“La floricultura en las tradiciones culturales gibareñas”.
Por: Lic. Eugenio Ernesto González Aguilera.*
Gibara es una ciudad rica en tradiciones decorativas como el montaje de jardines y áreas verdes en espacios públicos y en los patios de las viviendas. Además existe una costumbre muy antigua de trasmitir generacionalmente en determinadas familias las diferentes técnicas decorativas empleando flores naturales, las cuales penetraron en nuestro pueblo por los inmigrantes europeos, principalmente de origen español.
Los antecedentes de la floricultura gibareña se remontan al período decimonónico, relacionado con la fecha de fundación de Gibara y su desarrollo socio económico y cultural gracias al intercambio comercial interno y externo. Así lo demuestran diversidad de acontecimientos conservados en la memoria histórica de la localidad, desde accesorios del vestuario y el peinado, hasta suntuosas decoraciones para eventos sociales.
La jardinería en su variante ornamental aparece unida a la arquitectura y está presente a la hora de diseñar las urbanizaciones, plazas y centros comerciales; en cuanto a la variante floral está determinada por la tradición de sembrar plantas en los patios de las viviendas. El estilo neoclásico determina patios interiores, laterales y exteriores con diseños bien estructurados desde el punto de vista estético en el centro de la Villa, así como la confección de jardines más simples en las casas de la periferia del núcleo colonial.
Las costumbres de regalar flores en Gibara alcanzó un notable grado de popularidad entre la segunda mitad del Siglo XIX y la primera del XX. Las flores tenían varios códigos que se constituyeron en una hermosa práctica social:
Por su forma: redondeadas expresaban seguridad, equilibrio, sensatez, armonía. Asalvilladas expresaban ligereza, felicidad, despreocupación. Espigadas expresaban poder, seguridad, fuerza, altivez, orgullo. Acampanadas expresaban coquetería, entusiasmo, alegría.
Por su color: Rojo: vitalidad, alegría, dinamismo, fuerza. Anaranjado: acción, apasionamiento, excitación, vigor. Amarillo: trabajo, vida, optimismo, elegancia, envidia, celos. Verde: equilibrio, frescura, esperanza, renovación. Azul: reposo, serenidad, calma, quietud, confianza, recogimiento. Violeta: pesadumbre, tristeza, misterio, misticismo. Púrpura: pompa, realeza, suntuosidad. Blanco: candor, inocencia, pureza, perfección. Rosado: ternura, delicadeza, afecto, predilección. Morado: melancolía, nostalgia.
Por sus números: No. 1-Amor absoluto, total, incondicional. No. 2-Amistad fraterna, solidaridad, comprensión. No. 3-Integridad, felicidad. No. 7-Perfección de sentimientos, gratitud. No.12-Declaración. No.14- Intención de mostrar agrado, insistencia amorosa. No.15-Confirmación. No.20-Aceptación. No.24-Proposición definitiva. No.25-Establecimiento de compromiso.
Por su posición: En el pecho (hacia abajo)-respeto, compromiso. En el pecho (hacia arriba)-galanteo, coquetería, informalidad. En las manos (hacia arriba) -solo te ofrezco amistad. En las manos hacia abajo-te rechazo por completo. En el pelo- lo voy a pensar. En el pecho (a la izquierda)-te acepto.
Es decir, el mundo de las flores y su simbolismo desde el pasado hasta el presente, forma un estrecho lazo con la ideología y la cultura espiritual de los pueblos. Gibara es un buen ejemplo.
Integrante de la vanguardia artística de la localidad, colaborador y reserva de la directora del Museo de Arte.
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