero al menos en el caso cubano lamentablemente no ha sido fluida. A ello ha contribuido el hecho de que los historiadores en nuestras investigaciones tradicionalmente hemos descansado casi por completo en la documentación escrita –en años recientes se han incorporado los testimonios orales e imágenes sobre algunos temas–, y tenemos escasa conciencia acerca de la importancia de la cultura material. Por otra parte, los arqueólogos han padecido de un excesivo tecnicismo y un gremialismo a veces animado por cierto espíritu de aldea.
Ciertamente los historiadores desconocen los trabajos de los arqueólogos, principalmente sobre nuestras cultura aborígenes cuya importancia incluso se minimiza a veces por algunos colegas que trabajan el período colonial temprano. Pero no es menos cierto que en sus publicaciones los arqueólogos dedican el mayor espacio a la descripción y análisis de los restos materiales hallados en las excavaciones, y que sus deducciones sobre la significación económica y social de estos a menudo resultan poco convincentes; además de que a los historiadores se nos hacen un tanto bizantinas ciertas controversias de los arqueólogos sobre asuntos de menuda apariencia. El problema se aprecia sobre todo en el área de convergencia tradicional entre los historiadores y los arqueólogos, las culturas aborígenes, la llamada «prehistoria» –término de por si controvertido que se va sustituyendo por el de «historia temprana»–, en cuyo estudio los arqueólogos suelen ser críticos respecto a las incursiones de los historiadores, en buena medida porque consideran que estos no son capaces de evaluar y utilizar acertadamente sus aportes. Cabe esperar que el desarrollo adquirido por otras ramas de la arqueología como la colonial y, más recientemente, el despegue de la industrial, al ampliar el espectro temático de las relaciones probablemente contribuya a armonizarlas.
¿Cómo cree que la historia de Cuba podría integrar el conocimiento arqueológico sobre un mundo que tuvo 5000 años de existencia antes de Colon?
Me parece que los arqueólogos se están esforzando por comunicarse con un público más amplio que los especialistas o aficionados, al menos esa fue la impresión que me dejó la obra Las comunidades aborígenes en la historia de Cuba auspiciada por el Instituto Cubano de Antropología, la cual me resultó utilísima para la redacción del primer capítulo de una historia mínima de Cuba que me encargaron en México. Esa obra, por cierto, no pude referirla pues me llegó en formato digital y no se hallaba aún «en la red». Espero que ya se haya publicado. Al mismo tiempo, se va ganando conciencia de la importancia histórica de los ahora llamados «pueblos originarios», y en el caso cubano ello va impulsando a los historiadores a dedicarles a nuestras culturas aborígenes el espacio que merecen. La historia aborigen resulta sin duda más difícil de integrar si lo que se practica es una historiografía narrativa, de tipo «acontecimiental» –como decían los franceses–, porque la historia de nuestros primeros pobladores no se expresa en «hechos», sino que requiere captar las características de sociedades cuya evolución es lenta y más difícil de percibir. Creo que es importante también investigar sobre la presencia indígena en la etapa colonial temprana, que a la luz de la evidencias fue bastante más prolongada de lo que se decía.
Publicado en Memoria Holguinera Radio Angulo en Internet. Link:
Oscar Zanetti: Una olvidada incursión en la arqueología (radioangulo.cu)
José Abreu Cardet
En septiembre de 1958 Fidel organizó un pelotón de guerrilleros que desde la Sierra Maestra, bajo las órdenes de Oscar Orozco se trasladó a los llanos del norte del oriente cubano. La disposición que recibió Orozco expresaba:
Septiembre 5/58
Orden Militar:
Se asigna al teniente rebelde Oscar Orozco, al mando de un pelotón, Misión Especial de Operaciones en el territorio comprendido entre la carretera Bayamo- Manzanillo y la costa norte de la provincia de Oriente, de donde deberá regresar a la Sierra Maestra, una vez cumplida la misión, informando además, el estado de orden interno, la disciplina, conducta y relaciones de las patrullas rebeldes con los campesinos (1), armas de que disponen y todo cuanto pueda ser de interés para conocimiento de la Comandancia General, a la que tiene que dar el Teniente Orozco cuenta de su misión bajo cuyas instrucciones directas actúa.
Fidel Castro Ruz Comandante Jefe
Esta tropa rebelde avanzó desde la Sierra Maestra hasta la zona de Mir donde estableció su campamento. Su jefe, Oscar Orozco, recibió una nueva orden de Fidel: trasladarse hacia la zona de Gibara, operar allí para distraer las fuerzas de la dictadura, mientras el pelotón 3, de la columna 14, avanzaba desde la Sierra hacia los llanos. Orozco cumplió la misión que le ordenó Fidel e hizo un recorrido por la zona de Chaparra y la Sierra de Gibara. Herido en un combate tomó el mando de la fuerza Arsenio García, expedicionario del Granma. Arsenio estableció su zona de operaciones en el territorio del actual municipio Calixto García. Cumplió una de las órdenes de Fidel que era impedir el tráfico por la carreta central. Numerosas columnas fueron hostigadas por estos combatientes. Los rebeldes llegaron a capturar en la carretera una avioneta militar que por un mal tiempo se vio obligada a aterrizar en este lugar.
Esta unidad rebelde quedó enmarcada en el plan estratégico de Fidel de impedir el paso de fuerzas enemigas y abastecimientos en general por la carretera central. La columna 12 “Simón Bolívar” actuaba fundamentalmente entre Tunas y los límites con la provincia de Camagüey. La tropa enemiga que lograra atravesar el hostigamiento de esa columna sería combatida por el pelotón 1 de la columna 14.
El poblado de Buenaventura está situado en la carretera central entre Holguín y Tunas. Allí se encontraba una guarnición batistiana. Estaba situada en el cuartel de la guardia rural. Este era un edificio de mampostería. Era un punto de apoyo importante para las caravanas militares que se desplazaban entre Holguín y Tunas. Allí encontraban refugio ante el hostigamiento rebelde. Además podía ser utilizado como base para actuar en las zonas inmediatas.
Los rebeldes del pelotón 1 habían pensado atacarlo. El ataque a Puerto Padre el 24 de diciembre donde esta tropa tomó parte lo suspendió.
El 31 de diciembre de 1958 Arsenio García concentró su tropa en el cruce de la carretera central y la vía que conducía al poblado de Mir. Habían decidido atacar el cuartel de Buenaventura. La tropa avanza por la carretera sin tomar protección alguna. Aquel territorio estaba en poder de los guerrilleros. Ya en las inmediaciones del poblado de Buenaventura se sitúan en un campo de caña cerca de la casa de Luis Proenza Díaz.
El combatiente Manuel Ramírez al frente de un grupo de guerrilleros atacaría por la parte del cuartel que daba a la carretera que conducía a Holguín. Otro grupo de combatientes bajo el mando de Manuel Lorenzo López conocido por Matthews se situaría detrás del cuartel.
Esta tropa estaba reforzada por un grupo de escopeteros locales bajo el mando de un combatiente apodado Chispita, también otros guerrilleros de la tropas de Cristino Naranjo bajo las ordenes de Oscar Fernández lo apoyaría. Cuando la tropa avanzaba a ocupar sus posiciones a un combatiente se le escapa un disparo accidentalmente, los soldados abren fuego. Se combate toda la noche del 31 de diciembre de 1958 al primero de enero de 1 enero de 1959. Al amanecer ante la posibilidad de un ataque de la aviación los rebeldes se retiran de las inmediaciones del cuartel. Dejan algunos combatientes para que hostiguen la instalación.
Los rebeldes se enteran por medio de la radio de la huida de Batista. Envían a un vecino del poblado para que se lo comunique a los sitiados pero la guarnición no se rinde, continúa el combate. Se les remite un radio de batería para que confirmen la noticia de la huida del tirano, no se produce la rendición. Los rebeldes ocupan de nuevo posiciones en los alrededores del cuartel y comienzan a hostigar al enemigo. Mientras varios vecinos en un gesto de solidaridad le entregan alimentos a los guerrilleros. En horas de la tarde la guarnición se rinde.
Las fuerzas del cuartel de Buenaventura y las de Báguanos combatieron a los rebeldes hasta la tarde del 1 de enero de 1959. Ambas pertenecían al regimiento número 7 de la guardia rural y estaban situadas en el territorio de la actual provincia Holguín. Fueron estos los últimos combates sostenidos entre militares del ejército de Batista y guerrilleros.
Fuente:
Minervino Ochoa Carballosa, Dolores Feria Rojas, Jose R. Murt Mulet, Jose Abreu Cardet, Misión especial de operaciones. Comisión de Historia de Holguín 1990.
Publicado en Memoria Holguinera Radio Angulo en Internet. Link
Ataque al cuartel de Buenaventura (radioangulo.cu)
José Abreu Cardet
La incertidumbre acompaña a cada revolución. Los cambios bruscos que imponen un proceso de este tipo se reflejan en las muchas dudas que siempre estarán presentes entre los pueblos que emprenden ese camino. La revolución cubana no fue una excepción. Desde sus inicios nació rodeada de dudas. Lo precipitado de su estallido asombró a todos. En Holguín los líderes fueron sorprendidos por aquel acontecimiento que estallaba como un volcán. La mayoría se impusieron a la incertidumbre y se levantaron en armas. Pero la falta de armas, las derrotas, las traiciones sembraban dudas que la decisión de hombres como Julio Grave de Peralta y Manuel Hernández Perdomo, máximos líderes del alzamiento anularon.
Incluso cuando el movimiento independentista se organizó y creo la República de Cuba, el 10 de abril de 1869, la incertidumbre continuó. Carlos Manuel de Céspedes el primer presidente fue acompañado toda su vida por dudas hacia el futuro.
Un primer asalto de la incertidumbre al Padre de la Patria fue en aquellos días previos al 10 de octubre cuando se vio abordado por una duda gigantesca: ¿los demás conspiradores aceptarían su decisión de alzarse, tan solo con el grupo manzanillero, sin alertarlos a ellos? La incertidumbre continuó ascendiendo, pese a que era vitoreado por muchos y odiado y temido por otros, cuando surgió la posibilidad que no apoyaran su gobierno centralizado y casi personal y se diluyeran en ideas de democracia que se deshacían en la punta de las bayonetas hispanas. Pero ahora ese mar de dudas lo acorralaba en un asunto tan íntimo como la esposa. La que ha enviado al extranjero con el poeta Juan Clemente Zenea por los inseguros caminos marítimos de que disponía la República. El 23 de diciembre de 1870 desde Las Maravillas de Porcayo le responde una carta que le ha escrito Ana en el trayecto hacia la costa.
“Recibí tu apreciable del 15 del corriente que Cornelio Porro(1) tuvo la bondad de remitirme; pero no se ha calmado mi ansiedad porque no sé a esta fecha si te has embarcado o no, y en el primer caso, si has llegado a puerto de salvamento. ¡Ojalá que todo suceda a medida de mi deseo!”(2) En la misma misiva continúa adelante con aquel infierno de dudas cuando le dice: “Ninguna noticia positiva ha llegado de tu hermano Manuel.” (3) De su cuñado, el general Manuel de Quesada, en criterio de Carlos Manuel dependía mucho la salvación misma de la patria y de su proyecto de cómo organizar la república desde un poder fuerte. Lo envió al exterior en busca de una poderosa expedición que le cambie su situación ante sus enemigos internos y externos. Los internos para él no son menos terribles que los externos. Los que por visiones diferentes del futuro de la isla o por envidias lo combate con tanta furia como los hispanos. Sobre ellos le expresa en la misiva:
“Dicen que la Cámara trata de reunirse en Jaricó y como de costumbre se corre que es con el objeto de deponerme, para lo cual están dando pasos los enemigos de nuestra tranquilidad. Si se comete semejante violencia, por mí nunca habrá perturbaciones y cualquiera que sea la ilegalidad del acto, me someteré y dejaré la Isla para seguir en el extranjero trabajando por el triunfo de la revolución. La responsabilidad pesará sobre el culpable y el pueblo hará libremente lo que crea más provechoso a sus intereses”.(4)
La correspondencia misma está rodeada de los misterios del futuro incierto: ¿le llegará esta carta a Anita? parece preguntarse cuando le escribe el 21 de febrero de 1871: “Cada vez que se presenta la ocasión, te escribo, aún sin saber si llegarán mis cartas a tus manos…”(5) Pero lo peor es que su Anita ha sido capturada por el enemigo y conducida a Camagüey. Las noticias que tiene de ellas son hijas de la casualidad, de agentes cubanos que logran arrebatar alguna información a los carceleros, de fugados del universo colonial que le traen información que llegan como fragmentos de cielo azúl en días de tormenta: “…hoy me ha dicho Julio Sanguily que por una mujer que salió del pueblo, ha sabido que nuestros enemigos te permitieron pasar a Nueva York”.(6) Pese a todas las dudas que trae tal noticia hay una pizca de felicidad cuando expresa: “Yo me alegraría mucho de que esta noticia resultase cierta; porque en tal caso no padecerías con la presencia de los malos tratamientos de nuestros opresores.” (7)
Los sufrimientos físicos también buscan su espacio en la desdicha del Presidente: “Todavía estoy enfermo de los ojos, pero es tan poca cosa que ya casi no me hago remedios, y creo que en tres o cuatro días más de cuidado curare completamente. Sin embargo, todavía no me atrevo a leer ni escribir”. (8)
Pero la ausencia de la expedición salvadora que debeía de traer su cuñado Manuel le corroe sus esperanzas. Al respecto escribe: “Los españoles adelantan muy poco en su empeño de volver a someternos al yugo, y si Manuel hubiera desembarcado a tiempo, no se habría experimentado el perjuicio de algunas presentaciones que indudablemente alentarán a Valmaseda(9) y los voluntarios,”(10) Pero con ese sentido del optimismo profundo que lo carcterizaba y que hacia un extraño contrapunteo con la incertidumbre continúa el relato: “…no obstante que todo eso es ilusorio; porque la pelea sigue, el fuego apagado en un punto se enciende en otro y al fin los enemigos no tendrán más recurso que evacuar la Isla, o aceptar un tratado a base de la Independencia.”(11)
La incertidumbre no tiene piedad con este sufrido presidente. En la misma carta le dice a la amada:
“La conducta de Manuel se ha sujetado a comentarios que les son muy desfavorables: sus enemigos han respirado y levantado el grito en su contra. Yo dudo que él sea capaz de cometer una villanía y comprometerse con un manejo contrario a los intereses de Cuba y a mis positivas instrucciones: espero que se justificará y que pronto vendrá a Cuba a vencer o morir con sus hermanos como cumple un hombre de honor. Si así no lo hace se sumirá en la infamia y su nombre será un baldón para su familia”. (12) Su familia es la que tiene el privilegio de morir primero, de sufrir más. Como nuevo rey Midas va repartiendo ese sentido del deber entre todos los que entran en su universo espiritual como los cuñados, los ahijados, los compadres… Tendrán el privilegio como parientes del Presidente de ser los más buscados por esbirros y verdugos. Sus cuerpos se encuentran entre los más codiciados por los pelotones de ejecución. !Oh! Dios y uno de los argumentos para la destitución fue el del exceso de bondad para repartir privilegios entre parientes y amigos. Qué pensaría cuando se enteró de tal argumento.
La traición, la cobardía lo rodea. El compañero fiel de hoy puede ser el desertor de mañana: Le dice a la esposa: “Te participo que tu grande amigo don Facundo Agüero, se marchaba para el pueblo no sólo con su familia, sino con libertos, etc. Fue cogido en el camino por los cubanos y condenado a muerte, cuya sentencia se ejecutó, dejando marchar la familia a su destino”.(13)
Incluso momentos de éxito cuando disminuye la persecución de los contrarios que le trae el bienestar material como cuando afirma: “En la actualidad no se notan operaciones activas del enemigo y hemos tenido lugar de descansar unos cuantos días”.(14)
Es de imaginar al Presidente entregado al recogimiento de un bohío mambí convertido en improvisado palacio presidencial estudiando asuntos indispensables para la guerra, impartiendo órdenes y disposiciones sin sentir el aliento del enemigo en su cuello en las implacables persecuciones a la que estaba sometido. Pero le hace una aclaración a la esposa: “Este (bienestar) se entiende del cuerpo: mi ánimo siempre sigue padeciendo, porque cada día te echo de menos con más vehemencia”. (15)
La carta termina cargada de desaliento sobre el fracaso de una expedición capturada por los hispanos. “Melchor Agüero me traía muchos regalos: todo se perdió; pero lo que yo siento es el armamento y las municiones de guerra.” (16)
Es esta historia íntima y nunca comprendida de su duelo día a día con la incertidumbre alimentada por ríos de dudas, de desastrosas noticias que le llegan de amigos y enemigos. Fuera de anotaciones breves en cartas y diarios pocos nos dijo de aquel martirio profundo que siempre lo siguió. Es cierto que es esencia humana la duda por el futuro; pues el próximo segundo es impredecible pero lo que para otros son una suma de momentos triviales, cotidianos, para él fue un océano de incertidumbre que siempre lo rodeó y lo siguió hasta el último momento. Sorprendido el 27 de febrero d 1874 por los españoles en San Lorenzo, a donde lo habían desterrado los nuevos gobernantes luego de su destitución; solo con su revolver se enfrentó a ellos. Quizás como colofón o catarsis de ese reinado con el último disparo de su arma en San Lorenzo pudo tener idea terrible: ¿Quién trajo esta tropa que me fusila hasta aquí?, ¿quién fue el traidor? Luego todo fue silencio definitivo.
NOTAS
1– General camagüeyano acabó traicionando a la revolución independentista.
2–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Cespedes: Escritos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p. 57.
3–Ídem.
4–Ídem.
5–Ibídem, p. 58.
6–Ídem.
7–Ídem.
8–Ídem.
9–General español famoso por su ferocidad contra los independentistas.
10–Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo ob. cit., pp. 58- 59.
11– Ibídem, p. 59.
12–Ídem.
13– Ídem
14– Ídem.
15– Ídem.
16– Ídem.
Publicado en Memoria Holguinera Radio Angulo en Internet. Link
El Presidente en el reino de la incertidumbre (radioangulo.cu)
Protección del Patrimonio Cultural
Copyright Centro Provincial de Patrimonio Cultural Holguín / Desarrollado por ACCS Holguín